Irán elige un nuevo Parlamento exclusivo para candidatos de línea dura jomeinista
Indiferencia popular en las primeras elecciones tras las protestas de 2022
La huida hacia adelante del sistema teocrático iraní aleja las posibilidades de una reforma interna del régimen
La población iraní ha sido convocada hoy a las urnas para elegir un nuevo Parlamento y lo que el régimen denomina Asamblea de Expertos –el organismo encargado de nombrar al líder supremo a su muerte–, aunque la propia televisión estatal ha reconocido que más de la mitad de la población persa no sabe ni cuándo se vota ni qué se vota.
No ha habido prácticamente campaña electoral, un hecho insólito desde la llegada del estamento clerical chií al poder en Teherán en 1979 de la mano del ayatolá Jomeini, que suele aprovechar el atrezo democrático para hacer propaganda entre los suyos. Son las primeras elecciones desde las masivas protestas populares de 2022, surgidas a raíz de la muerte de Mahsa Amini, la joven que fue detenida en Teherán por llevar mal puesto el velo islámico.
Los fieles al régimen que acudan a votar elegirán a los 290 parlamentarios y a los 88 miembros de la Asamblea de Expertos, el organismo ‘sui generis’ del régimen jomeinista que en teoría controla al líder supremo y designa a su sucesor. Los miles de candidatos que figuran en las papeletas de voto han sido minuciosamente preseleccionados por el Consejo de Guardianes, compuesto por 12 personas elegidas personalmente por el líder supremo.
Sin reformismo
En las elecciones de este año han sido descartadas todas las candidaturas presuntamente ‘reformistas’, por lo que se prevé que de las urnas saldrá un Parlamento y una Asamblea de Expertos de línea dura, anclada en los principios del sistema teocrático que llegó a temblar durante las protestas de hace año y medio. Uno de los candidatos vetados por su «excesiva moderación» ha sido Hasán Rohani, presidente entre 2013 y 2021. El nuevo jefe de Gobierno, Raisi, se ha rodeado de ministros paniaguados procedentes de círculos clericales chiíes o de la Guardia Revolucionaria, ahondando el malestar popular hacia el sistema teocrático que mezcla política y religión.
La llamada al boicot electoral por parte de centenares de iraníes prominentes, hoy en el exilio, ha sido contestada con una serie de intervenciones del Gobierno de Ebrahim Raisi, que presenta la convocatoria como un «acto de afirmación nacional». Cualquier cifra de participación, sea cual sea la que finalmente anuncie el régimen, será irrelevante para el resultado ya que el Parlamento es y seguirá siendo un instrumento de la jerarquía clerical chií.
La huida hacia adelante, hacia posiciones reacias a cualquier reforma interna, hace temer a los analistas que el futuro de la república islámica iraní vuelve a depender en exclusiva de la capacidad estoica de su población para salir a las calles «hasta la fecha, la iniciativa ha estado solo en manos de las mujeres», o de algún movimiento interno del Ejército.
Tareas en el exterior
Para evitar o reducir el riesgo de golpismo, los ayatolás siempre reservan a los militares prebendas y tareas estresantes en el exterior. En la actualidad, tanto las fuerzas de élite de la Guardia Revolucionaria como el Ejército iraní tienen sobrecarga de trabajo para instruir y alentar a los movimientos radicales pro-iraníes de Siria, Irak, Líbano, Yemen y Gaza.
La composición del nuevo Parlamento de papel no entraña ningún secreto, pero existe cierto interés por conocer el diseño de la Asamblea de Expertos, donde diversas corrientes jomeinistas mueven sus fichas en busca de un candidato a líder supremo. El actual máximo dirigente, el ayatolá Jamenei, tiene 84 años y su estado de salud es una más de las incógnitas del sistema de poder clerical. Los dos candidatos más mencionados son el presidente de la república, Ebrahim Raisi, y el segundo hijo de Jamenei, Moqtaba, ambos considerados de línea dura.