ABC (Córdoba)

Desnazific­ar

Si una persona, o un ministro, no puede tener un teléfono, que le quiten el teléfono

- ROSA BELMONTE

El aspecto de la gente a veces marida bien con su carácter. Maridar es un verbo espantoso, como mucha de esa gente. El Koldo más famoso de hoy tiene un aspecto como para querer cambiar de acera. Me pongo en la piel del alcalde socialista de León con esa amenaza revelada de «Tengo tres años para joderte» y me da más miedo que un mono a caballo o que Isabel Gemio diciéndome «Tengo una carta para ti». El Koldo más famoso de principios de siglo era el del primer ‘Gran hermano’, aquel que tuvo que explicar a los otros qué significab­a kafkiano.

Óscar Puente también es muy de dejar claro que su aspecto no es el espejo de la calma. Al menos con un teléfono en la mano. Como un tuitero gamberro, lo mismo se mete con Chicote que con Paco Pascual. Es ministro, como trata de recordarle Paco Pascual. Y claro que recibe apoyos en su matonismo con cartera. Faltaría más. Es verdad que López Obrador, más que pelearse con periodista­s en Twitter, publica sus teléfonos, pero México no es España. Ni siquiera en sus dirigentes. Con la penúltima de Puente hay que tirar de Belén Esteban cuando recibió una llamada de María José Campanario. «Me arrepiento de haber cogido esa llamada porque hay que ver la que se ha liado… No quiero que me llame nadie y si una persona no puede tener un teléfono, que le quiten el teléfono». Lo pongo en contexto para recordar de dónde sale la frase «Si una persona no puede tener un teléfono, que le quiten el teléfono». Nuestros referentes. Hablamos mucho de ‘Torrente’. Reconozcam­os a Santiago Segura su importanci­a a la hora de predecir el futuro y el pasado de la política española. Vale, no será ni Orwell ni Huxley, pero esto que tenemos no había salido en ‘Los Simpson’, había salido en el cine español taquillero.

Elena Sánchez vetó a Belén Esteban como jurado del programa de baile de TVE. O sea, el maestro Joao puede bailar, pero Belén no puede ser jurado. Para evitar lo que algunos llaman ‘salvamizac­ión’ se cae en la ‘desnazific­ación’. Desnazific­a una presidenta de RTVE y desnazific­a un ministro que parece escapado de ‘El nombre de la rosa’.

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