‘Rivalidad’, el C3A y el avión cultural
La obra de Romero de Torres justifica el gasto del Ayuntamiento por conservar el aroma de lo clásico
HAY un orden en el que los 700.000 euros que el Ayuntamiento de Córdoba está a punto de pagar por ‘Rivalidad’, la monumental obra de Julio Romero de Torres, son un gasto menos gravoso que los 90.000 que costó traer un avión viejo al Balcón del Guadalquivir y que los 480.000 que todos los años se dedican a que vengan al C3A las exposiciones de la Fundación TBA21. La política marcharía mejor si todo el mundo se aplicase esa lógica que tienen los buenos padres y madres de familia cuando deben decidir sus prioridades económicas: una cena en un restaurante de moda cuesta mucho menos que un verano en que una hija aprenda idiomas en el extranjero, pero lo segundo es más importante y sólo puede pagarse si se renuncia a lo primero.
‘Rivalidad’ cumplirá un siglo el año próximo y conserva todavía un aroma fresco que no es de lo actual, sino de lo clásico. Nadie sabe qué es exactamente el arte, pero sí que no es evidencia, y los cuadros de Romero de Torres rara vez son lo que parecen. Detrás de la fachada figurativa, de la maestría en el retrato y de la agudeza psicológica, el autor de la plaza del Potro siempre deja una pregunta que tiene que responder el que está delante de su obra. ‘Rivalidad’ justifica el gasto del Ayuntamiento no sólo como forma brillante de celebrar los 150 años del nacimiento del artista, sino también como cumbre y obra de madurez de ese estilo en que un erotismo exuberante se pone al servicio de un horizonte que barrunta tragedia detrás de la efímera gloria de la carne.
Los que dentro de unos meses se planten ante el lienzo en el museo tal vez tengan que girar un poco la cabeza ante el sombrero cordobés boca arriba, pero con un poco de calma el eco de la voz de Julio Romero de Torres seguirá nítido cuando ya quedan muy pocos que coincidieran con él en el mundo. Lo que vaya a pasar con todo lo demás es todavía una incógnita, o peor, una apuesta.
No hay arte sin riesgo y audacia, y sin duda los contemporáneos de una obra siempre son los que más difícil tienen comprenderla, pero hay quien ya conoció poesía sobre cayucos, obras sobre el hambre en el mundo e instalaciones que interpelaban al espectador con los problemas más candentes y algún día, al mirar atrás, vio que aquellas obras innovadoras ante las que había que poner caras reconcentradas ya no vivían más que en amarillentos catálogos descatalogados, y los problemas no se habían solucionado pero sí habían cambiado hacia la ecología y los grados del termómetro. A saber qué será de los remedios tribales y de los juegos de espejos qué llegan al C3A con un apellido que algunos pensaron que traería paisajes impresionistas y tablas flamencas, pero si quieren hacer algo innovador y no se sienten aludidos pueden preparar una ‘performance’ con el avión cultural como símbolo de la inconsciencia con que ciertos políticos se dejan engañar, derrochan el dinero ajeno y erigen un monumento a la quimera.