La materia gris del sanchismo, dividida y alejada del presidente
▶Ábalos y Lastra fueron los dos dirigentes principales en la victoria de Sánchez en las primarias de 2017 ▶Con el tiempo, la relación entre ambos se fue erosionando y creó una guerra larvada que heredó Santos Cerdán
Para escribir la historia del sanchismo –entendido en este caso como la corriente del PSOE que desafió a la vieja guardia socialista, a los entonces poderosos barones territoriales e incluso a ciertos sectores de la órbita cultural del partido al oponerse furibundamente a facilitar con una abstención el Gobierno en minoría de Mariano Rajoy– hay que señalar a dos personas claves. La materia gris. Una se retiró de la primera línea política hace casi dos años, y aunque conserva su escaño en el Congreso no tiene ninguna relevancia en la actualidad española. La otra también mantiene su escaño, pese a que el partido le ha pedido esta semana su renuncia, y está, con permiso de su antiguo asesor Koldo García, en el ojo del huracán de portadas, informativos y comentarios en todo el país. La primera se llama Adriana Lastra Fernández (Ribadesella, 1979) y el segundo, obviamente, es José Luis Ábalos Meco (Torrente, Valencia, 1959).
En la primavera de 2017, tras derrocar a la por entonces presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, en las primarias más convulsas de la centenaria historia del PSOE, Pedro Sánchez presidió la primera reunión de la nueva Ejecutiva Federal. Y para plasmar ese momento llegó caminando a la sede socialista de la calle Ferraz junto a Lastra y Ábalos. La foto de los tres, en una soleada mañana madrileña, representaba la nueva etapa en el partido, que sólo un año después propiciaría un cambio de Gobierno, con la moción de censura a Rajoy, ante el que siempre la dirección sanchista sostuvo su célebre ‘no es no’.
Naturalmente, Lastra y Ábalos no son los únicos camisas viejas del sanchismo, una nómina nutrida de gente tan relevante hoy como Félix Bolaños, biministro de Justicia y Presidencia; José Félix Tezanos, presidente del Centro
de Investigaciones Sociológicas (CIS); Óscar Puente, ministro de Transportes y por último, aunque no desde luego menos señalado, el actual secretario de Organización del partido, Santos Cerdán. Pero de la relevancia de la exvicesecretaria general y del exministro de Transportes dio cuenta el propio Sánchez en el primero de sus libros de memorias publicados por Península, ‘Manual de Resistencia’, en el que se refiere así al grupo de fieles con el que comenzó la carrera para reconquistar la Secretaría General: «Vamos creando una complicidad muy especial que, en algunos casos, no existía. Algunas de ellas, como Adriana o Susana [Sumelzo, hoy diputada por Zaragoza], habían pertenecido a mi Ejecutiva y las conocía bien. A ambas trataron de convencerlas posteriormente de que apoyaran la candidatura de Patxi López. Adriana, una mujer con coraje, les dijo: ‘El único que puede corregir este proceso y ganar es Pedro’. Era una opinión que también compartía gente como Ábalos. En él descubrí a una persona consistente. Sus intervenciones en el Comité Federal eran contundentes, me defendía pese a que hasta entonces apenas nos habíamos tratado. Él me decía: ‘La posición socialista de negarnos a dejar gobernar a la derecha se identifica contigo. Tú has acumulado un inmenso capital político de coherencia y eso no se lo puedes traspasar a nadie’». Ábalos y Lastra le animaron a protagonizar dos actos claves para que Sánchez retornase triunfalmente a Ferraz, uno en cada uno de sus comunidades. El primero en la valenciana Xirivella, que Sánchez recuerda así: «No esperaba más de 300 personas.
De repente, me encontré con más de 1.000. Todas las previsiones se desbordaron, incluso las de quienes sabían, como Ábalos, que había mucha más gente detrás de mí de lo que yo era consciente». Y tras Xirivella llegó un pueblo de la cuenca minera asturiana, El Entrego. Entonces presidía el Principado Javier Fernández, quien a su vez dirigía la gestora nombrada tras la dimisión de Sánchez en el otoño de 2016. Por eso, Lastra desafiaba a su líder autonómico con su apoyo a Sánchez. «Adriana me había dicho que iría mucha gente, pero ella misma también quedó sorprendida», recuerda el líder del PSOE sobre aquella jornada. Esos dos actos terminaron de convencer a Sánchez de que era posible dar la batalla, y le impulsaron a anunciar definitivamente su candidatura en otro evento con afiliados en Sevilla, la pro
vincia tradicionalmente más importante para el partido.
