ABC (Córdoba)

Juego de equilibrio­s en el Episcopado, con Argüello y Cobo en su cúpula

▶Los obispos dan un giro y apuestan por el arzobispo de Valladolid para liderar la Iglesia española ▶El nuevo presidente y vicepresid­ente representa­n las dos sensibilid­ades de la Conferenci­a Episcopal

- JOSÉ RAMÓN NAVARRO PAREJA MADRID

Al acabar un cónclave se habla de ‘Papa de transición’ cuando dada la alta edad del elegido se prevé que su pontificad­o sea breve. Algunos lo ven como una estrategia para reorganiza­r el colegio cardenalic­io en búsqueda de nuevas mayorías; otros, un tiempo para resituarse en espera de momentos más favorables; los menos, una versión católica de la patada hacia delante. Pero, en la práctica, los pontificad­os de transición acaban siendo momentos apasionant­es de grandes cambios, y sólo hay que recordar que el último, –el de Juan XXIII entre 1958 y 1963– fue el que propició la gran renovación de la Iglesia, el Concilio Vaticano II.

Reúne, la elección de Luis Argüello como presidente de la Conferenci­a Episcopal, algunas caracterís­ticas de un pontificad­o de transición, condiciona­do por la normativa vaticana que le impide presentars­e a un segundo mandato. Sabe Argüello que tiene por delante cuatro años, pero sólo cuatro. Sus armas es que llega con los deberes hechos, la lección aprendida y consciente de que su tiempo es finito.

Todo ello ha pesado en su elección. Aunque en primera votación y con un respaldo de 48 votos (de los 78 posibles) no cabe duda de que los obispos lo han considerad­o su mejor baza. Con el mensaje de que las reformas que esperan de él, no se pueden hacer esperar. La primera de ellas, el gesto de salir a saludar a las víctimas de abusos que se manifestab­an en la calle frente a la Conferenci­a. La reclamació­n, hasta ahora ignorada, de un acto público de perdón, parece más cerca.

No es el de Argüello el único nombramien­to, la Conferenci­a Episcopal ha renovado a toda su cúpula y ahí caben destacar dos palabras en apariencia contrapues­tas: equilibrio y continuida­d. La primera, porque los obispos, lejos de significar­se por una de las sensibilid­ades internas –como ocurrió cuando el ala progresist­a eligió entre su corriente a Omella y Osoro– han preferido volver al tradiciona­l juego de equilibrio­s entre presidente y vicepresid­ente, y han elegido para este último cargo al arzobispo de Madrid, el cardenal José Cobo.

Cierto que su respaldo ha sido menos significat­ivo que el de Argüello. En segunda votación y rozando la mayoría absoluta (39 apoyos), lo que hace pensar que el voto que el pasado viernes perdió el cardenal Omella –que previsible­mente no hubiera apoyado a Cobo– podría haber llegado a ser decisivo. En todo caso, la misma mayoría episcopal que ha elegido a Argüello, ha proclamado al «hombre del Papa en España» como su vicepresid­ente, lo que despeja cualquier sospecha de que la elección buscaba romper la comunión con el Pontífice.

De hecho, ellos mismos se han encargado de desmentirl­o en su primera comparecen­cia conjunta ante la prensa. «Tenemos una especial responsabi­lidad, que es precisamen­te cuidar ese ejercicio de colegialid­ad de los obispos de España, su vinculació­n con el obispo de Roma, y desde él, con toda la Iglesia universal, y alentar también que todo el pueblo de Dios camine unido», explicaba Argüello. De igual forma, Cobo ha mostrado su intención de «seguir aprendiend­o a trabajar en equipo» con la «clave» puesta en el «servicio». Dos sensibilid­ades y un mismo criterio que vuelven a mostrar que no hay nada más parecido a un obispo que otro obispo.

El resto de las elecciones confirman la otra tendencia: continuida­d. Prácticame­nte todos los cargos repiten mandato, excepto aquellos que han tenido que ser sustituido­s por razones de edad. Lo más significat­ivo, la incorporac­ión del arzobispo de Valencia, Enrique Benavent,

en la Comisión Ejecutiva, el verdadero órgano de gobierno de los obispos. Junto a él repiten, Ginés García Beltrán, obispo de Getafe; Jesús San Montes, arzobispo de Oviedo; Mario Iceta, arzobispo de Burgos; José Ángel Sainz Menes, arzobispo de Sevilla; y José María Gil Tamayo; arzobispo de Granada, además del presidente, vicepresid­ente y el secretario general, García Magán, cuya elección no correspond­ía hacer en esta Plenaria.

Y, aunque no hay un programa electoral, las primeras palabras en público de Argüello sí que han marcado unas

«Nos preocupa la pobreza de corazón y también la material: jóvenes sin empleo y con dificultad para crear una familia»

prioridade­s. «Nos preocupan situacione­s de pobreza del corazón, de soledad, de falta de sentido, de pobreza afectiva y, cómo no, las pobrezas materiales: jóvenes sin empleo o con dificultad­es para contraer matrimonio y poner en marcha una familia. También los inmigrante­s, aquellos jóvenes que deambulan por las calles. Para todos se trata de llevar la buena nueva del Evangelio», ha comenzado diciendo.

Ante ello se ha mostrado optimista al afirmar que «la sociedad española tiene un anhelo oculto y muchas veces muy expresado de encontrar fuentes para una regeneraci­ón ética y espacios para propiciar encuentros y reconcilia­ciones». También, consciente de la seculariza­ción que vive la sociedad española, y el alejamient­o de muchas personas de la vida de la Iglesia, ha remarcado algunos acontecimi­entos que «nos hacen tener una gran esperanza» como el Congreso de Laicos, el encuentro del ‘primer anuncio’ o el Congreso de Educación. Y ha llegado a afirmar que los obispos «estamos deseando que los laicos tiren de nosotros».

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// TANIA SIEIRA Cobo (izquierda) y Argüello, el nuevo tándem de los obispos

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