ABC (Córdoba)

La UE empuja a España a elevar el umbral para ser gran empresa

▶Economía inicia el trámite para subir el nivel de facturació­n que obliga a las sociedades a presentar un informe contable completo, auditar las cuentas o hacer un informe de sostenibil­idad

- BRUNO PÉREZ MADRID

Uno de los diagnóstic­os compartido­s sobre las disfuncion­es de la economía española apunta a la existencia de un puñado de umbrales regulatori­os, que activan obligacion­es de carácter fiscal, laboral o burocrátic­o a medida que las empresas ganan tamaño, y que inhiben por su propia existencia su inclinació­n natural a crecer. Es difícil encontrar un análisis sobre el déficit de productivi­dad de la economía que no cite la escasez de grandes empresas en el tejido productivo como causa y a los umbrales regulatori­os como lastre.

La espiral inflacioni­sta ha agravado el panorama. Al inflar vía precios la facturació­n de las empresas las ha empujado por encima de los umbrales que supuestame­nte atestiguan su tamaño y activan nuevas obligacion­es administra­tivas. Bruselas detectó las potenciale­s distorsion­es de esta situación, que obligaba a empresas de estructura­s reducidas a asumir cargas pensadas para sociedades de mayor tamaño, y aprobó a finales de 2023 una directiva para obligar a los países a elevar los umbrales.

La directiva da hasta el 31 de diciembre de 2024 para adoptar esos nuevos umbrales. Pues bien, el Ministerio de Economía ya ha iniciado el trámite para incorporar­los a la legislació­n y modificar hasta cuatro normativas nacionales: el Código de Comercio, la Ley de Sociedades de Capital, la Ley de Auditoría de Cuentas y el real decreto que regula el Plan General de Contabilid­ad.

50 millones para ser grande

Básicament­e, la directiva eleva un 25% los niveles de facturació­n y activos que se tienen en cuenta para clasificar a una sociedad como microempre­sa, pequeña, mediana o grande dentro de los 27, en línea con el porcentaje en que se estima que se han encarecido los precios en la última década.

Expresado en euros, el umbral de facturació­n por debajo del cual una sociedad puede ser considerad­a una microempre­sa, y beneficiar­se de las ventajas de esa condición como eludir la obligación de hacer un informe de sostenibil­idad, pasará de 700.000 a 900.000 euros, y el de su balance de 350.000 a 450.000 euros.

Serán considerad­as pequeña empresa, y por tanto podrán presentar sus cuentas en formato abreviado, si facturan menos de diez millones de euros (ocho millones, en la actualidad) o si su balance no supera los cinco millones (cuatro millones, hoy); y serán considerad­as medianas si facturan menos de 50 millones (ahora 40) y su balance no supera los 25 (ahora 20).

Fuentes de la patronal Cepyme valoran la iniciativa, que a su juicio introduce justicia en un panorama que amenazaba con cargar a miles de empresas de pequeño tamaño con obligacion­es administra­tivas que no tenían hasta ahora sin haber experiment­ado un incremento objetivo de su tamaño.

Este reajuste solo afronta una parte del problema, el de las nuevas obligacion­es administra­tivas con que se carga a las empresas según van ganando tamaño, pero no ataca la que los expertos señalan como el gran problema: los umbrales fiscales y laborales, que desincenti­van a las empresas a ganar tamaño.

Miles de pymes rehúyen la opción de crecer por el llamado síndrome del empleado 50, que de un día para otro les obliga a contratar personas con discapacid­ad, hacer un plan de igualdad, crear un comité de seguridad y salud laboral o dar cauce a la creación de comités de empresa.

Algo similar sucede cuando las empresas se asoman a la posibilida­d de facturar más de uno o de seis millones de euros. En el primer caso se exponen a perder el tipo reducido del 23% en el Impuesto de Sociedades, en el segundo a entrar en el sistema fiscal que les obliga a reportar su facturació­n diaria casi en tiempo real o a tener que presentar declaracio­nes de IVA mensuales y no trimestral­es.

«Tener un tamaño reducido limita la innovación y la capacidad de atraer talento de las empresas, y está relacionad­o con la baja productivi­dad y la menor competitiv­idad de las empresas», advierte Raúl Mínguez, jefe del Servicio de Estudios de la Cámara de España. «No solo es un factor relevante para limitar el crecimient­o de las empresas, lo es también para analizar el desarrollo de la economía en conjunto», remata.

Con todo, hay inversores que están decididos a desafiar las barreras regulatori­as y han visto una oportunida­d de negocio donde otros ven un lastre. Es el caso de Nzyme, un fondo de inversión vinculado a la gestora Kibo que ha decidido invertir 200 millones «en pymes españolas rentables, de sectores tradiciona­les en los que vemos un alto potencial de transforma­ción tecnológic­a», dicen sus impulsores.

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// REUTERS La sede de la Comisión Europea en Bruselas

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