ABC (Córdoba)

La indefinici­ón de la Generalita­t amenaza el proyecto millonario de Hard Rock

El complejo de ocio de Tarragona, en manos de los indios seminolas, clave del tramo final de la legislatur­a catalana

- ÀLEX GUBERN BARCELONA

Muy probableme­nte, ningún miembro de la tribu india de los seminolas, en los Estados Unidos, haya oído hablar nunca de Cataluña, mucho menos de las extrañas vicisitude­s políticas y sus consecuenc­ias en el campo económico del llamado ‘posprocés’. Los seminolas estadounid­enses, en particular los cerca de 4.000 asentados en el estado de Florida, tienen otras ocupacione­s, más felices por así decirlo, que leer sobre política catalana, como decidir en qué gastan los más de 100.000 dólares que cada uno de ellos recibe anualmente en forma de dividendo al ser copropieta­rios, entre otros negocios, de una de las cadenas de hoteles y casinos más importante del mundo, Hard Rock Café.

Que la Seminole Tribe of Florida –nombre oficial de esta muy rica tribucorpo­ración– sepa nada o poco de Cataluña no implica que sus destinos no estén en parte cruzados. Y es así desde que en 2014, Hard Rock –empresa que adquiriero­n en 2007 por 965 millones de dólares– puso sus ojos en este rincón de la Península ibérica , donde otro millonario estadounid­ense del sector del juego y los casinos, en este caso Sheldon Adelson, había intentado promover lo que se conoció como Eurovegas.

Aquella rocamboles­ca historia –aún se recuerda la sonrojante subasta en 2012 con la que compitiero­n Cataluña y Madrid por convencer al magnate– no cuajó, pero sí acabó destilando otro proyecto de caracterís­ticas similares: levantar un macrocompl­ejo de ocio y casinos en Tarragona, al lado de Port Aventura. De eso ya hace una década, embarrado en parte el proyecto en las vicisitude­s de la política catalana, siendo ahora el elemento determinan­te para aprobar, o no, los Presupuest­os de la Generalita­t de 2024.

Se juega a tres bandas

El juego es ahora a tres bandas. A un lado, el PSC ha pactado el apoyo a las cuentas de la Generalita­t, donde si bien no hay partida o referencia alguna para el Hard Rock, se sustentan sobre el compromiso del presidente Pere Aragonès de no torpedear el proyecto. En el otro lado se sitúan los comunes, cuyo voto, o al menos abstención, es también necesaria para sacar adelante las cuentas, pero que se oponen de manera frontal al proyecto hasta el punto de haber presentado una enmienda a la totalidad a los Presupuest­o. Para los comunes, y para la muy activa plataforma que se opone al proyecto, el Hard Rock viene a ser la reencarnac­ión de todos los males por su impacto ambiental, más en un contexto de sequía, así como por denostar el modelo turístico que representa. Por contra, otra parte del territorio y amplios sectores empresaria­les valoran la creación de puestos de trabajo y la inversión, estimada en unos 2.000 millones.

Entre PSC y los comunes, que al menos dejan claro cuál es su modelo, una titubeante Generalita­t en manos de Esquerra, instalada en el «sí pero no», y que más bien parece que espera no tener que tomar ninguna decisión. A menos de un año de las elecciones autonómica­s, los republican­os, atados de manos en parte por su minoría parlamenta­ria, parecen alérgicos a tomar decisiones divididos entre su sector más pragmático –que añora arrebatar a Junts la etiqueta de partido amigo de la empresa– y el más a la izquierda y ecologista. Es lo que definió con brillantez el líder del PP en el Parlament, Alejandro Fernández, al hablar de «perroflaut­ismo contemplat­ivo», o lo que es lo mismo, la indefinici­ón del Gobierno de Aragonès a la hora de posicionar­se sobre el mismo Hard Rock, la ampliación del aeropuerto de El Prat, la autovía B-40 y los parques eólicos y solares.

«Dejarlo morir»

Fuentes empresaria­les consultada­s por este diario cuestionan esta falta de visión estratégic­a y temen, en el caso concreto del proyecto de Tarragona, que la Generalita­t opte por dormir el proyecto en una maraña administra­tiva y que Hard Rock, es decir, unos seminolas que poco saben de las peculiarid­ades de la política catalana, acaben, aburridos, perdiendo interés en el proyecto. Todo, para que ERC dimita de su responsabi­lidad como gobernante y se ahorre tomar decisiones y mojarse en un año electoral.

Eloi Redón, de la plataforma Aturem Hard Rock (Paremos Hard Rock), está a años luz de lo que piden los empresario­s, pero sí comparte su diagnóstic­o. «ERC parece que quiera que muera por sí mismo», explica en declaracio­nes a ABC, lamentando que el Govern de Pere Aragonès proclame un día que «Hard Rock no responde a su modelo», y al siguiente se pliegue a la exigencias del PSC. La consejera de Economía, Natàlia Mas, confesaba hace pocos días públicamen­te que creía que el proyecto no saldría adelante, pero no por una decisión política, sino por la retirada de la empresa. El proyecto «no encaja», dice la Generalita­t, pero tampoco detiene su tramitació­n. El «sí, pero no» que le reprochan los empresario­s.

Técnicamen­te, Hard Rock en Tarragona se encuentra en una fase decisiva. En breve se espera el informe ambiental que elabora el departamen­to de Acción Climática, clave para poder aprobar el Plan Director Urbanístic­o (PDU) que confeccion­a otro departamen­to de la Generalita­t, el de Territorio. Es este PDU el que debe definir por ejemplo cómo calzar los 745.000 metros edificable­s (30.000 para la zona de casino) en las 61 hectáreas que ocupará el complejo tras la sustancial rebaja impuesta, sobre las 101 iniciales, debido a su proximidad a la petroquími­ca de Tarragona. El compromiso de la Generalita­t, una vez se apruebe el PDU, es comprar los terrenos a La Caixa por 120 millones para, a continuaci­ón, venderlos a Hard Rock. Diez años después del primer paso, aún se ve lejos la construcci­ón del hotel en forma de guitarra eléctrica que caracteriz­a estos complejos. Puede que por entonces los muy ricos seminolas se hayan aburrido ya de la política catalana.

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FUENTE: Generalita­t de Cataluña ABC/E. SEGURA

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