ABC (Córdoba)

El Rescatado recupera el besapiés en un primer viernes de colas

Miles de personas cumplen con una de las grandes jornadas en la espera de la Semana Santa

- LUIS MIRANDA CÓRDOBA

La memoria puede sorprender­se por el frío, pero no por la luz. Alta, límpida, prometedor­a. Quien piense que se hizo esperar este día con nombre tiene que recordar que madruga, y que más se adelantó la Cuaresma. A su mitad llega el camino, el escalofrío cuando se entra a ciertas iglesias, los rezos que son distintos de cualquier día.

Marzo empieza en viernes y sin calendario­s, porque los que caminan a pie sin casi tener que abrir los ojos saben que tienen que hacerlo sin mirar la fecha. Conocen qué espera detrás de la penumbra en que contrasta la luz ancha de la casi primavera con la calma que invita a la oración.

Incluso conservan su rito, el que empieza subiendo las rampas del Alpargate y se sobrecoge en el contraste en que aparecen los cirios de un altar de cultos. Espera el Rescatado esta vez a los pies del altar mayor. Hay labios que se saben de memoria la carne de madera que besan, pero es después de algunos años.

Desde 2020, cuando todavía la pandemia parecía una nube pasajera y no una tormenta de muchos meses, entre el Señor Rescatado y los suyos había un cordón que impedía el beso. Llegaban, miraban, rezaban y se marchaban. En este 2024, cuando nadie recuerda las variantes ni las oleadas, los pies del Rescatado vuelven a estar al alcance de quien quiera agacharse.

La última vez fue en 2019. Lo hacen casi todos, aunque el sobrecogim­iento no es un calambrazo espiritual al besar la piel de madera, sino una emoción que crece a cada paso en la cola. Porque al mediodía hay que esperar ya al entrar en la iglesia.

Está el Señor al pie del altar de cultos encendido y conforme uno se acerca nota que el gesto cambia entre una postura y otra, que hay un abatimient­o distinto al acercarse.

Por eso al depositar el beso sobrecoge la mirada arriba, la última diferencia que se aprecia en el rostro que habla con la boca abierta. Es mucho y es a la vez poco para el alma, y hay que sentarse en un banco.

Vuelve a ser otro el Rescatado y no se detiene la cola, y entonces están los detalles: la túnica de cola bordada donada por la Duquesa de Medinaceli, la peana monumental del paso antiguo, los claveles rojos y la Virgen de la Amargura detrás, en el altar de los cultos que culminan por la tarde.

No hay oraciones como las del primer viernes de marzo. Se pide por algo distinto y con un tono diferente. Por la calle que se llamó Mayor de San Lorenzo y ahora es María Auxiliador­a se sube hacia la iglesia de los Salesianos, y allí, también en esa penumbra, aguarda el Señor del Prendimien­to.

Lleva la túnica roja de cola que se restauró hace unos años, y tiene a sus pies rosas rojas. Hay referencia­s a la Eucaristía en los laterales, con el copón y el cáliz, y en el dosel en que está el cordero de Dios. Pasan por allí los cofrades de la hermandad y los alumnos del colegio y se hacen sueños pensando en el Martes Santo.

Es la hora entonces de buscar San Lorenzo, con un escalofrío que no es más que de este día. Ni siquiera de Semana Santa, porque ahí es distinto. Con los ojos cerrados recorren algunos el camino desde el pórtico hasta la capilla, donde más que un besapiés del Cristo del Remedio de Ánimas hay toda una protestaci­ón de fe.

Símbolos

Es hermandad que reza por las almas del purgatorio y por lo tanto piensa en el final de la vida. El Cristo espera bajo el arco de entrada a su capilla, rodeado de un retablo negro y dorado que evoca a la muerte y recuerda la brevedad de la vida. Sobre el vano, están los elementos de la Pasión y debajo está Cristo muerto en la cruz.

Para la hermandad, evoca una frase del Evangelio de San Juan: «Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará». Es lo que sucederá en la muerte, que Jesús saldrá a recibir a los que llegan. Y es también mediador con el Padre que quiere llevar al paraíso. Está simbolizad­o en el interior de la capilla con los ángeles del paso, que ahora llevan símbolos de la gloria que conquistó con su muerte.

Esto se sabe al pasar y leer, porque lo primero es detenerse, contemplar el cuerpo oscuro, depositar el beso y luego reparar en que sí es cierto que la vida pasa y que los que creen, que son los que viven el primer viernes de marzo, saben que deben rendir cuentas a Quien espera sobre un largo monte de iris y cardos con una calavera.

En San Lorenzo echan de menos al Señor del Calvario, que también está en besapiés, pero en la capilla de la Concepción de la Catedral, por los tresciento­s años de su bendición. Allí se alargaron muchos en este día especial, y otros recordaron al Señor de la Salud en Puerta Nueva, que también se ha sumado a este día en que las oraciones son diferentes y la Semana Santa está cerca.

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// VALERIO MERINO El Cristo del Remedio de Ánimas, en besapiés en su capilla de la iglesia de San Lorenzo

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