Pintor sevillano de lo sublime
Gerardo Delgado (1942-2024) Figura central de la abstracción sevillana, fue miembro de la Nueva Generación de Aguirre, estuvo en la colectiva ‘1980’, y fue muy cercano a Fernando Zóbel y Carmen Laffón
Nacido en el pueblo sevillano de Olivares, en un Aljarafe al que terminaría volviendo, Gerardo Delgado, que ha fallecido el pasado día 5 a los 82 años, era, al igual que su primo José Ramón Sierra, y que Juan Suárez, arquitecto de formación. Nos conocimos allá, en la Librería Reina Mercedes, frente a la Escuela de esa materia, de la que fue profesor. En 1968, año de su seminal exposición de construcciones manipulables y policromadas, ‘Obra abierta’, titulada con Umberto Eco, y que tuvo por escenario La Pasarela, la sala moderna de aquella Sevilla.
Miembro de la Nueva Generación liderada por Juan Antonio Aguirre, como para otros del grupo fue clave para él el ejemplo de su tocayo Gerardo Rueda, y de Gustavo Torner. Colaborador de los seminarios de Formas Computables del CCUM, todo eso se vio en Sevilla, también en 1968 y en La Pasarela, en ‘Arte y ciencia’, una colectiva en cuya inauguración nos presentó a Teixidor, Yturralde y Tomás García. Era ya un joven maestro, y el líder de la escena sevillana. Lo veíamos muchísimo, en la casa paterna (fue colaborador del ‘Correo de las Artes’ de ‘El Correo de Andalucía’), en los cineclubs (era cinéfilo empedernido), en Conde de Ibarra, donde Carmen Laffón (de la que más tarde comisariaría varias exposiciones) y José Soto compartían estudio con Zóbel. En 1972, en Juana Mordó (y luego en la barcelonesa Adrià, y en la valenciana Val i 30) fue uno de los ‘Nueve pintores sevillanos’ de Juana de Aizpuru.
Como Teixidor, Gerardo Delgado evolucionó pronto hacia la pintura-pintura, más por influencia de los norteamericanos de lo sublime que vía su lectura francesa por Pleynet. Estuvo en colectivas de esa tendencia, destacando, en 1977, ‘En la pintura’, en el Palacio de
Cristal. También, de nuevo en Juana Mordó, en el otoño de 1979, en ‘1980’, donde abogábamos por la coexistencia pacífica de esa abstracción, con ciertas figuraciones. En ‘Las palmeras salvajes’, texto de título tomado de Faulkner, pu+blicado en 1978 en ‘Separata’, la revista de Jacobo Cortines, a cuyo comité de redacción perteneció, enunció su particular teoría de una abstracción (la suya) que incorporaba con suma inteligencia, y gran sensibilidad para el color, construcción y dispersión, orden y caos. Pintura rigurosa, meditativa, a veces con alusiones al mundo en torno: a Itálica, a Schubert, a Lisboa (’En la ciudad blanca’, Egam, 1983)… Además de los nombrados, su obra la expusieron Gamarra y Garrigues, Grupo Quince (de 1984 es su carpeta de litografías ‘Las ruinas’), René Metras, Joan Prats, Miguel Marcos, y últimamente Rafael Ortiz y Fernández-Braso. Sendas revisiones de su trayectoria las han propuesto el CAAC de Sevilla (2017), y el CAC de Málaga (2023). En sus cuadros más recientes, algunos de los cuales, en rojos y negros, ha traído Rafael Ortiz a Arco, vuelve a las querencias geométricas de su juventud. Cuántos, cuántos recuerdos.