Lo que importa un huevo
Al parecer, lo «moderno» y lo «razonable» es, como en Francia, ascender el aborto a un derecho constitucional y al nasciturus, que le den
OCURRIÓ también en Francia, el país que la semana pasada escenificó con majestuosidad y rimbombancia versallesca su liderazgo mundial en cuestiones abortistas una vez que ha dado el paso de elevar a derecho constitucional ese eufemismo conocido como «la interrupción voluntaria del embarazo», porque lo de aborto quizá suena demasiado violento.
Para algunos y algunas (que es 8-M) lo «moderno» y lo «razonable» es que así sea.
Lo que ocurrió también en Francia fue que un naturalista ha sido condenado a pagar 7.300 euros de multa por molestar a una pareja de quebrantahuesos. Quería el hombre filmar el milagro de la vida en las aves con una cámara de vídeo en su nido, localizado en las montañas pirenaicas del Alto Garona, pero se acercó tanto que el quebrantahuesos y la quebrantahuesas (vamos a tope con el lenguaje inclusivo que, repito, es 8-M) abandonaron la incubación de su único huevo durante más de una hora. ¡Sesenta minutos, una auténtica atrocidad a esas alturas de incubación! Al final el pollo nació pero para morir poco tiempo después. Y ese año la escarmentada pareja de quebrantahuesos tuvo que trasladar su nido a un lugar mucho peor, donde probablemente fracasará de nuevo el próximo huevo. Quizá sea exagerado pero podemos estar hablando de un exterminio del quebrantahuesos, lo que en Francia sin duda no es «razonable» ni mucho menos «moderno».
A este lado de los Pirineos el panorama es casi idéntico. Son varios los albañiles que han sido condenados en los últimos años por destruir nidos de golondrina en Cataluña en el transcurso, por ejemplo, de una faena de encalamiento de una fachada o el retejado de una casa, porque la ley de patrimonio natural y biodiversidad establece literalmente que «queda prohibido dar muerte, dañar, molestar o inquietar intencionadamente a los animales silvestres, lo que incluye la destrucción, daño, recolección y retención de sus nidos, de sus crías o de sus huevos, aun estando vacíos». La multa por eliminar la vida (o la posibilidad de vida) de un polluelo de golondrina, esas que van y vienen a tu balcón, puede oscilar entre los 5.001 y los 200.000 euros. A otros paletas de Mallorca les costó, además de miles de euros, la expulsión de su profesión durante año y medio por sentencia judicial. En su día, tres militares se libraron por los pelos de una pena de cárcel porque en unas maniobras se había malogrado un huevo de águila pese a que se realizaron a más de medio kilómetro del nido.
En Francia, todos los años se producen casi un cuarto de millón de «interrupciones voluntarias del embarazo» (abortos, hablando en plata); en España, cerca de cien mil. Al parecer, para algunos y algunas (que es 8-M) aún tenemos mucho que aprender de esos «modernos» y «razonables» franceses a los que el nasciturus y su protección jurídica les importan un huevo.