Pedro Sánchez: corrupción total
El caso Koldo es un escándalo a la altura de lo que encarnan el líder socialista y sus socios
CUANDO pensamos que no puede caer más bajo, el caudillo socialista nos sorprende con un nuevo movimiento destinado a rebajar su ya ínfima catadura. Una pirueta obscena. Una proclama solemne en la que resulta imposible encontrar una sola afirmación veraz. Pedro Sánchez ha batido ya todas las marcas de indecencia establecidas por sus predecesores, al aunar en su persona las tres formas de corrupción que pervierten la democracia: política, moral y económica.
La amnistía fabricada siguiendo al pie de la letra las órdenes de Puigdemont, que el ministro para asuntos turbios, Félix Bolaños, celebraba el jueves con declaraciones delirantes, constituye un ejemplo perfecto de la primera categoría. Lejos de ser una medida de gracia destinada a restablecer la convivencia en Cataluña, tal como afirma el argumentario oficial del PSOE repetido por sus papagayos, se trata de una ley de olvido que obliga al Estado de derecho a pedir perdón a los golpistas por frenar su intentona sediciosa y castigar sus delitos. Un trampolín ofrecido graciosamente al prófugo de Waterloo a cambio de sus siete escaños, para que regrese a España triunfante y cumpla esa amenaza que no se cansa de reiterar: «Ahora, la independencia». Una transacción infame en la que el presidente del Gobierno garantiza impunidad a criminales condenados o investigados por sedición, malversación, terrorismo y alta traición, en pago por permitirle mantenerse en la poltrona que mancilla con ese acto. Una medida arbitraria y contraria a la justicia, agravada por los embustes con los que intenta justificarla.
Lo cual nos lleva al segundo nivel de ignominia, base de los otros dos, que impregna hasta la raíz el régimen sanchista y en particular a su líder: la corrupción moral inherente a despreciar la verdad, el respeto a la palabra dada, el sentido del honor, la necesidad de cumplir los compromisos contraídos como contrapartida indispensable al privilegio de ejercer el poder en un sistema de libertades. Pedro Sánchez y sus secuaces dejaron atrás hace tiempo el concepto ‘mentir’. Ellos van mucho más allá. Su conducta se asemeja a lo que describe Orwell en ‘1984’ con ese ministerio encargado de adaptar constantemente la realidad a la conveniencia del Gran Hermano. Son capaces de defender una cosa y su contraria poniendo en ello idéntico entusiasmo, porque el único ‘progreso’ al que sirven es el de su ambicioso jefe, creador de una camarilla podrida en la que han medrado y medran chorizos de la peor calaña. Los protagonistas de esa trama que va sumando apellidos.
El que empezó llamándose caso Koldo ya afecta de lleno a Ábalos, Armengol, Torres, Illa, Marlaska, Montero o Begoña Gómez, entre otros. Es un guion mafioso de favores escabrosos, chivatazos, silencios cómplices y fajos de billetes acumulados aprovechando el encierro y la muerte de millares de españoles. Un escándalo a la altura de lo que encarnan Sánchez y sus socios.