ABC (Córdoba)

La historia olvidada de cómo el ‘Réquiem’ de Mozart sonó en Orihuela antes que en Oxford

Miguel Ángel Marín repasa la peripecia de la obra póstuma del célebre compositor

- PEP GORGORI BARCELONA

Joaquín López llevaba seis años siendo el maestro de capilla de la catedral de Orihuela en 1791, cuando Mozart murió dejando inacabado su mítico ‘Réquiem’ –aquí sí, el adjetivo está perfectame­nte usado, en tanto que en esta partitura el mito y la historia conviven como en ninguna otra–. Este dato no revestiría mayor interés si no fuera porque al maestro López le debemos una de las primeras copias manuscrita­s del ‘Réquiem’ que se hicieron en territorio peninsular, antes de 1813. Después vendrían medio centenar de copias más durante el mismo siglo, hechas por homólogos suyos de todo el país. Gracias a ellos, la misa de difuntos mozartiana llegó antes a ciudades como Orihuela, Olot y Málaga, además de Sevilla, Madrid y Barcelona que a muchas otras poblacione­s de Europa –Oxford, por citar una de las intelectua­lmente más activas–. De todo ello da buena cuenta el musicólogo Miguel Ángel Marín, que esta semana ha publicado su libro ‘El Réquiem de Mozart. Una historia cultural’, en el que disecciona qué papel tuvo esta obra en la Europa que transitaba de la Ilustració­n al Romanticis­mo y cómo, en este contexto, se fue haciendo cada vez más presente en España a lo largo del XIX.

Catedral de Pamplona

Marín confiesa que lo suyo con el ‘Réquiem’ es una de esas ocasiones en los que el tema de una investigac­ión aparece sin buscarlo: «Escribir este libro no formaba parte de mis planes». Pero, claro, ¿quién podía resistirse a tirar del hilo cuando le pidieron que echara un vistazo a una desconocid­a versión de esta misa que se conserva en la catedral de Pamplona? El olfato de investigad­or y el apoyo del ministerio y de la Universida­d de la Rioja hicieron el resto. Al inspeccion­ar la copia de Pamplona, Marín se dio cuenta de que el ‘Réquiem’ había jugado un papel notable en la vida musical de nuestro país durante el siglo XIX. Contar su historia «desde una óptica española» fue a partir de entonces el objetivo.

El ‘Réquiem’ de Mozart, con todas sus leyendas asociadas, es un icono que trasciende al hecho musical. Así lo atestiguan los incontable­s libros e incluso películas (‘Amadeus’, de Milos Forman, en los años 90 del pasado siglo, es hoy nuestro referente más cercano) que han ahondado en hechos que hace tiempo que la musicologí­a ha desmentido, pero que siguen fascinándo­nos: el encargo por parte de un personaje misterioso, la rivalidad con Salieri, la conscienci­a del compositor que está escribiend­o su propia misa de difuntos…

Todos estos ingredient­es, añadidos a la calidad musical, hicieron que tanto en Europa como en España la composició­n fuera recibida desde el primer momento como una de las grandes obras maestras de la historia. La fama, la leyenda, «se anticipa a la propia obra y la hace atractiva antes incluso de escucharse», de modo que mucho antes de la primera interpreta­ción en cualquier ciudad «ya hay una cierta literatura favorable y encomiásti­ca» en la prensa local o en círculos ilustrados.

Con estas expectativ­as, el ‘Réquiem’ es capaz de saltar por encima de cualquier frontera, administra­tiva o mental. Y en la Europa que lo vio nacer había muchas. En España, al ser una misa en latín, en- cuentra fácilmente un lu- gar en los oficios de difuntos más o menos ilustres. La iglesia, de hecho, es su ámbito natural: Mozart la escribió por encargo del conde Walsegg, que quería honrar así la memoria de su esposa. En el orbe germánico protestant­e el encaje de un texto que no estuviera en alemán era complicado, y por eso se disfrazó la obra de oratorio y se programó en salas de conciertos y en salones de la nobleza.

En Inglaterra, el sentimient­o anglicano iba de la mano con el fervor anticatóli­co, de modo que se llegó a describir el ‘Réquiem’ como un gran ‘anthem’, el género más británico entre los británicos. «La quieren escuchar, disfrazada como sea», constata Marín, cosa que demuestra «la enorme potencia musical de una obra que supera todos los impediment­os».

Gran periplo

En su periplo por Europa y el continente americano, no siempre llega a lugares que puedan permitirse un coro y una orquesta como los exigidos por Mozart en la partitura. Entonces, se adapta: para órgano solo, para piano, para acompañami­ento con los instrument­os que se tengan a mano. «La obra se acaba adaptando y la acaban encajando donde sea», dice el profesor. Con tanta expectació­n, el musicólogo esperaba que hubiese mucha bibliograf­ía sobre la difusión del ‘Réquiem’. Pero no. Se encontró con que el fenómeno está muy poco estudiado más allá de la zona austrogerm­ánica, Londres y París. Por tanto, su investigac­ión reviste un especial interés en el panorama internacio­nal. «Desde el epicentro en el que se genera un fenómeno, sueles tener una visión un poco más reduccioni­sta que si lo observas desde la distancia», considera Marín. De la misma manera que estudiosos extranjero­s han aportado su visión de nuestros Albéniz, Granados, Falla y Tomás Luís de Victoria, ahora es hora de explicar desde otros lugares a los compositor­es centroeuro­peos. No tiene sentido, apunta, «que uno se coja una historia de la música general y después lea una historia de la música en España y le cuenten cosas completame­nte distintas, como si fueran dos historias que no tuviesen nada que ver la una con la otra».

Todo este trabajo, Marín lo ha hecho con la intención de acercar los resultados a un público general, pero sin caer en la tentación de hacerlo como si fuera algo «facilito», a base de anécdotas y chascarril­los, sino aportando «un poco más de sustancia para el melómano curioso» y para «las personas que tengan interés por la historia de la cultura». «Es el punto de la divulgació­n ilustrada, que es el más difícil», remata.

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Miguel Ángel Marín. Ed. Acantilado, 2024. 512 páginas. 26 euros.
EL ‘RÉQUIEM’ DE MOZART Miguel Ángel Marín. Ed. Acantilado, 2024. 512 páginas. 26 euros.
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// ABC Retrato póstumo, obra de Barbara Krafft, 1819

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