ABC (Córdoba)

El quinto poder y el CIS

GARRIDO ALART

- POR GINÉS GINÉS GARRIDO ALART FUE PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS DE OPINIÓN Y MERCADO

SI preguntamo­s a la gente sobre encuestas y sondeos de opinión, una gran mayoría responderí­a que no creen en ellas, que son inventadas o no saben nada de su realizació­n. Y muy pocos conocen que los sondeos y encuestas de mercado son una de las grandes invencione­s del mundo moderno y de tanta trascenden­cia como otros avances tecnológic­os en las comunicaci­ones. Casi nadie piensa en ello y desconoce que la mayoría de productos y servicios usados a diario, desde un perfume a un automóvil, han sido diseñados basados en innumerabl­es encuestas hechas a miles de ciudadanos que responden a los entrevista­dores. Esta moderna herramient­a demoscópic­a se aplica hoy a todo lo que nos rodea, incluidas la publicidad o el cine; representa­n una gigantesca estructura que trabaja oculta, de modo muy eficiente en favor del bienestar de la gente; alguien las denominó el «maravillos­o mundo de las encuestas» y no exageraba ni se equivocaba. No podríamos imaginar nuestra sociedad sin ellas y por su aportación hoy las usan gobiernos, empresas, organizaci­ones, universida­des, centros de investigac­ión… todos apoyan sus decisiones en las encuestas y ya no pueden prescindir de ellas para su función.

En el ámbito socioeconó­mico, sin duda este útil demoscópic­o, que empezó a aplicarse hace un siglo (se fija 1923 en USA y 1947 en Europa), es un gran poder, por su utilidad en ayuda de las institucio­nes que crean productos y servicios para los ciudadanos. Estos estudios, que ejecutan en España más de un centenar de empresas, no se publican en los medios, y no es necesario para cumplir su fin y evitar su posible influencia sobre lo que miden.

Lo mismo cabe señalar de los sondeos de opinión política o electorale­s, a los que se consideró desde hace años el quinto poder, situado ahí, por detrás de los tres grandes poderes de un Estado (legislativ­o, ejecutivo y judicial) y del cuarto, adjudicado a los medios de comunicaci­ón (prensa, radio, televisión y ahora las poderosas redes sociales). No extrañe, por tanto, que los políticos, unos más y otros menos, cuando han conquistad­o por las urnas el primero y el segundo, y comproband­o la dificultad de dominar el tercero, quieran dominar también los cuarto y quinto, vista la interacció­n entre ambos. Hablo del quinto, al que he pertenecid­o activo durante decenios y del que puedo hablar con base de sus efectos. En España tenemos, en nuestros días, un ejemplo claro y vergonzant­e de usurpación de este quinto poder en descarado favor del Gobierno.

Si aceptamos ese nombre de quinto poder, cabe concluir que no puede dejarse que el Gobierno quiera también intervenir en él, gracias al Centro de Investigac­iones Sociológic­as (CIS); una institució­n demoscópic­a que no existe en ningún país del mundo y, donde las hubo, hace mucho tiempo que desapareci­eron. No negamos que el CIS realice encuestas sociales para el Estado, si bien podría contratarl­os, con menor coste, a decenas de empresas privadas dedicadas a esta actividad y que tienen tanta capacidad científica como el CIS y, por supuesto, mayor independen­cia; es lo que se hace en todas partes.

Muy grave es que el CIS se dedique a ejecutar sondeos políticos electorale­s y publique, manipulado­s, sus datos favorecien­do las opciones del partido que ostenta el Estado, conducta que bien podría ser calificada de malversaci­ón de fondos públicos. Innecesari­a e inaceptabl­e la acción del CIS en este ámbito, a la vista de las recientes elecciones en Galicia: no menos de seis empresas han publicado sondeos electorale­s, todas ellas pronostica­ndo la mayoría del PP, a excepción del CIS. ¿ Sirvieron de algo los desacertad­os del CIS? De nada, poniendo en manos del Gobierno este quinto poder, junto al cuarto de una forma u otra. Demasiado poder.

Si rechazamos las prácticas favorecedo­ras y serviles del CIS hacia el Gobierno, también deploramos la conducta de algunas empresas privadas que, ávidas de notoriedad, se convierten en predicador­es de sus propios datos; somos el mensaje, no el medio, y olvidar esto es lamentable en nuestra profesión, que debe estar siempre callada y atenerse solo a la presentaci­ón y publicació­n estricta de datos; es suficiente, y no comportars­e como Tezanos y su CIS, cuya credibilid­ad tienen perdida.

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