Policías y ladrones
Se detuvo a más campesinos en la tractorada que ladrones de casas del Brillante en los últimos cuatro años
EN el periodismo inteligente lo que sucede no se cuenta porque sí. Este periódico se hace inteligentemente, y todas las noticias tienen en él una intención. Desde el modo de seleccionarlas al de relacionarlas y confeccionarlas. O eso le parece a uno, que no es periodista y tampoco inteligente. Pero se le permite escribir aquí, a pesar de tantas carencias. Que mis lectores se tomen la pena de ignorarme, cuando yo no me tome la pena de escribir. Y van corriendo las líneas, que ese es el secreto del artículo de periódico y no su contenido. Se trata de llegar sin desmayo hasta el final, donde espera el olvido. El jueves pasado, este ABC publicó tres páginas seguidas con información que tiene que ver con la policía. En cada página, su motivo. Los rugientes tractores por las calles de Córdoba, la primera. Los frecuentes robos en casas del Brillante, la siguiente. Y el aumento de carteristas en el Casco Histórico, la tercera en la frente de la inseguridad. Tres eran tres. Y de fondo, el exceso de celo o la falta de celo. Humanos, demasiado humanos. Sigamos con la debida atención el desorden público. Los agricultores cordobeses tienen ahora mismo más cabreo que cosecha, y han cargado los tractores con su enojo, a falta de tomates o aceitunas. Venían a decirle a Córdoba unas palabritas, mientras la ciudad va de su decepción a sus asuntos. Bajo el sol psicópata de febrero. Al parecer –uno no estaba allí, pero su corazón sangra por los firmes campesinosla Policía Nacional recuperó una vieja consigna de combate: No pasarán. Estaban en la Ribera. Y cumplían órdenes políticas, según entendió el portavoz del Ayuntamiento de Córdoba, don Miguel Ángel Torrico. La Subdelegada del Gobierno de España rectificó al gobernante local, y dijo que no hubo carga contra los agricultores, sino «una defensa de línea». La misma ingeniosa táctica que el Córdoba Club de Fútbol. Se detuvo a más campesinos en la tractorada, en una mañana, que ladrones de casas del Brillante en los últimos cuatro años. Habrá que ir pensando en cambiar el método de trabajo. Es una opinión común que en Córdoba son más perjudiciales los ladrones que los campesinos, de los que únicamente recibimos cosas buenas. Para los ladrones más sensibles hay esperanza y hay trabajo, si se reorientan. Basta con que dejen en paz las casas del Brillante y se ofrezcan a Pedro Sánchez para colaborar en el progreso. Recientemente se ha sabido de cargos públicos que han incrementado su patrimonio comprando mascarillas para el coronavirus. El virus no puso objeciones. Sin necesidad de violencia ni amenazas. Todo perfectamente sucio y al amparo respiratorio del poder. Los carteristas, por su pequeña parte, son la «delincuencia de línea», los prestidigitadores del Código Penal, tan liviano.
En esta historia, los únicos que tienen miedo son los campesinos. La ley no ha sido con ellos compasiva. Ni siquiera justa. Siempre les queda el recurso de aparcar el tractor en la Ribera y buscar ocupación en el Casco Histórico, que les pilla cerca. Robar es más rentable que cultivar remolacha, y está menos castigado.