El olvidado cazador científico
Grandes nombres de la caza contribuyeron a la ciencia con sus hallazgos y colaboraciones
Las leyes que regulan la caza y aquellas otras que regulan la actividad en los parques nacionales y refugios de fauna suelen tener un apartado que posibilita abatir o capturar animales con fines científicos. Así, la Ley de Caza de 1970 en su artículo 26 autoriza la caza y captura de aves y mamíferos con fines científicos al peticionario que presente un informe favorable de la institución directamente relacionada con su actividad investigadora.
Medida correcta a mi entender, del todo imprescindible para el progreso de la ciencia biológica. Lo demuestra la propia historia, pues en su devenir fueron muchos los cazadores que aportaron con las piezas que abatían información interesante desde el punto de vista científico, ya fuese taxonómico, ya fuese etológico, ya fuese ecológico. Recordemos al norteamericano John James Audubon (1785-1851), con las aves que dibujó primorosamente y que sirvieron para confeccionar la primera guía ornitológica de Norteamérica; al inglés Charles Darwin (1809-1882), con los especímenes tanto de anfibios como de reptiles, aves y mamíferos que ayudaron a explicar su teoría de la evolución, y a Pierre Poivre (1719-1786), que proveyó al famoso ornitólogo alemán Erwin Stresemann (1889-1972) de especímenes de aves de Cantón, Manila, India y Madagascar para su sistematización. O a los ingleses Albert Chapman (1851-1929) y Walter Buck (1881-1966), quienes recorrieron casi todas las regiones españolas cazando, explorando y describiendo paisajes y vida salvaje, proponiendo medidas conservacionistas y estudiando el comportamiento de numerosas especies; a la expedición Malaspina (1789-1794), que coleccionó un gran número de animales que pasaron por las manos del estudioso guatemalteco Antonio Pineda y Ramírez (17511792); al igual que la expedición James Cook (1743-1820) con el naturalista inglés Joseph Banks (1743-1820), que describió un buen número de especies de animales y plantas. También al mismísimo Aldo Leopold (1887-1948), ingeniero forestal estadounidense considerado uno de los pensadores conservacionistas más influyentes, cuya experiencia en la caza de aves y de mamíferos le sirvió para elaborar textos sobre la gestión, manejo y conservación de la fauna salvaje.
En la actualidad
En los últimos tiempos, mitad del siglo XX e inicios del XXI, no existen reseñas de cazadores científicos sobresalientes. Lógico, ya que, por ejemplo, el avance de la tecnología ha permitido que la identificación de animales para encuadrarlos en el grupo taxonómico al que corresponden se pueda llevar a cabo mediante la captación de imágenes en la naturaleza sin menoscabo físico para ellos.
Pero también existen casos en los que es necesaria la caza como tal, por ejemplo en la obtención de datos resultantes de los análisis tanto externos como internos de animales abatidos que permiten avanzar en el conocimiento de sus parásitos y enfermedades y por ende en la aplicación de los remedios sanitarios adecuados, redundando esta circunstancia en el bienestar de sus poblaciones. Como nota histórica de este concepto de la caza tenemos el caso protagonizado por un grupo de amigos, entre ellos a destacar Francisco León y Ramón (Moncho) Coronado, por desgracia ya desaparecidos de este mundo, que allá por el año 1955 crearon un club al que llamaron Alcyon. Sus miembros consideraban que la caza estaba perfectamente integrada en el conocimiento y conservación de la naturaleza y abogaban por una nueva figura de cazador versado y responsable que ejerciera su afición sin alterar la obtención de recursos naturales, figura que propusieron conocer como ‘cazador naturalista’. Estructuraron una comisión de estudios cuyos componentes, además de adquirir experiencia como naturalistas de campo, colaboraban con los centros científicos que por entonces existían en España en temas como anillamientos, censos, estudios de vertebrados, etcétera. Todo un reto que logró el club mientras tuvo vida. Y todo un ejemplo de lo que debe ser un cazador científico.
En 1955 se fundó el club Alcyon, cuyos miembros abogaban por la figura de un cazador naturalista