ABC (Córdoba)

Un Sánchez de derechas

La tan cacareada mayoría social es solo un cubata de culines con todo el que jamás se verá en otra como esta

- REBECA ARGUDO

ASUMAMOS ya que la pedagogía no funciona. Da igual cuántas veces y qué reputadas firmas expliquen, de manera clarísima, lo que implica la amnistía. Ya se ha dicho todo y lo han dicho todos. Y no sirve para nada. Y da lo mismo porque no hay detrás de la iniciativa un afán conciliado­r ni la convicción de determinad­a ideología. Detrás solo está la pura transacció­n: dame tus votos y te doy lo que me exiges. ¿Qué cuestan esas botas? ¿Cuánto esta poltrona? Apúntemelo a cuenta. Eso y la connivenci­a fanática del ultra, de aquel que solo debe fidelidad a unas siglas, ni siquiera a unos valores. Mero mercantili­smo al servicio de la ambición personalis­ta. Aunque nos lo vistan de domingo y le peinen los bucles.

Lo peor es que ni siquiera se está comprando el poder, sometido siempre al capricho de la servidumbr­e debida. Aquí el intercambi­o es puntual (esto cuesta la amnistía, esto cuestan los presupuest­os). Aquí lo que se ha comprado es la ostentació­n del poder. El título de presidente, para que nos entendamos. La tan cacareada mayoría social es solo un cubata de culines con todo el que jamás se verá en otra como esta. Ahí radica el acuerdo, en la aglutinaci­ón de sensibilid­ades minoritari­as a las que lo único que les une es el afán por evitar la alternanci­a en el poder. O, dicho de otra forma, que sea el PP quien pueda ganar unas elecciones.

Y a eso es a lo que en neolengua sanchista se le llama «pluralismo político». Otro de esos eufemismos, bajo el que lo que se esconde es el desprecio por el verdadero pluralismo político. Que no sería otra cosa que la pacífica y respetuosa convivenci­a de diferentes ideologías bajo el marco constituci­onal. Porque, no olvidemos, la pluralidad política se encuentra contemplad­a como valor superior junto a (que no por debajo de) la libertad, la justicia y la igualdad.

Da igual, insisto. Se pueden desgañitar reputados juristas y filósofos. Da lo mismo cuántas tribunas y terceras se escriban, cuántas columnas. Dan igual las manifestac­iones y las protestas. Porque detrás, digo, no hay nada sólido, solo el capricho. Debemos asumir ya que, frente a alguien sin freno alguno (ni moral, ni ético, ni económico, ni jurídico, ni social, ni ideológico), la estrategia no puede ser la de la razón.

Una vez asumido esto, sin embargo, el más preocupado debería ser, precisamen­te, el votante socialista. El que piensa que ser de izquierdas es lo único moralmente aceptable (con la que está cayendo). Si consiente en validar la voladura de toda garantía jurídica, la igualdad entre ciudadanos, la separación de poderes, la Constituci­ón misma… ¿Qué ocurriría de llegar al poder la derecha, esa gentuza, tras unas elecciones legítimas? De ser tan terrible como la pintan, ese enemigo a la medida, deberían ser los primeros en defender una democracia radical y la defensa de un riguroso estado de derecho. De los mecanismos de defensa frente a abusos e injerencia­s partidista­s. Por si viene un Sánchez de derechas.

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