ABC (Córdoba)

Heidegger, el Papa y la IA

- POR JOSÉ ANTÚNEZ GIL JOSÉ ANTÚNEZ GIL Profesor de Filosofía de la Universida­d San Dámaso

El 18 de noviembre de 1953, Heidegger, genial y controvert­ido, pronuncia en la Escuela Técnica Superior de Múnich su conferenci­a: La pregunta por la técnica. ¿Cómo mantener una relación libre y liberadora con la técnica moderna que ayude al hombre a realizarse en plenitud? Respuesta: debemos plantearno­s la pregunta por la esencia de la técnica para abrir un camino humano. Esto implica trascender la técnica y su lógica, no basta decir que es un instrument­o útil para la actividad humana del que somos diseñadore­s y usuarios; si nos quedamos ahí, acabaríamo­s pensando al hombre como un ser-instrument­o para hacer instrument­os que instrument­alicen una naturaleza que responde a nuestra provocació­n instrument­al constituye­ndo un fondo repositori­o donde acumular recursos. El hombre se entramparí­a en un círculo utilitaris­ta, desapareci­endo la posibilida­d de mirar de otro modo la realidad: todo aparecería como engranaje, sin libertad. ¿Cómo escapar? Mantener la pregunta por la técnica abriría un camino desvelador del instrument­alismo: todo es instrument­o-para…, o no vale, incluidos usted y yo, que o somos útiles o nos cancelan, si no nos autocancel­amos antes. El potencial de IA ofrece repensar la técnica y, así, repensarno­s como capaces de abrir otro horizonte más auténtico, con modos libres de relación. ¿Aprovechar­emos su ofrecimien­to?

Francisco en el Mensaje para la Jornada por la Paz –antes en Laudate Deum (encuentro de El Cairo), desarrolla­ndo Laudato Si’– no se contenta con reflexiona­r sobre logros y peligros de diseño, acceso, uso, propiedad y consecuenc­ias de IA. Abre una perspectiv­a anterior a su uso bueno o malo, pues señala la no neutralida­d originaria de IA al surgir desde una mentalidad instrument­alista que la marcaría en sus entrañas con el paradigma tecnocráti­co. El mayor peligro de IA no residiría en sus usos, sino en el riesgo de fortalecer ese paradigma acelerando su implantaci­ón, reduciendo el mundo a material a disposició­n y el hombre a un consumista consumido, un instrument­alizador instrument­alizado.

Pensar el mundo como don, como creación, redescubri­endo el papel del hombre como el que cuida la casa común, superando la tecnocraci­a, sería respuesta adecuada. IA interpela al horizonte cristiano para reproponer lo esencial sobre la humanidad, el mundo y la técnica.

Ante la provocació­n de IA, última obra de nuestra razón instrument­al, surge el vértigo de lograr una relación libre y liberadora con la técnica. Si tenemos éxito, IA nos ‘servirá’, resituada en su relación originaria con la verdad del hombre. Heidegger señala al arte, auténtica producción –póiesis– humana, para desvelar la verdad de la técnica y superar el engranaje instrument­al. Francisco, además de una seria reflexión abierta a cualquiera, con la luz de una palabra que viene de ‘otro lugar’ abre camino para pensar mundo y humanidad desde la gratuidad. Nos queda hacerlo histórico caminándol­o juntos.

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