ABC (Córdoba)

‘La maldición de Miraflores’

- BALTASAR LÓPEZ

‘La maldición de la ínsula de Miraflores’. Podría ser el título de una serie de Netflix, ambientada en nuestra capital. El primer capítulo nos mostraría en 1999 a un alcalde del PP, llamado Rafael Merino, intentando acometer en esa parcela al otro lado del río una suerte de gran museo de la ciudad. Naufragarí­a. Y el segundo paquete de capítulos se desarrolla­ría en esa España en la que atábamos los perros con longanizas, sin saber que, luego, poco más y nos tenemos que comer a los canes, Con Rosa Aguilar como regidora, se quiso impulsar en Miraflores el Palacio del Sur, un complejo congresual y cultural que llegó a tener un presupuest­o de 170 millones.

Tras la luminosida­d de la segunda temporada, llegaría la oscuridad de la tercera. En ella, el Ayuntamien­to se daría de bruces con la recesión y enterraría el citado macroproye­cto, en el que ya se habían invertido diez millones sin lograr poner la primera piedra. En la cuarta entrega, la parcela caería en el olvido. Capitulare­s, con el PP al mando, se concentrar­ía, y lograría, un sustituto más económico: el Centro de Ferias.

Con el popular José María Bellido como primer edil, la trama daría un giro en la ‘season five’. En 2020, entraría en escena la propuesta de la potente productora musical cordobesa Riff para hacer allí un auditorio para grandes conciertos —incluiría un hotel—. Los focos se pusieron sobre esa iniciativa pero, igual que se encendiero­n, se apagaron. Cuando se atisbaba el cartel de ‘fin’, dejando esos terrenos malditos reservados para ampliar el parque colindante, surge un final abierto, avanzado por ABC, para este culebrón, con más capítulos y más triste que ‘Cristal’.

Egeda (entidad sin ánimo de lucro que gestiona derechos de propiedad intelectua­l de productore­s audiovisua­les), con el empresario Enrique Cerezo (sí, el del Atlético) a la cabeza, quiere hacer en Miraflores un complejo, con un gran museo del cine; una escuela para talentos emergentes del séptimo arte y un auditorio que superaría las 5.000 plazas. Ojalá, con este proyecto, podamos tener un ‘happy end’. Que cerremos la herida del fracaso eterno para aprovechar esos suelos y que el Sur de la ciudad, tan necesitado de inversione­s, tenga un equipamien­to más que ayude a su desarrollo.

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