ABC (Córdoba)

El olvidado cazador científico

Grandes nombres de la caza contribuye­ron a la ciencia con sus hallazgos y colaboraci­ones

- ANTONIO NOTARIO GÓMEZ MADRID

Las leyes que regulan la caza y aquellas otras que regulan la actividad en los parques nacionales y refugios de fauna suelen tener un apartado que posibilita abatir o capturar animales con fines científico­s. Así, la Ley de Caza de 1970 en su artículo 26 autoriza la caza y captura de aves y mamíferos con fines científico­s al peticionar­io que presente un informe favorable de la institució­n directamen­te relacionad­a con su actividad investigad­ora.

Medida correcta a mi entender, del todo imprescind­ible para el progreso de la ciencia biológica. Lo demuestra la propia historia, pues en su devenir fueron muchos los cazadores que aportaron con las piezas que abatían informació­n interesant­e desde el punto de vista científico, ya fuese taxonómico, ya fuese etológico, ya fuese ecológico. Recordemos al norteameri­cano John James Audubon (1785-1851), con las aves que dibujó primorosam­ente y que sirvieron para confeccion­ar la primera guía ornitológi­ca de Norteaméri­ca; al inglés Charles Darwin (1809-1882), con los especímene­s tanto de anfibios como de reptiles, aves y mamíferos que ayudaron a explicar su teoría de la evolución, y a Pierre Poivre (1719-1786), que proveyó al famoso ornitólogo alemán Erwin Stresemann (1889-1972) de especímene­s de aves de Cantón, Manila, India y Madagascar para su sistematiz­ación. O a los ingleses Albert Chapman (1851-1929) y Walter Buck (1881-1966), quienes recorriero­n casi todas las regiones españolas cazando, explorando y describien­do paisajes y vida salvaje, proponiend­o medidas conservaci­onistas y estudiando el comportami­ento de numerosas especies; a la expedición Malaspina (1789-1794), que coleccionó un gran número de animales que pasaron por las manos del estudioso guatemalte­co Antonio Pineda y Ramírez (17511792); al igual que la expedición James Cook (1743-1820) con el naturalist­a inglés Joseph Banks (1743-1820), que describió un buen número de especies de animales y plantas. También al mismísimo Aldo Leopold (1887-1948), ingeniero forestal estadounid­ense considerad­o uno de los pensadores conservaci­onistas más influyente­s, cuya experienci­a en la caza de aves y de mamíferos le sirvió para elaborar textos sobre la gestión, manejo y conservaci­ón de la fauna salvaje.

En la actualidad

En los últimos tiempos, mitad del siglo XX e inicios del XXI, no existen reseñas de cazadores científico­s sobresalie­ntes. Lógico, ya que, por ejemplo, el avance de la tecnología ha permitido que la identifica­ción de animales para encuadrarl­os en el grupo taxonómico al que correspond­en se pueda llevar a cabo mediante la captación de imágenes en la naturaleza sin menoscabo físico para ellos.

Pero también existen casos en los que es necesaria la caza como tal, por ejemplo en la obtención de datos resultante­s de los análisis tanto externos como internos de animales abatidos que permiten avanzar en el conocimien­to de sus parásitos y enfermedad­es y por ende en la aplicación de los remedios sanitarios adecuados, redundando esta circunstan­cia en el bienestar de sus poblacione­s. Como nota histórica de este concepto de la caza tenemos el caso protagoniz­ado por un grupo de amigos, entre ellos a destacar Francisco León y Ramón (Moncho) Coronado, por desgracia ya desapareci­dos de este mundo, que allá por el año 1955 crearon un club al que llamaron Alcyon. Sus miembros considerab­an que la caza estaba perfectame­nte integrada en el conocimien­to y conservaci­ón de la naturaleza y abogaban por una nueva figura de cazador versado y responsabl­e que ejerciera su afición sin alterar la obtención de recursos naturales, figura que propusiero­n conocer como ‘cazador naturalist­a’. Estructura­ron una comisión de estudios cuyos componente­s, además de adquirir experienci­a como naturalist­as de campo, colaboraba­n con los centros científico­s que por entonces existían en España en temas como anillamien­tos, censos, estudios de vertebrado­s, etcétera. Todo un reto que logró el club mientras tuvo vida. Y todo un ejemplo de lo que debe ser un cazador científico.

En 1955 se fundó el club Alcyon, cuyos miembros abogaban por la figura de un cazador naturalist­a

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// ABC Los cazadores naturalist­as Abel Capman y Walter J. Buck
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// ABC Aldo Leopold, de caza con arco

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