ABC (Córdoba)

Las humedades de Ábalos

- LUCÍA CABANELAS

Veinticuat­ro horas no dan para nada si eres Woody Allen, que a estas alturas de su vida se toma las cosas con calma pero sin pausa. Cuenta el cineasta en su día (o tres cuartos de hora) en Nueva York con David Trueba, disponible en Movistar Plus+, que cuando acaba el rodaje de una película no hay nada especial que quiera hacer salvo, como le gustaba a Rajoy de los catalanes, seguir haciendo cosas. «Yo estoy en casa y hago la vida normal de Nueva York, veo un partido de baloncesto, voy al cine. Y después de un par de días empiezo a escribir de nuevo. No hay nada que hacer que requiera mi tiempo, así que escribo». Nada más y nada menos.

Como nada requiere su tiempo, no lo pierde en nimiedades. Lleva seis décadas estrenando casi una película por año. Respira, porque es automático. Y trabaja, capaz de radiografi­ar, a través de unas gafas de pasta y chistes que sacuden el alma, todas las particular­idades del ser humano. Y si le cancelan en su país, se busca otro para seguir rodando.

Y no es que el trabajo dignifique o que jubilarse esté sobrevalor­ado, es que cuando tienes poco tiempo, ya sea por edad o porque trabajas de sol a sol, tienes la obligación de no aburrirte y de que tu ocio, aunque a veces coincida con tu trabajo, te llene por completo.

Tenía bien aprendida la lección Francisco Nicolás

Gómez, según Netflix el pícaro de España, que de pequeño solo tenía el apodo, porque de ambiciones, morro y palabrería andaba el joven bastante sobrado. Su ocio y su trabajo eran el mismo: hacerse poderoso en el menor tiempo posible.

Se le quedaban cortas las discotecas al Pequeño Nicolás cuando a los de su edad la ropa les iba grande, así que saltó al Gobierno. Y a los servicios secretos. O al comisario. Siempre trajeado. Con menos de treinta años y sin canas, pero ya detenido, condenado y hasta expulsado... como vip en ‘Gran Hermano’.

Lo suyo da que pensar no solo en el tiempo, sino en el poder, en lo cutre que es en el fondo todo. Lo de Ábalos es solo otra prueba más. Al final vamos a hacer realista a la chalada tirana de Kate Winslet que aparece en la sátira de ‘The Regime’, que gobierna en la serie de HBO Max buscando no ya mascarilla­s, sino humedades en un palacio.

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