ABC (Córdoba)

Cine, cine ,cine, ¡más cine por favor!

- MIRAR Y VER MARÍA AMOR MARTÍN

Días atrás, en este nuestro periódico, se nos informaba que el cine en Córdoba goza de una esperanzad­ora salud, una de las provincias que más ha aumentado el número de espectador­es en el último año, aunque todavía lejos del nivel anterior a la pandemia. Es una excelente noticia, porque las salas de cine no lo tienen fácil. Siendo la primera actividad cultural que realizan los andaluces, debería de tener más apoyo de las administra­ciones públicas. Se necesita recuperar su valor como lugar propio del ver cine. ‘Ir al cine’ es una experienci­a que hay que fomentar y mantener, muy diferente a otras maneras de consumo como las plataforma­s de ‘streaming’, aunque estas no darán al traste con la magia del cine, como tampoco lo hizo la llegada de la televisión o el vídeo.

Viví los primeros años de mi niñez en un piso sobre un cine de la ciudad. Crecí deslumbrad­a por este arte, como Salvatore, Totó, en Cinema Paradiso. No estaba en Sicilia, sino un barrio de Córdoba, e ir al cine era un entretenim­iento habitual. Sin embargo, el motivo de esta fascinació­n era que también yo conocí al proyeccion­ista, igual que Salvatore a Alfredo. Solo que el mío nunca supo que lo miraba, a él y a su máquina prodigiosa. Apoyando una escalera en la pared del pequeño patio de nuestra casa y subiendo por ella, me aupaba hasta un hueco, donde se abría una ventana a la sala de proyección.

Desde ella observaba aquel portento, escuchaba su sonido y veía las imágenes que proyectaba. Si hubiese podido saltar, lo habría hecho, demasiada altura, así es que me conformaba con disfrutar desde lejos. Allí alguien, como Alfredo en el Paradiso, pasaba las películas. No recuerdo su nombre, pero sí lo que dejó en mí. Aquella visión, en la sabia intuición de la infancia que luego vamos perdiendo, era verdadera magia. Magia pura, que convertía una cinta en vida y no podía entender cómo.

«Cine, cine, cine. Más cine, por favor, que todo en la vida es cine y los sueños, cine son”, cantaba Luis Eduardo Aute y pedía “perdón por confundir el cine con la realidad». Tal vez también yo, o tal vez no.

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