Los autores intelectuales del 14-M
El 11-M como patrón para la resolución de conflictos
Por lo que llevamos visto y oído, la secuencia que hace ahora veinte años arrancó con los atentados del 11-M y concluyó, tres días después, con la victoria electoral de Zapatero, se puede resumir en lo que Rubalcaba –parroquiano del bar Faisán, pedidos telefónicos– dijo en el entreacto: «Los españoles se merecen un gobierno que no les mienta».
La verdad es hoy la memoria democrática, escrita en la pantalla por quienes en un alarde de independencia coinciden con Rubalcaba: el Gobierno de Aznar mintió tras los atentados, la prensa libre lo desenmascaró, la gente se echó a la calle en una espontánea expresión de resiliencia frente a la manipulación y el domingo salió en hombros Zapatero. No nos falles, le gritaron. No me falléis, respondió el ya presidente a su camarilla de historiadores, peones blancos, por blanqueadores, de la teoría de la inspiración y la expiración.
La verdad es que todo aquello comenzó más de un año antes. Cojamos la gala de los Goya del «No a la guerra» como acto fundacional de un movimiento presuntamente pacifista –tanto como ecologista fue el ‘Nunca Mais’– cuya intencionalidad no era otra que satanizar a Aznar por su papelón en la guerra de Irak. Venga manifestaciones, Bardem para arriba, Bardem para abajo, más de un año dale que te pego, hasta un 11-M que el PSOE, animador del pasacalles, usó para sugerir a su público objetivo que los atentados fueron consecuencia de la guerra de Bush y Aznar. Seguir, veinte años después, discutiendo en las teles si fueron peor las medias verdades del Ejecutivo popular que la campaña –sin redes sociales, solo pedidos telefónicos, lo que añade mérito al montaje– orquestada por Ferraz no nos lleva ya a ningún lado.
Por sus consecuencias a medio plazo, fue peor la consideración de que el terrorismo responde a una relación de causalidad. De ahí la «superación definitiva» de cualquier ‘conflicto’ –todos provocados por el PP–, ya sea a través de una retirada de Irak, de la incorporación de Otegi a la dirección del Estado o de la redacción de una ley de amnistía. El reencuentro, la convivencia, la paz... Todo eso.