Las tropas rusas ganan la iniciativa
Tras meses de estancamiento del frente, las operaciones se dinamizan, bien que las capacidades militares ucranianas, que dependen casi plenamente de la ayuda exterior, vayan debilitándose por cansancio y falta de combatientes, municiones y todo tipo de abastecimientos. Las tropas de Kiev tratan de aferrase al terreno sin idea de retroceso. Actitud difícilmente sostenible, aunque cuenten, de momento, con unas condiciones climatológicas muy duras, que dificultan la movilidad de las tropas rusas. También retienen alguna capacidad para desarrollar con drones, misiles y, tal vez, aviones, ataques aislados contra las tropas rusas y sus instalaciones logísticas.
Las unidades rusas, recuperada la iniciativa, presionan con especial énfasis en las zonas (de norte a sur): Kupiansk, sobre la carretera P07 que conduce a Jarkov; oeste de Bajmut, que fuera símbolo de la resistencia ucraniana; Avdiivka, la más reciente pérdida de ucraniana que, a su valor simbólico, añadía el de trampolín para los ataques ucranianos contra la ciudad de Donetsk; Krinki, donde prácticamente ha desaparecido la voceada cabeza de puente en la orilla oriental del Dniéper, que se pretendía vender como camino hacia Crimea; y Robotine, en el sur, robusteciéndose así la franja de terreno que une a Crimea con el territorio ruso.
Tras la ruptura que propició la caída de Avdiivka, las tropas rusas han seguido presionando a las ucranianas en la línea (de norte a sur) Stepove-Orlivka-Tonen’ke-Sjeverne, para impedirlas consolidarse sobre el terreno. No parece existir línea defensiva prevista donde parar el empuje ruso. Posiblemente, eso no podrá lograse hasta alcanzar, en su intermitente retirada, un obstáculo natural de defensa como podría ser el río Vovcha, en la línea VovchaMezhove-Karlivka, a 20 kilómetros al oeste de Avdiivka. Simultáneamente, buscando el aislamiento logístico del campo de batalla, se están bombardeando instalaciones militares ucranianas al este del Dniéper, tales como el aeródromo de Kanatovo, el aeropuerto de Dnipropetrovk, los polvorines en el suroeste de Járkov, el taller de mantenimiento de blindados de Sumi o la estación de ferrocarril de Kostiantinivka, fundamental para la logística ucraniana en el Donbass.
Con este telón de fondo, y a pesar de la probada reticencia a seguir enviando grandes paquetes de ayuda a Ucrania, continúan produciéndose gestos políticos de apoyo a Zelenski. Varios primeros ministros (Canadá, Italia y Bélgica) han visitado recientemente Ucrania como muestra de solidaridad con el líder ucraniano. Asimismo, se están firmando acuerdos bilaterales en materia de seguridad y cooperación entre Ucrania y varios países europeos (el Reino Unido, Francia, Dinamarca y Alemania, entre otros), que más parecen orientados hacia el futuro que al urgente e incierto presente. En esa atmósfera política, y convocada por el presiente Macron, se celebró el pasado lunes en París una conferencia destinada a robustecer el apoyo a Ucrania, en la que han participado una veintena de jefes de Estado y de gobiernos europeos con un representante de Canadá y otro de EE.UU. Tres aspectos son particularmente destacables: el creciente temor europeo frente al expansionismo de Putin; la confirmación de que Washington está desentendiéndose de la guerra en Ucrania; y que Francia quiere liderar el esfuerzo europeo para frenar a Putin.
Resulta relevante el imprudente salto cualitativo del saliente secretario general de la OTAN, Stoltenberg, al reivindicar el supuesto derecho de Ucrania a «atacar objetivos militares rusos fuera de Ucrania». Declaración que no solo traspasa la línea roja que establece que las ayudas a Ucrania –armas y municiones– son para la defensa de los espacios ucranianos. También abre la puerta a una escalada que pudiese suponer, en reciprocidad, el derecho de Rusia a atacar, por ejemplo, las instalaciones de entrenamiento de tropas ucranianas en territorio OTAN (como sucede con nuestra Academia de Infantería), fuerzas que posteriormente serían empleadas para atacar objetivos en Rusia. No nos engañemos, el grave problema de trasfondo es que la OTAN se ha involucrado tanto en Ucrania, que una potencial derrota de este país proyectaría la imagen de serlo también de la Alianza.
La OTAN se ha involucrada tanto, que una potencial derrota de Ucrania daría la imagen de derrota de la Alianza