A un escaño vacío
Sánchez estrenaba una corbata gris como el ambiente. Quizá fuera un regalo de cumpleaños, ya saben que cumple catorce bisiestos, que son 52 al cambio y que celebrará, supongo, con las pocas ganas del que lidera un Gobierno tocado de muerte, un proyecto en descomposición y un manual de resistencia mutando a uno de autoayuda. Yo le miraba y no podía dejar de tararear aquella canción de Los Planetas, ‘Cumpleaños total’. Y me repetía: «No será peor de lo que era. No será peor, seguro que es mejor». Desde luego, estaba para verle: mala cara, ojeras de Robert Smith en ‘Lullaby’, las bolsas malares hinchadas y toda la pinta de no haber podido conciliar el sueño desde el sábado. Quizá, por eso, llegó tan pronto. O quizá le habían recomendado sobreactuar confianza para que nadie pudiera decir que se esconde y mostrar, así, una sobreexposición como de novillero ‘echaopalante’, de esos que se abren la chaquetilla para que no se note que, en realidad, están aterrados.
El presidente cruzó el Rubicón con el ultimátum a Ábalos. ‘Alea jacta est’. Pero le salió mal y se mostraba visiblemente afectado, escoltado por Ribera –desde lo de Galicia, Yolanda ya ni viene–, con la cólera contenida del que explota hacia dentro y desplegando el recital de gestos de las grandes ocasiones: músculos faciales en tensión, la articulación temporomandibular a punto de estallar y los zigomáticos como cuerdas de contrabajo. Está humillado, puede que arrepentido por la pésima gestión de la crisis y, desde luego, herido. Y ya saben lo que les pasa a los animales heridos cuando están acorralados. Que atacan. Y lo hacen con tanta desesperación que toman malas decisiones. Entre ellas, una acusación directa de corrupción a Ayuso: «El señor Casado cayó por denunciar una trama de corrupción de la señora Ayuso en Madrid y usted está en pie por tapar y tolerar esa corrupción». Yo supongo que la querella estará a punto de llegarle, porque esa acusación no solo es falsa, sino que además llega en un momento en el que resulta ridícula. Y, tras escuchar a Belarra decirle que «está más preocupado de tapar la corrupción del PSOE que de gobernar», se fue por donde había venido, dejando a sus ministros solos ante el peligro y sintonizando –supongo– a Alsina, que en esos momentos entrevistaba a su otrora ‘pana’ José Luis. Todos los jefes de prensa del Gobierno y del PSOE se paseaban con el auricular puesto, más pendientes de la entrevista que de la sesión de control, con el labio de arriba tembloroso, un pequeño tic en el porvenir y gotitas de sudor en la hoja de servicios.
Y un escaño vacío al que todos mirábamos. Excepto Sánchez, que, al fingir no acordarse de ello, dejó claro que no podía pensar en otra cosa. El escaño era el de Ábalos, claro. El que tiene en el Grupo Mixto, que es como una segunda vivienda y que hoy estaba ocupado por el abrigo de Carlos Hernández Quero, diputado de Vox y nuevo vecino. También el de Ábalos en el Grupo Socialista, su residencia habitual, de la que han cambiado la cerradura y que ocupó ayer Noelia Cobo, cántabra de Santoña, como las anchoas.
A esos dos escaños se dirigían todas las miradas. Y los que no miraban, se acordaban. Y cuanto más grande el recuerdo, mayor la indiferencia, como Ilsa con Rick. En ese sentido, papelón de un Bolaños en el cénit de su desprestigio, mutando a Guillermo Fesser, cerrando el micro como un rapero, rematando las intervenciones como un monologuista que se despide en la Sala Clamores y unas formas cada vez más lejanas de las de un funcionario del Banco de España y más cercanas a las del familiar de un concursante nominado en un ‘reality show’ en Honduras.
El familiar es Pedro, claro. Otros familiares en similar situación Alegría, Puente, Torres, Redondo y Marlaska, también pasaditos de revoluciones y con el aspersor del ‘y tú más’ esparciendo corrupción para simular ejemplaridad el día que menos tocaba. Muestra de la desesperación de un grupo que aplaudía por no llorar a un escaño vacío, que no era el de Ábalos-Bruto sino, por supuesto, el de PedroJulio César. Y, no es por nada, pero en quince días llegan los idus de marzo. A ver qué tal.