La guerra interna
La bicefalia astur-valenciana pilotó el PSOE hasta finales de 2021, cuando el 40 Congreso Federal celebrado precisamente en Valencia fijó otro rumbo en el partido. En el verano de aquel año, Sánchez ya había renovado igualmente en profundidad su gabinete, acometiendo la mayor crisis de gobierno que ha llevado a cabo nunca. Aquella en la que hubo tres sorprendentes bajas: la vicepresidenta Carmen Calvo, el jefe de gabinete del presidente y gurú de la comunicación Iván Redondo y el propio Ábalos. Después del cónclave valenciano Cerdán, hasta entonces mano derecha de Ábalos en el partido, tomó las riendas del aparato y los choques con Lastra, vicesecretaria general, heredados de la época de Ábalos, continuaron hasta hacer el ambiente prácticamente irrespirable. En el verano de 2022 Lastra renunció a sus cargos y se retiró de la primera línea de la vida política, siendo sustituida por María Jesús
Montero, ahora vicepresidenta primera del Gobierno además de titular de Hacienda, cartera que mantiene desde la llegada de Sánchez al poder hace seis años. Con su salida se apaciguaron ciertas tensiones, pero «esas guerras internas no terminan nunca», según el diagnóstico de un dirigente que tuvo cargos de responsabilidad tanto en el partido como en el Gobierno por aquella época. En aquel tiempo, o eras de Lastra o eras de Cerdán. Como antes o eras de la vicesecretaria general o eras de Ábalos. Ahora, en 2024, los primeros están en un escaño del Congreso pero fuera de la cúpula del partido, en el mejor de los casos. En el peor, por ejemplo Felipe Sicilia, diputado por Jaén que llegó a ser portavoz de la Ejecutiva dada su fidelidad a Lastra, la política dejó de ser su actividad, y ahora ha vuelto a vestir el uniforme de policía nacional, su oficio antes de ocupar responsabilidades orgánicas e institucionales. Los ‘lastristas’ han decidido no hacer ruido, al menos en público, pero su herida es honda, y su resentimiento con la actual Secretaría de Organización, comandada por Cerdán, muy profundo.
Entre Ábalos y Lastra hay, por supuesto, muchas diferencias. Pero en la actual situación sobresalen dos por encima de las demás. La primera la edad. Al borde de la jubilación el primero, a punto de cumplir 45 años la segunda. Y la segunda y más sustancial que el primero aparece ya como una figura políticamente amortizada, más aún cuando no es descartable que la suspensión cautelar de militancia que se le ha aplicado esta semana por atrincherarse en su escaño termine con una expulsión definitiva del partido. Todo lo contrario que Lastra, cuya retirada de la primera línea tuvo también que ver con su maternidad, y que tiene el horizonte despejado políticamente.
El futuro
Pocos dudan ahora en el PSOE que por todo ello Lastra podría jugar un papel, y no menor, en el futuro del partido cuando Sánchez deje de liderarlo. Algo que dependerá de varios factores, incluido el devenir inmediato de una legislatura que no termina de arrancar por el embrollo de la ley de amnistía que se sigue negociando con el prófugo Carles Puigdemont. Además, y al contrario de quienes acompañan ahora al líder socialista, ya sea en Ferraz ya en Moncloa, lo podría hacer sin las etiquetas ni las pesadas cargas que va dejando el sanchismo. Toda una paradoja para quien fue casi la primera de las sanchistas en el PSOE en 2016, cuando esa acción política no cotizaba precisamente al alza.
Lastra, a diferencia de lo que ocurría entonces con el citado Javier Fernández, no tiene problema alguno con su federación. Antes al contrario, le une una extraordinaria relación política y personal con el presidente autonómico asturiano, Adrián Barbón, uno de los escasos gobernantes regionales que le quedan al partido. Pero más allá de esa linde, es una de las personas que mejor conoce el partido por dentro, que mejor conexión tiene con la nueva generación de dirigentes (algunos postergados ahora precisamente por su cercanía a ella) y a la que nadie puede acusar de estar marcada por las cuestiones más impopulares o polémicas que rodean al PSOE. Ni por la amnistía a los encausados por el ‘procés’ ni por todo lo que ha deparado, y pueda aún deparar, el escándalo Koldo.
Nadie puede aventurar qué deparará el futuro inmediato a Sánchez, y al PSOE. Pero tras la crisis del caso Koldo queda claro que Ábalos no tendrá un papel entonces. No se puede decir lo mismo de Lastra.
Durante un tiempo en el PSOE, o eras de Lastra o eras de Ábalos y Cerdán, en una guerra interna que no se ha apagado del todo
La crisis del caso Koldo deja amortizado a Ábalos, mientras que la ex número dos podría jugar un papel en el futuro del PSOE