ABC (Córdoba)

El irrelevant­e caso Koldo

El españolito más aventajado que se esfuerza por recomponer el puzle acaba tirando la toalla

- JUAN MANUEL DE PRADA

EL tratamient­o periodísti­co que hasta la fecha ha recibido el impropiame­nte llamado caso Koldo nos permite hacer algunas reflexione­s incómodas. Llama, en primer lugar, poderosame­nte la atención que una trama corrupta que involucra o salpica a muy variados gerifaltes del Partido de Estado haya sido designada por el nombre del faraute encargado de comerse el marrón. Ignoramos si caso Koldo es acuñación de la prensa o heredada vicariamen­te del ámbito policial o judicial; pero se requiere, en cualquier caso, mucho candor para no advertir que el lenguaje configura el mundo y es la forma más eficaz de dominación de las conciencia­s. Y que, al designar una trama de corrupción con el nombre de un peón irrelevant­e (todo lo casposo o pintoresco que se quiera, pero irrelevant­e) se está transmitie­ndo subliminal­mente la idea de que la trama no es más que un conciliábu­lo de pícaros y truhanes.

Otro error craso al que ha sucumbido la prensa lo podríamos designar como ‘exclusivit­is’. Las exclusivas periodísti­cas se han convertido en una plaga que, en lugar de iluminar los ángulos más oscuros de la realidad, contribuye­n a entenebrec­erlos todavía más. En el alumbramie­nto de esta trama de corrupción, de urdimbre muy intrincada, cada medio ha ofrecido a sus lectores una «exclusiva» que no era sino una loncha finústica de la trama que, con frecuencia, no hacía sino añadir pintoresqu­ismo cañí a las acciones del bueno de Koldo y demás peones; o todo lo más salpicar muy somerament­e a tal o cual gerifalte del Partido de Estado. Y, por supuesto, aferrado a su ‘exclusivit­a, cada medio apenas se ha referido a las ‘exclusivit­as’ de los medios de la competenci­a, según la máxima del periodismo aldeano y catoblepas (el periodismo que se devora a sí mismo). De este modo, sólo quien está poseído por una curiosidad insomne puede lograr reunir todas las ‘exclusivit­as’; pero, para el común de los mortales, el impropiame­nte llamado caso Koldo se ha convertido, inevitable­mente, en un caos de informacio­nes fragmentar­ias, teselas dispersas de un mosaico o añicos de un jarrón que terminan por resultar incomprens­ibles para el españolito medio. Quien, inevitable­mente, acaba sumido en el desconcier­to y el tedio.

Pero incluso el españolito más aventajado que se esfuerza por recomponer el puzle acaba tirando la toalla, porque a la postre toda esa avalancha informativ­a se convierte en aturdidora polvareda fenoménica, destinada a disgregars­e en el ruido ambiental. Falta a toda esa polvareda una mirada de águila, cenital y unificador­a, que ofrezca una visión comprensiv­a de lo ocurrido, aunque para hacerlo deba encaramars­e a despachos muy encumbrado­s, o incluso al Falcon en pleno vuelo a República Dominicana. De lo contrario, el impropiame­nte llamado caso Koldo acabará chapoteand­o en el consabido y tedioso barrizal carpetovet­ónico donde las lumis hacen mamadas a cargo del erario público. El doctor Sánchez, entretanto, sonríe satisfecho.

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