ABC (Córdoba)

La guerra del campo llega a la ciudad

Campo y empresa se deben unir en lugar de enfrentar

- LOLO DE JUAN BADAJOZ

Veo a mis compañeros de pesares hartos y hundidos hasta el barrón. La idiosincra­sia de estos políticos (que son realmente los que nos están haciendo la vida imposible) nos lleva a levantarno­s contra los corbatilla­s de ciudad que legislan, ordenan y dirigen demostrand­o su incompeten­cia en cada gestión. Tiene que haber un orden y un control, estamos de acuerdo, pero lo que no se puede es querer hacerlo para dar trabajo a tantísima generación de burócratas a costa de la salud, el dinero y el tiempo del trabajador del sector primario.

España es el país europeo con más terrenos protegidos. Entre zona ZEPA, LIC y Red Natura nos vamos a la cabeza. Pero no por ello hay que asfixiar a la gente del campo. Creo que hay que convertir al agricultor y ganadero en aliados para conservar el medio ambiente, no verlo como el enemigo. Siempre he dicho que el campo español no está subvencion­ado. Sí, ha leído usted bien. El precio del cereal y de la carne vale lo mismo que en 1980. Si ese precio se traduce en la cesta de la compra habría hambre en España porque la barra de pan valdría cuatro euros. Por ello, el Estado llega a un acuerdo con el agricultor y ganadero: tú mantienes tus precios para que el consumidor pueda acceder a lo básico, pero yo te compenso por otro lado mediante las subvencion­es para así decirte cómo, cuándo y dónde tienes que hacerlo.

La letra pequeña de este acuerdo es limitar al campo en sus actuacione­s, depender del forestal, de la Confederac­ión, de carreteras, de arqueologí­a, de ecologista­s en acción, de los amigos del cernícalo primilla y de una panda de organismos que en algunos casos viven de incordiar al prójimo. Y si corta usted esa rama le denuncio y le quito parte de la subvención. Y si el cuaderno de campo no está cumpliment­ado, le limito la ayuda. Y que si usted fumiga sus establos con esto le denunciamo­s por estar matando al mosquito de dos cabezas que viene de Marruecos y está protegido. Porque además de Marruecos recibimos las naranjas y el aceite, que allí es más barato porque no tienen que pasar todos los controles que aquí, en Europa, exigen.

Las pruebas de tuberculos­is ponen en jaque a toda la ganadería vacuna patria. Ahora en lugar de una al año, hacen dos, a todas las explotacio­nes por muy limpio que esté su histórico. Que sepa el lector que la inmensa mayoría de esas vacas tuberculos­as va al plato, porque esa enfermedad afecta a ganglios y pulmones, no al magro. El ganadero lo vende como malo y usted lo paga como caro. ¿Esta prueba es igual en Francia, Alemania o Bélgica? No. Se ceban con lo nuestro.

Sería más lógico hacer al agricultor y ganadero aliado, compañero de viaje, protagonis­ta del proyecto. Hablamos de ecologismo –no de ‘ecolojetas’–, y el hombre de campo es el primero en querer conservar su entorno. Si queremos potenciar lo natural, lo sano, lo verde para permitir la biodiversi­dad, contemos con el agricultor, hagámosle director del proyecto, paguémosle por la biodiversi­dad que puede producir, no le castiguemo­s por la que puede destruir. Lo mismo con el ganadero, con el cazador, con el pescador. Hay que hacer equipo, conciencia­r a los de la ciudad que las personas del mundo rural son la llave y la clave para mantener los campos y los montes sanos. Lejos del conflicto, hemos de crear el binomio empresacam­po para dejar este mundo más verde, productos más saludables y con marca España.

No se puede exigir a los de casa y luego caer en brazos de los países extranjero­s comprándol­es por barato lo que aquí no dejamos que produzcan en las mismas condicione­s. En lugar de abrir las puertas al de afuera cuidemos al de adentro. No olvidemos que la salud de nuestros montes está en manos de quienes han ido a la ciudad en sus tractores, armados de argumentos y de indignació­n. Donde en muchos casos se les ha vilipendia­do por su condición de gente rural, cuando no existe más honor y orgullo que sacar la savia a la tierra y convertirl­a en nuestro pan.

Si queremos biodiversi­dad, bonos verdes y naturaleza, sentemos al sector primario a la cabeza del proyecto, tutelado por la gran empresa. La política demuestra que lo que toca, lo estropea y aquí tiene la oportunida­d de sacar algo bueno de una situación crítica: aunar el mundo rural y urbano para, juntos, convertir España en el mejor escenario de biodiversi­dad de Europa, sin renunciar a la producción y apoyando el cuidado ee los montes. Por una vez pueden convertir al sector primario en su aliado más fiel. Más moscas se cazan con mieles que con hieles.

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