Casi un millar de agricultores protestan con una marcha lenta de tractores por la capital
La organización leyó un manifiesto en la Subdelegación y cientos de cordobeses salieron a apoyarles
Una marcha lenta de unos 40 tractores y casi un millar de personas arrancó a las 11 de la mañana de ayer del Arenal para recorrer, como señal de protesta contra las políticas agrarias, las principales arterias de la capital cordobesa hasta llegar sobre las 14.00 horas ,con la lectura de un manifiesto en defensa del campo andaluz, a las puertas de la Subdelegación del Gobierno en Córdoba.
La tractorada estuvo arropada durante todo el recorrido por más de 800 personas llegadas de varios puntos de la provincia —según fuentes de la propia Subdelegación del Gobierno—, que se manifestaron sin incidentes junto a los vehículos pesados y recibieron los aplausos de apoyo a su paso por la avenida de Vallellano y el Paseo de la Victoria.
La multitudinaria protesta del campo cordobés arrancó a primera hora de la mañana en varios puntos de la provincia desde Fuente Obejuna hasta Fuente Palmera. Se dieron cita primero en Guadalcázar, con unos veinte tractores. Posteriormente, en El Arenal, donde se sumó el resto y desde donde partieron sobre las 11.00 horas hacia el centro de la capital.
El presidente de la Asociación de Ganaderos y Agricultores de Córdoba (Agacor), Joaquín Cortés, había registrado días atrás la petición de la protesta ante la Subdelegación del Gobierno de esta una nueva marcha en la que se preveían en torno a 200 vehículos, aunque finalmente fueron 40 los tractores sobre todo de la Campiña Sur y de la zona Norte de la provincia los que formaron la tractorada. A estos grupos, precisamente, fue a los que el portavoz de la plataforma de agricultores dio las gracias por el gran esfuerzo que habían realizado llevando sus tractores y sus vecinos hasta la capital una vez concluyó la tractorada frente a la Subdelegación del Gobierno.
Los tractores, que lucían banderas de España y de Andalucía con mensajes contra Pedro Sánchez y en contra de las políticas agrarias, habían llegado desde Adamuz, Hinojosa del Duque, Fuente Obejuna, Alcaracejos, Bujalance, Castro del Río, Aldea Quintana o Fuente Palmera, entre otras localidades, hasta llegar como primer punto de encuentro fijado al Arcángel, en Córdoba.
Multitudinaria
La protesta multitudinaria con la participación de casi un millar de manifestantes se saldó sin incidentes, según la propia Subdelegación del Gobierno. La respuesta de los ciudadanos también fue contundente mostrándoles, con sus aplausos durante todo el recorrido de la protesta, su apoyo y solidaridad. Grupos de cordobeses y familias enteras estuvieron esperando en los semáforos, así como a lo largo de la avenida Vallellano y Paseo de la Victoria e incluso a su entrada por la avenida de Cádiz.
La marcha recorrió la avenida de Cádiz, el puente de San Rafael, Vallellano, Paseo de la Victoria, Ronda de los Tejares, avenida Gran Capitán, avenida de la Libertad, avenida Mozárabes, Paseo de la Victoria, plaza de la Constitución, avenida de Cádiz y regresó al punto de partida, el Arcángel.
Ante la Subdelegación del Gobierno, Agacor dio lectura a un manifiesto al tiempo que los agricultores entregaban a los ciudadanos folletos donde explicaban los motivos de la protesta como el hecho de que muchos «que trabajan a pérdidas» o que «la burocracia les asfixia». Con esta última protesta el campo de la provincia, acumula ya cuatro semanas de protesta, en demanda de soluciones a su complicadísima situación.
La de mayor tensión fue la celebrada el pasado 20 de febrero durante la protesta de la Asociación de Agricultores y Ganaderos de Córdoba (Agacor), que organizó varias marchas desde distintos puntos de la provincia que confluyeron esa misma jornada en la capital. Las protestas del sector continuaron a primera hora de la tarde en el Arenal con gran tensión entre manifestantes y fuerzas de seguridad. La Subdelegación confirmó entonces que la jornada se saldó con tres detenidos en las protestas, así como cuatro policías heridos «leves» (luego nueve) por los enfrentamientos. En esta ocasión, sí llegó a haber cargas policiales en la zona de la Ribera ante el intento de los manifestantes de avanzar, en una marcha que no contaba con la autorización de la Subdelegación del Gobierno. No fue la última, el pasado 27 de febrero, la protesta más calmada volvió a colapsar a la A-45.
Los manifestantes recordaron que «muchos trabajan a pérdidas» o que la burocracia «les asfixia y les impide trabajar»
La marcha recorrió durante todo el mediodía las principales vías de la capital cordobesa sin que se registraran incidentes
UN quiosquero apuntaba en un cuadernillo de cuadros diminutos la lista de espera para hacerse con un ejemplar de los periódicos norteamericanos y británicos, a ver cómo habían dado la noticia. La sede de un partido político, aún en Cruz Conde, había amanecido manchada de churretes de huevos arrojados llenos de ira. En un bar de desayunos de Gondomar que ya no existe se hizo el silencio de pronto y un cliente le pidió al camarero que subiera el volumen de la radio: ‘Estúpidos hombres blancos’, decía un tertuliano. La noche de los transistores de principios de los años ochenta vivía entonces una reedición funesta. El cómputo de los muertos caía por decenas en las mesas de redacción de los programas de televisión matinales con sus presentadores desconcertados. En la calle cualquier mochila era sospechosa o al menos incómoda. No había wasap aún, pero los móviles —parte esencial para la ejecución de los atentados— se convirtieron en poderosos instrumentos de movilización masiva. La guerra de los SMS no tenía cuartel. Pásalo. La gente sabía dónde tenía que ir y a qué hora tenía que estar porque así lo decían los mensajes. A la noche siguiente, cerca de las vísperas de las elecciones generales, Ronda de los Tejares era el campo de batalla de las emociones. Nadie sabía si ganaban el duelo y la conmoción o el atrincheramiento furioso que alimentaban las emisoras de radio que interrumpían sus programaciones habituales con supuestas exclusivas. En la cabecera de las manifestaciones —porque aunque era una en verdad que había dentro de ella varias irreconciliables— iban enardecidos prometedores políticos de uno y otro lado que con el tiempo se han asentado en puestos de responsabilidad pública. Resonaban las palabras de un exalcalde: «Malditas sean las guerras y quienes las hacen». Las sedes de los partidos ardían en la noche del recuento de las Generales. España se merecía un Gobierno que no les mintiera, machacaba un locutor tomando prestada la frase, como si la agitación no fuera a descansar ni siquiera con las urnas cerradas y ya en pleno escrutinio. De aquello tampoco salimos mejores: lo que la política y los ciudadanos aprendieron está todos los días en los periódicos.