Las mil vidas de un campeón engañado
Es uno de los grandes velocistas de la historia de España. 75 años de logros y altibajos como atleta, entrenador, comercial y también empresario
Manuel Carballo vive en San Lorenzo de El Escorial. Llegó al atletismo porque les pusieron a correr un día en el patio de su colegio, sacó a relucir su velocidad y arrasó. Después llegaron sus récords de España de 100 metros, su gran actuación en los Europeos de Grenoble 72, su posta en el malogrado relevo de Múnich, su absurda sanción de 1973, su vuelta a la competición… Volviendo la vista atrás, Carballo, un velocista corto, de salida explosiva, más de 60 metros que de 200, recuerda dos temporadas como las únicas en las que pudo dar su máximo nivel. «Fueron los años 1972 y 73. En los Europeos de Grenoble tuve una caída tremenda en las eliminatorias porque había un foso bajo la pista y pese a ello, corrí las semifinales y me clasifiqué entre los seis mejores que avanzaron a la final». En el verano de 1973, en su mejor momento, llegó la kafkiana sanción a los nueve del Quijote, los seleccionados para la Universiada que se quejaron de las malas condiciones de preparación y fueron castigados y apartados durante tres años de la competición.
Aquello le obligó a salirse del atletismo. «Me llamaron de la Federación de Esquí para innovar la preparación física del equipo olímpico. Recuerdo a Paco Fernández Ochoa, un auténtico asesino en la competición, un ‘killer’, una cabeza programada para ganar y unos atributos que no le cabían en los pantalones de esquí. Le tenían miedo. Y Blanca, que era aún muy pequeña, me impactó por su capacidad física, con 12 años. Era un portento. Habría sido gran atleta. Ganaba a los chicos en salto, en acrobacias, en todo».
En 1975 volvió a competir y, casi sin entrenar, fue segundo en los Nacionales. Pero Carballo estaba ya a otras cosas. Su vida se movía entre su faceta de entrenador y los muchos proyectos empresariales a los que se lanzó. Uno fue Karhu, una marca deportiva finlandesa que Carballo fundó en España y en la que terminó siendo estafado. «Uno de mis socios hizo un desfalco muy grande, desviaron dinero y mis acciones perdieron todo su valor. Calculo que perdí unos 350 millones de pesetas en los años ochenta, una barbaridad». En aquel momento, una extraña circunstancia le salvó la vida. Debía volar a una feria comercial a Alemania a una reunión de la empresa. Y se negó. «Nunca supe por qué, pero debí de percibir algo, una intuición, yo qué sé... y rechacé el viaje, dije que no iba». El avión de
regreso, un Boeing 747 de Avianca, se estrelló en una loma de Mejorada del Campo y el director de la empresa (al que debía acompañar Carballo) falleció.
Años después, Carballo, que continúa entrenando atletas de forma paralela a sus proyectos comerciales. En los noventa se dedica a preparar a baloncestistas y jugadores de rugby. «Entrené a Alfonso del Corral, que con 107 kilos, hizo grandes marcas en 200 metros. Y también preparé a Sainz de la Cuesta, el mejor ala de rugby de la historia de España, que llegó a correr en 10,70 los 100 metros».
Otro de sus proyectos empresariales fue Kinetica, unas máquinas que prevenían lesiones lumbares y evitaban en muchas ocasiones ir al quirófano. «Allí trabajamos con el tenista Ferrero, cuando era número uno mundial. Fue un gran proyecto pero a los tres años volví a tener otro problema con un socio, una mala persona. Yo confiaba demasiado en las personas». Su vida profesional conoció altibajos en sus proyectos comerciales: «Pero yo no creo en la mala suerte. No existe. Soy un tipo positivo. Lo que te sucede en la vida es la resultante de tu comportamiento». A sus 75 años, continúa con un gran nivel de actividad como preparador físico y entrenador de atletas de categoría máster.
Debía volar a una feria a Alemania a una reunión de la empresa. Y se negó. El avión de regreso, un Boeing 747 de Avianca, se estrelló