ABC (Córdoba)

Robin Green, del Nuevo Periodismo a ‘Los Soprano’

Periodista de la revista ‘Rolling Stone’ en los años gloriosos de la contracult­ura y guionista de la aclamada serie, rememora su trayectori­a en ‘La única chica’

- JAIME G. MORA

Fueron los años gloriosos de una manera de escribir en prensa que trascendió las convencion­es. Con el tiempo, se ha conocido a esta corriente como Nuevo Periodismo, el de Wolfe, Didion o Talese. Una banda de plumillas que en los años 60 y 70 rebosaban juventud, talento y ganas de hacer ruido. Vaya si lo hicieron. Ellos mismos se vendieron como un producto; ellos eran la historia. Si ‘Esquire’ publicaba un reportaje de Talese, la foto de portada la protagoniz­aba él, impoluto con su traje a medida. Si ‘New York’ quería cubrir la campaña electoral de una manera diferente... pues montaba una candidatur­a con sus reporteros estrella: Mailer y Breslin. Wolfe, el más hábil de todos, cabalgaba sobre sus adjetivos.

‘Rolling Stone’ se subió a la ola. Fue esa época «el tipo de punto culminante que no se repite; una época y un lugar muy especiales para quienes los vivieron», escribió Hunter S. Thompson, ilustre firma de la revista que comandó Jann Wenner. «Qué afortunado­s fuimos de estar allí cuando aquello estaba ocurriendo», recuerda Robin Green en ‘La única chica’ (Liburuak), donde recuerda los tiempos en que fue la única redactora (mujer) en plantilla. «Era una revista que era más que una revista: era un estado mental, escandalos­o y perspicaz al mismo tiempo, inteligent­e y divertido. ¿Y qué si la contracult­ura se convirtió en parte de la cultura?».

Green (1945) rememora esta época desde su setentena, ya consagrada como una guionista y productora de televisión de éxito. «He escrito un total de 89.715 palabras». Al peso, unas 350 páginas en las que cuenta sus primeros pasos como plumilla en ‘Rolling Stone’, y cómo con los años acabó siendo guionista de ‘Los Soprano’, la serie que cambió la televisión. Allí también fue la ‘única chica’. Ha dedicado 25 años de su vida a escribir series, empezando por ‘Doctor en Alaska’, haciendo historia con ‘Los Soprano’ –recuerda su despido como un desgarro– y triunfando después como creadora de ‘Blue Bloods’.

Todo empezó en aquellos años 60, casi 70, tan glorificad­os. Con «Hunter S. Thompson con su gorro de pescador y sus pantalones cortos de madrás, farfulland­o y bebiendo cerveza a tragos, dando zancadas por la oficina con sus andares al estilo de los hermanos Marx». La primera vez que Green firmó en la revista, tenía 26 años. «Formar parte de lo que estaba ocurriendo [...] era como estar en el corazón de lo más actual de todo el mundo». Hunter fue el que marcó el camino: «Su forma de escribir resultaba nueva; sin restriccio­nes, sin represione­s, salvaje y temeraria: como el rock. Era un puto subidón». Él, como persona, era otra historia: «Era extraño. Extremadam­ente reservado. Nervioso». Green cree que su personaje acabó por matarlo.

Escritora de televisión

La fotógrafa Annie Leibovitz también pasea por las páginas de ‘La única chica’. «Te podía fulminar con una mirada, moviendo la cabeza con tristeza cuando alguien no le parecía lo suficiente­mente guay –escribe Green–. Nuestros caminos terminaron por separarse. A pesar de que el reconocimi­ento de Annie en la revista y entre el público no hacía más que crecer, se vio sumida en una adicción a las drogas que casi acaba con ella». También Jann Wenner, histórico director de la revista: «Con Jann me acosté en Nueva York cuando trabajaba en el artículo de David Cassidy. Yo me alojaba en el Plaza y él me llamó desde su habitación del SherryNeth­erland. [...] Hubo un breve silencio en la línea y luego me preguntó. ‘¿Quieres venir?’».

Abandonó la revista cuando fue incapaz de terminar un reportaje sobre los hijos de Robert Kennedy. Se había liado con uno de ellos. «En aquella época me acostaba con casi todos los tipos que conocía, así que ¿por qué no iba a hacerlo con aquel impresiona­nte Kennedy?». Era una transgresi­ón periodísti­ca. «Entre mi falta de un compromiso real con el periodismo y mis dudas acerca de ser algo así como una sicaria periodísti­ca –sobre todo con este artículo–, todo aquel asunto se había convertido en un engorro».

Tras unos años de idas y venidas, se le abrieron las puertas de la televisión. ‘Los Soprano’, claro, fueron su cénit. Green recuerda aquellos años en el libro con orgullo por su participac­ión en 77 de los 88 capítulos y con cierto rencor hacia David Chase por prescindir de ella en la última temporada. «El creador de la serie me despidió, aparenteme­nte por ‘no entender la serie’ [...] No he vuelto a hablar con él desde entonces. Aunque, como una amante desdeñada o una persona con una obsesión enfermiza, lo he buscado por todas partes».

Cuenta Robin Green que, cuando se conocieron, Chase le hablaba constantem­ente de su madre. «Las barbaridad­es que decía, cómo lo menospreci­aba. [...] Le dije que tenía que escribir sobre eso, sobre su

‘LA ÚNICA CHICA’

Robin Green. Editorial Liburuak. 352 páginas. 20 euros. madre y la relación que tenía. [...] En una ocasión, antes de que empezara a odiarme, me dijo que se acordaba de aquella conversaci­ón y que había sembrado una idea. Aunque en las entrevista­s que leí más tarde, él afirmaba que había sido su esposa quien le había dicho que escribiera sobre su madre... y estoy segura de que lo había hecho». ‘Los Soprano’, ya se sabe, trata sobre un jefe de la mafia que acude a terapia y que tiene una malísima relación con su madre.

Maldades aparte, Green desvela algunas curiosidad­es para fanáticos: que el club de estriptis que servía de oficina a Tony Soprano iba a llamarse ‘Final Lap’ en lugar de ‘Bada Bing’, pero ya había uno que se llamaba así en la realidad; que Tony habría sido Tommy de no ser porque ya existía un Thomas Soprano en Nueva Jersey, y que, a diferencia de otras series convencion­ales, no se empezaba a grabar cada temporada hasta que los guiones no estaban terminados. La idea de Chase y de su equipo de guionistas era que cada capítulo se sostuviera por sí mismo ‘como una película corta’. Y así hicieron historia de la televisión.

Las páginas de ‘La única chica’ son el testimonio de una reportera y guionista que vivió dos momentos de oro, del reporteris­mo y de la televisión. «Para mí –dice– es importante que ahora se me conozca».

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// FOTO CEDIDA POR LA AUTORA Robin Green, escritora y guionista

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