Biden viaja a la frontera para culpar a Trump del caos migratorio
▶Los dos candidatos protagonizan un duelo en Texas que confirma la inmigración como tema central de la campaña a las presidenciales
Joe Biden es consciente de que el caos migratorio que sufre EE.UU. es una de las principales razones que le pueden expulsar de la Casa Blanca y ayer buscó imponer un nuevo mensaje: los responsables de los problemas con la inmigración son Donald Trump y sus aliados republicanos.
El presidente de EE.UU. se citó ayer con su antecesor y rival inevitable para su reelección en Texas, en un duelo fronterizo que confirma la centralidad de la inmigración en esta campaña. El equipo de Trump anunció la semana pasada que el expresidente acudiría a Eagle Pass, una pequeña comunidad a orillas del Río Grande, en la frontera con México, que se ha convertido en punto caliente de la inmigración masiva y de las trifulcas políticas sobre qué políticas implementar.
Esta semana, Biden contraprogramó y anunció que viajaría a la frontera el mismo día. El presidente eligió Brownsville, 500 kilómetros más al sur, pero también sobre la orilla del mismo río fronterizo. Biden quiso aparentar que no conocía los planes de su rival –«lo que no sabía es que, al parecer, mi buen amigo también va», dijo en la víspera–, pero su anuncio fue condenado por la campaña de Trump, que lo calificó de un intento desesperado y poco sincero de tomar las riendas del problema.
La zona cero
Los escenarios elegidos por cada uno de ellos fueron significativos. Eagle Pass, donde apareció Trump, es una comunidad de 30.000 habitantes que se ha visto sobrepasada por la inmigración masiva. Las autoridades locales, lideradas por el gobernador Greg Abbott –un republicano muy cercano a Trump–, lo han convertido en zona cero de la pugna contra la entrada de indocumentados: han reforzado las barreras físicas y militarizado la localidad.
En Brownsville, donde Biden se reunió con autoridades locales y con miembros de la Patrulla de Fronteras, la gestión de la inmigración ha estado más en la línea del trato «humano» y de la regularización masiva que el presidente prometió cuando llegó a la Casa Blanca hace algo más de tres años. Y que ha sido respondida con números récord de arrestos en la frontera. En Brownsville, una red tupida de organizaciones y voluntarios ayuda a los inmigrantes a viajar desde la frontera a sus destinos en todo el país, mientras se tramitan sus solicitudes de asilo, la forma habitual que tienen para permanecer en territorio estadounidense y no ser expulsados.
Las autoridades migratorias están saturadas y eso permite que los solicitantes se queden durante meses y años en EE.UU. mientras se cursan sus casos. A finales del año pasado, el volumen de solicitudes de asilo pendientes sobrepasó los tres millones.
La de ayer era solo la segunda visita de Biden a la frontera desde que llegó a la presidencia y lo hace en un momento de gran necesidad política. Es un presidente impopular y debilitado y la inmigración es un punto débil. El pasado diciembre se volvió a batir el récord de arrestos en la frontera, con 250.000 detenciones. La inmigración se acaba de convertir en la principal preocupación de los estadounidenses, según la encuesta de este mes de Gallup. Es «el mayor problema que enfrenta hoy nuestro país», para el 28% de los estadounidenses, frente a un 20% en enero. Desde 2019, cuando se produjo otra oleada masiva de inmigración, no ocupaba ese primer lugar, que todo el año pasado correspondió a otro asunto, los problemas de gobierno. Y, según un sondeo de NBC, los estadounidenses confían mucho más en Trump que en Biden para gestionar la inmigración: 35 puntos de ventaja, frente a 16 puntos antes de las elecciones de 2020.
Asistencia social
Es una preocupación que no se circunscribe a las regiones fronterizas. Desde hace año y medio, cientos de miles de inmigrantes han llegado a ciudades del norte, gobernadas por demócratas, como Nueva York, Chicago y Washington y han sofocado los programas locales de asistencia social.
La estrategia de Biden ahora es pasar de la defensa al ataque. Para ello, el presidente se ha aprovechado de las dificultades en el Congreso para aprobar una ley presupuestaria que apareja una financiación multimillonaria de recursos para la frontera con paquetes de ayuda militar –todavía más multimillonarios– a Ucrania, Israel y Taiwán. Esto, que era una exigencia de los republicanos para dar luz verde a la financiación de guerras en el extranjero, ha acabado por descarrilar en el Congreso, pese a que la propuesta contó con un amplio apoyo bipartidista en el Senado. Trump, sabedor que cualquier victoria legislativa de Biden en inmigración es una derrota para él, está
La de ayer era solo la segunda visita de Biden a la frontera y lo hace en un momento de gran necesidad política
presionando a los republicanos de la Cámara de Representantes para que no acepten el acuerdo.
«Están desesperados, necesitan más recursos», dijo ayer Biden desde Brownsville sobre las autoridades locales, con un fondo de agentes de la Patrulla de Fronteras. «Tenemos que dar pasos en esto, no podemos esperar más», exigió sobre la aprobación de la ley y acusó a Trump de haberlo paralizado. «En lugar de hacer politiqueo, ¿por qué no nos unimos y lo hacemos juntos?», le retó.
Línea dura
Además de traspasar las culpas a sus rivales, Biden está apostando por una línea más dura en política migratoria, en línea con lo que apuntan las encuestas. Su administración se plantea restricciones en la solicitud de asilo –en línea con lo que hizo Trump en su presidencia– y cierres de frontera si se sobrepasan ciertos umbrales de detenciones.
Lo que Biden no logrará es estar al nivel de dureza en el discurso de Trump, que ha hecho de la inmigración el centro de su carrera política. Ahora ha afilado todavía más su discurso. Ha asegurado que los inmigrantes «envenenan la sangre del país» y ha prometido campos de detención enormes y deportaciones históricas. Ayer, en la frontera, acompañado por Abbott, insistió en las ideas con las que lanzó su candidatura presidenciales en 2015, cuando dijo que los mexicanos «traían droga y crimen» y son «violadores»: «Vienen de cárceles, de prisiones, de centros psiquiátricos», dijo de los inmigrantes. «Vienen de manicomios y son terroristas».