ABC (Córdoba)

Victoria del Atlético a la antigua usanza

▶Una colonia de defensas en el tramo final ante el empuje del Betis, gol de Morata y agonía para sujetar el triunfo

- JOSÉ CARLOS CARABIAS MADRID Simeone

Vuelve el Atlético a la suma de alivio, tres puntos, un gol de Morata, victoria agónica ante el Betis después de los traspiés de Bilbao, Almería, Milán... Después, sobre todo, del disgusto de una final de la Copa del Rey desperdici­ada. Fue un triunfo a la vieja usanza, con el malestar estético de una colonia de defensas, nervios en la afición y el equipo, pero una pieza a la cazuela después de todo.

El Atlético trata de reencontra­r el paso y regresar a ese estado de felicidad de unos meses atrás. El proceso le cuesta sudores y escalofrío­s porque sus pilares se tambalean, el entramado defensivo sigue flotando como un flan en azúcar diluido y el gol se cotiza ahora caro. El varapalo de Bilbao, la carnicería de los hermanos Williams, todavía se adivina en las huestes locales.

El Betis que alcanzó cierto grado de brillantez hace tiempo con Pellegrini se ha difuminado igualmente. Y el grupo verdiblanc­o que penetra en el gélido Metropolit­ano lleno de bufandas y gorros dista mucho de ser el equipo que enamoraba y distraía al personal.

Cada vez que la defensa andaluza tiene que poner la pelota a ras de suelo tiembla la mitad de Sevilla porque aquello es un desastre. Ni Pezzella ni, sobre todo, Bellerín atinan con el pase amigo, una visión adecuada que pide la jugada, siempre una pierna rojiblanca se interpone y amenaza en la continuaci­ón a Rui Silva.

Fallos de Memphis

Por esta vía percute el Atlético. Practica el ‘gegenpress­ing’, el estilo táctico que consiste en presionar intensamen­te nada más perder la pelota. Llegan las oportunida­des y la explicació­n a los males que últimament­e aquejan a los rojiblanco­s. Memphis falla dos goles en la misma jugada, tras rechace. No es el holandés ninguna garantía de elocuencia con el balón en los pies, falla demasiadas pases, se intuye técnica pero se precipitan los errores en las entregas, ninguna claridad, esa lentitud de su aparente sobrepeso, solo el aval de los zambombazo­s lejanos y la potencia física.

También falla Morata, que ha transitado durante semanas en su antigua versión desmoraliz­ante. Precipitac­iones,

ansiedad, malas decisiones y demasiadas protestas. En un lance tiene la opción de seguir con el balón encarando al portero, pero prefiere tirarse y generar la duda del penalti. Manías de futbolista­s que generalmen­te nadie reprende.

Morata tira horroroso el penalti que él mismo provoca poco después, blando y telegrafia­do al costado derecho de Rui Silva, también se descompone en el rechace y hace pensar que nada bueno saldrá de esas botas esta tarde.

Ha marcado en propia Rui Silva, en una contra bien dirigida por Lino que se emborrona cerca del guardameta luso. El Betis se estira, el Atlético concede, graniza en Madrid, un tiro de Rodri casi sorprende a Oblak. El Atlético no está muy allá, pero el Betis está mucho peor.

Y por esa razón se explica el segundo tanto de los colchonero­s. Un tiro desde fuera del área, albricias, milagro este sí, de un rojiblanco (Rodrigo de Paul) y en el rechace, a puerta vacía, Morata aplica su mayor verdad: dirige perfecto el remate de cabeza.

Los cambios tienen un efecto sanador para el Betis en el descanso. William Carvalho y Guido aportan criterio, posesión de la pelota y sabiduría en el oficio. El Atlético no necesita más argumentos para echarse atrás y buscar el contragolp­e. Pero los andaluces creen en la remontada, se lo toman con paciencia y se adueñan del partido.

Sin tensión

De repente al Atlético le falta tensión, toda la energía la pone el Betis, la presión cerca de Oblak. En una de las andanadas, Llorente la pasa mal, el Chimy la recupera y habilita a Carvalho, quien se saca un tiro con vuelo que va a la escuadra. Oblak las paraba antes, se estiraba hasta el cielo, ayer como un portero de corte normal la vio adentro.

Es una película conocida en el Metropolit­ano. Un marcador a favor, un repliegue impostado o voluntario, un gol del rival y a sufrir porque así es el Atlético. Ya no hay ocasiones colectivas para Morata, tampoco por su cuenta las fabrica Memphis, cada vez más torpe con la pelota, han salido al campo Saúl y Nahuel Molina, pero no han mejorado mucho el juego de su equipo.

En esos momentos de dificultad y asedio, el personal se acuerda de Griezmann, la claridad de su fútbol, la visión del talento... Toca remar porque el Betis aprieta mucho y con fe. Oblak vuelve a ser quien fue en una parada colosal, abajo, rebote al poste. Riquelme promete algo diferente con sus correrías y su técnica. Pero el Atlético acaba hundido en su área, pitos al cambio de Savic por Morata, una montaña de defensas protegen el área y sus inmediacio­nes, llega la agonía inevitable, la de siempre, y el triunfo por los pelos.

Entrenador del Atlético

«Veníamos de un partido duro, no llegar a una final, y le dábamos vueltas a la cabeza. Es una victoria que necesitába­mos»

Pellegrini Entrenador del Betis

«En el segundo tiempo no tenemos nada que reprocharn­os, aunque me voy un poco amargado por las pérdidas de balón»

Morata, tras marcar su gol, el segundo del Atlético

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