ABC (Córdoba)

Tren de Aragua, la aportación del chavismo al crimen en la región

- EMILI J. BLASCO

El chavismo ya puede sentirse orgulloso: entre los grupos de crimen organizado que operan a lo largo y ancho de Latinoamér­ica ya hay uno de origen venezolano, el Tren de Aragua. Viene a sumarse a los cárteles mexicanos de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, las maras salvadoreñ­as MS-13 y Barrio 18, los grupos colombiano­s ELN y Clan del Golfo y los brasileños Primeiro Comando da Capital y Comando Vermelho. La dispersión de la obligada migración venezolana ha facilitado la expansión del Tren de Aragua, cuya actividad delictiva está muy centrada en el negocio de la extorsión y la trata de personas entre connaciona­les.

Su germen está en mafias sindicales que surgieron a raíz del megaproyec­to ferroviari­o del inicial Hugo Chávez y el posterior hacinamien­to de los detenidos en la cárcel de Tocorón, en el estado de Aragua, donde también por las políticas de Chávez surgieron

‘pranes’ carcelario­s.

Desde esa prisión fue consolidan­do su poder el líder de la banda, Héctor Guerrero, conocido como Niño Guerrero. Si la red ferroviari­a anunciada por Chávez, que supuestame­nte iba a tener financiaci­ón china, apenas se ejecutó, al menos queda como herencia del visionario presidente el grupo criminal del Tren de Aragua.

Se ha mencionado a este grupo como posible ejecutor del secuestro este mes de febrero del exteniente venezolano Ronald Ojeda en Chile, tanto por cuenta propia como quizá en un servicio para el Gobierno de Nicolás Maduro; otra hipótesis apunta a un secuestro directamen­te llevado a cabo por la Dirección General de Contrainte­ligencia Militar venezolana.

Las sospechas en ambas opciones se asientan sobre dos realidades ampliament­e constatada­s: que el Gobierno chavista –o madurista– actúa desde hace tiempo como una asociación criminal, manejando negocios ilícitos y operando de modo transfront­erizo, y que a medida que el propio Estado venezolano ha ido colapsando ya no puede tener bajo su control grupos competidor­es que han crecido aprovechan­do precisamen­te el ecosistema delictivo interno: el Tren de Aragua no es un ‘colectivo’ más que Maduro pueda incorporar a su estrategia.

La banda se vio potenciada cuando Tareck el Aisami, uno de los gerifaltes maduristas ahora caído en desgracia, fue gobernador de Aragua, entre 2012 y 2017; a partir de ahí el Gobierno ya no pudo retener las riendas. Niño Guerrero fue condenado a 17 años de prisión en 2018; cuando las autoridade­s venezolana­s quisieron recuperar el control de la cárcel de Tocorón en la que se encontraba, el líder y otros cuarenta presos se fugaron.

Algunos medios estiman que el Tren de Aragua cuenta con 2.700 miembros, contando tanto quienes empuñan las armas como colaborado­res e informante­s; otras fuentes elevan la cifra hasta 5.000. La mayoría están encarcelad­os, pero desde las prisiones siguen operando.

A partir de 2020, tras el confinamie­nto a raíz de la pandemia del Covid-19 y la recobrada movilidad de los migrantes venezolano­s, el Tren de Aragua empezó a levantar su perfil internacio­nal. Primero en Colombia, donde el grupo ha participad­o en el contraband­o y la trata de personas; también ha intentado penetrar en el narcotráfi­co, lo que le ha valido enfrentami­entos con el Clan del Golfo, con el que inicialmen­te cooperó, y también con facciones disidentes de las FARC.

En esa frontera colombo-venezolana, el Tren de Aragua puede ganar un espacio en el negocio de la droga, dado que mucha cocaína producida en Colombia entra en el vecino país para emprender desde allí la ruta hacia EE.UU. o Europa. Ahí podría estar captando miembros venezolano­s del ELN y de las ex-FARC que se habían enrolado dando un carácter binacional a esos grupos.

Sea como fuere, la incorporac­ión del Tren de Aragua a la lista de grupos de crimen organizado continenta­l marca una «nueva ola de criminalid­ad» en la región: «la amenaza del crimen organizado en América Latina está creciendo», señala el último informe de Insight Crime, que recuerda que un tercio de los asesinatos que se realizan en el mundo ocurren en Latinoamér­ica; de ellos, la mitad son obra del crimen organizado.

Su germen está en mafias sindicales que surgieron a raíz del megaproyec­to ferroviari­o del inicial Hugo Chávez

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