Esas pequeñasgrandes cosas

SIENTO vértigo cuando me asomo al foro de la política nacional. Cada día que pasa se asemeja más a una cochiquera donde lo único que se percibe es la riña de los cerdos. Eso está llevando a la ciudadanía a perder la confianza en el futuro de España. Por eso considero que lo más prudente es retirarnos a foros más cercanos y hablar de nuestras pequeñas cosas. Tal vez encontremos allí una política más decente que la que percibimos en la lejanía. Hablemos de Córdoba, con la esperanza de que nuestra participación sirva para mejorar las cosas y poder recobrar confianza en la política.

Desde hace algunos días, en los medios locales y muy especialmente en este periódico, se ha levantado la voz para denunciar el abandono que esta ciudad hace de algunos bienes realmente valiosos. Se ha hablado de los afamados bancos de Los Patos y su entorno. Luis Miranda en su artículo ‘Más que la Base’, nos avisa que «vuelve el fantasma de la Córdoba que no conoce su propia belleza». También este periodista denuncia en otro artículo el abandono absoluto en el que se encuentra la sede de la Real Academia; Igualmente nuestra entrañable María Amor pide en ‘Más cine, por favor’, que no olvidemos el valor de los famosos cines de verano de Córdoba. Los profesionales de este periódico nos han hecho saber la situación de dejadez en la que se encuentran el edificio de La Pérgola; el olvido del quiosco del bulevar del Gran Capitán; o la razonable queja de los vecinos del Casco Histórico gritando «aquí falta un árbol». Y hay muchas más cosas que para una ciudad como Córdoba deberían avergonzar a quienes tienen la responsabilidad de gestionar nuestro patrimonio y también a quienes como ciudadanos libres que somos tenemos la obligación de exigírselo.

Los pequeños detalles hacen la diferencia. Pues si los demás están a la gresca, ¿por qué no se actúa aquí ejemplarmente y ponemos en valor esas pequeñas grandes cosas que hacen a Córdoba diferente?