ABC (Córdoba)

Comisión de Venecia: una amnistía solo es legítima si garantiza la «unidad nacional»

Lejos de este objetivo, el secesionis­mo catalán sigue apostando por la ruptura: vigencia del 1-O y otro referéndum

- DANIEL TERCERO

A pesar de que el Gobierno de Pedro Sánchez puso en marcha, a última hora de la tarde del viernes, una estratagem­a para hacer ver que la Comisión de Venecia avala la propuesta de ley de amnistía que está en trámite en el Congreso, lo cierto es que el borrador del informe –que todavía admite enmiendas y cuyo texto definitivo se votará en unos días en el seno del organismo del Consejo de Europa– supone una revisión crítica a la totalidad de la iniciativa registrada por el PSOE y pactada con ERC y Junts.

El esbozo con el que trabaja la Comisión Europea para la Democracia a través del Derecho (conocida como Comisión de Venecia) –consultado y analizado por ABC– deja muy claro, al arranque de las 26 páginas, que el organismo internacio­nal, como no puede ser de otra manera por su propia naturaleza, «no intervendr­á en la discusión política», «no hará comentario­s sobre la convenienc­ia de la amnistía, ni sobre su idoneidad para lograr el objetivo declarado, ya que se trata de decisiones políticas» del ámbito del Gobierno y el Congreso.

Y, además, la Comisión, recuerda esta, «no es competente para comentar sobre la constituci­onalidad del proyecto de ley de amnistía, que es una cuestión que en última instancia debe decidir el Tribunal Constituci­onal español y que deben debatir los expertos constituci­onales españoles». Tampoco evalúa, por lo tanto, si la futura ley, en su redactado actual, es compatible «con el Derecho de la Unión Europea, que podría ser objeto de una sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea».

Así pues, la Comisión de Venecia no avala la ley de amnistía, ni la considera legal, como tampoco la analiza como una norma inconstitu­cional, porque este no es su cometido. Sin embargo, sí fija una serie de recomendac­iones en aspectos nucleares de la iniciativa (consenso político que ahora no existe, mayoría cualificad­a para su aprobación, reforma constituci­onal para fijar y regular las amnistías, limitar el «alcance material y temporal» para que no se cuelen casos que no son los deseados, que quede excluido de la amnistía todo tipo de terrorismo, con sentencia o sin ella...), que ponen en duda la forma, el fondo y el contenido de una norma que servirá para «autoamnist­iar» a los que la tienen que aprobar: los dirigentes de Junts y de ERC.

No obstante, el Gobierno valoró positivame­nte el borrador con la filtración sesgada del mismo. Ayer, se sumaron al incomprens­ible optimismo Oriol Junqueras (ERC) y Carles Puigdemont (Junts), curiosamen­te, con argumentos diametralm­ente opuestos. El primero, por tramitar y facilitar la norma con el PSOE. El segundo, por impedir que se haya aprobado ya en la Cámara Baja, para que siga su tramitació­n en el Senado, recordando que, en su opinión, el redactado actual no es suficiente para impedir que los jueces actúen con independen­cia.

Sobre la «reconcilia­ción»

Con todo esto, es desconcert­ante que uno de los argumentos esgrimidos por el Ejecutivo, para señalar el inexistent­e aval de la Comisión de Venecia al proyecto legislativ­o, sea que el organismo «afirma que la reconcilia­ción política es un objetivo político legítimo para las amnistías» y que este «objetivo» es «expresamen­te citado no solo en la exposición de motivos de la norma española, sino incluso en su título (normalizac­ión institucio­nal, política y social en Cataluña)». Como si con el título de una ley, la norma cumpliera un cometido u otro.

Así lo recogieron también, este sábado, algunos medios de comunicaci­ón, que o bien siguieron al pie de la letra la estratagem­a de Moncloa o no tuvieron acceso a todo el borrador, o las dos cosas, cuando añadieron que el texto señala que «la unidad nacional y la reconcilia­ción social y política se consideran objetivos legítimos de las amnistías».

El problema surge cuando a esa frase le siguen o preceden considerac­iones (olvidadas, parece ser) como que «los criterios (de la amnistía) no deben diseñarse para cubrir a individuos específico­s» y que «la proporcion­alidad requiere que, en cada caso concreto, la amnistía propuesta sea un medio adecuado para lograr en última instancia un objetivo legítimo». En cualquier caso: «La Comisión de Venecia opina que tales decisiones deberían tomarse por mayoría cualificad­a adecuada (de los órganos electos)».

Pero si esto no era suficiente, Puigdemont se encargó ayer de dejar claro que la amnistía no tiene como finalidad legítima «la unidad nacional y la reconcilia­ción social y política». Desde un pueblo del sur francés entre Perpiñán y Colliure, en un acto de la asociación Consell de la República, el eurodiputa­do, fugado de la Justicia y expresiden­te de la Generalita­t aseguró que: «La declaració­n de independen­cia de 2017 es válida», que «solo el Parlament tiene capacidad para deshacerla», es decir, revertirla, algo que la Cámara autonómica no ha hecho específica­mente, y que, por lo tanto, el independen­tismo ya no tiene que ir hacia la «unilateral­idad declarativ­a» sino que esta debe ser «práctica».

Las palabras de Puigdemont, solo unas horas después de conocer el borrador de la Comisión de Venecia, se suma a la iniciativa del presidente de la Generalita­t, Pere Aragonès (ERC), que en las próximas semanas –antes de que acabe la legislatur­a catalana– presentará a Sánchez la propuesta de un referéndum de independen­cia, ‘por las buenas’, sin descartar que vuelva a convocarse ‘por las malas’.

Y a estas propuestas políticas, que quedan lejos de «la unidad nacional y la reconcilia­ción social y política» que blasona el Gobierno del PSOE, se añade que ERC, Junts y la CUP acaban de tramitar una iniciativa legislativ­a popular en el Parlament para declarar directamen­te, y por segunda vez, la secesión de la región.

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// EFE Carles Puigdemont, ayer en el sur de Francia

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