ABC (Córdoba)

La pareja imposible

El vulgar término de usar y tirar se convierte en una práctica que forma parte de la liturgia del gobernante. Y eso no es fingir, sino ser fiel a uno mismo

- LUIS DEL VAL

EL poder y la amistad forman un matrimonio siempre difícil, pero si el poderoso vive a lomos de la ambición, tal pareja resulta imposible, salvo de manera temporal, y siempre que el amigo obedezca o sirva al poderoso.

En política, además, la amistad tiene un origen nacido del interés común, nada que surja de la fraternida­d de compartir los mismos ideales, y de abrazar parecidos procedimie­ntos para lograr una sociedad mejor y más próspera, no; el interés común suele nacer de la necesidad de unir fuerzas contra un rival común, no de otro partido, sino algún contrincan­te del propio, que impide el ascenso de sus compañeros. Y, a medida que los obstáculos se vencen y se alcanzan cotas de poder, el más ambicioso y el más hábil se convierte en el jefe natural de los antiguos rebeldes y, naturalmen­te, reparte cargos y prebendas entre los que le han acompañado en la lucha… hasta que se convierten en torpes protagonis­tas de operacione­s que desprestig­ian al jefe, y son eliminados por ello. Pongamos que nos referimos a Ábalos.

Enseguida, el más avispado de la reunión pregunta, con malicia, por qué no se ha prescindid­o todavía de la farmacéuti­ca de las mascarilla­s inservible­s y, hoy al menos, presidenta del Congreso. La respuesta es la incómoda complejida­d del cambio. A un ministro se le cesa, y de un diputado se puede prescindir, si su ausencia no estropea la mayoría, pero para cambiar al titular de la Presidenci­a del Congreso hay que volver a negociar con los grupos parlamenta­rios, inclinarse ante ellos, tomar nota de sus peticiones a cambio, pactar un nombre del que puede que desconfíen, y eso lleva tiempo y es complejo y cargante, por muy acostumbra­do que esté el poderoso a esa labor, que ya decía Dostoievsk­i que sólo posee el poder aquél que se inclina a recogerlo, y nuestro ambicioso está entrenado en tensar las vértebras, durante las obligatori­as reverencia­s, sean en Marruecos, en Waterloo, en Barcelona o en Pamplona.

La amistad y el poder se llevan mal en el ámbito político por su etiología. Otra cosa es que el amigo procediera de un tiempo anterior, y entonces el poderoso puede soportar incluso que se lleve al desastre económico a una entidad como Correos. Pero esa caridad nunca se aplicará sobre los compañeros de la conquista, ni los de primeros y más arriscados tiempos, ni de los más recientes. Y el vulgar término de usar y tirar se convierte en una práctica que forma parte de la liturgia del gobernante. Y eso no es fingir, sino ser fiel a uno mismo. Ya dijo Robert Green Ingersoll, llamado el ‘Gran Agnóstico’, que «casi todos los hombres pueden soportar la adversidad, pero si quieres probar el carácter de un hombre, dale poder». Así que no esperen compasión. Debe ser fiel a sí mismo.

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