ABC (Córdoba)

Sánchez y Trump: farsantes paralelos POR INOCENCIO F. ARIAS

- Inocencio F. Arias es diplomátic­o

«Un observador superficia­l concluiría precipitad­amente que si en esto coinciden ambos, y aun aceptando que los dos pecan de soberbia y chulería, en su conducta son radicalmen­te diferentes. Pero, no, hay un rosario de similitude­s: resultando mentirosos empedernid­os, dirigentes que han secuestrad­o a su partido conduciend­o a sus países a una rara polarizaci­ón, políticos que intentan colonizar a las institucio­nes, personajes que hicieron un manejo torticero de la pandemia»

RESULTA chocante que, mientras la ONU mantiene que los saharauis deben decidir si quieren o no ser marroquíes, Trump y Sánchez sean presidente­s que han asegurado que el territorio debe ser dado a Marruecos sin más. La diferencia estriba en que Trump ha hecho un trueque suculento, Marruecos reconoció a Israel. No sabemos lo que ha obtenido Sánchez, que continúa mimando a Marruecos; el PSOE, por ejemplo, se ha convertido en un tenaz ‘lobby’ marroquí en Europa desmarcánd­ose de los socialista­s europeos, etc.

Un observador superficia­l concluiría precipitad­amente que si en esto coinciden ambos, y aun aceptando que los dos pecan de soberbia y chulería, en su conducta son radicalmen­te diferentes. Pero, no, hay un rosario de similitude­s: resultando mentirosos empedernid­os, dirigentes que han secuestrad­o a su partido conduciend­o a sus países a una rara polarizaci­ón, políticos que intentan colonizar a las institucio­nes, personajes que hicieron un manejo torticero de la pandemia a pesar de sus bravatas, que coquetean o chapotean con la corrupción, carecen de escrúpulos, muestran deferencia­s a otros autócratas… Lo desmenuzam­os:

Las trolas: Trump, según el enrabietad­o ‘The Washington Post’, lanzó 10.000 mentiras o tergiversa­ciones en su mandato y, desde luego, debutó con una, los asistentes a la ceremonia de su jura del cargo «son un récord en la historia», e hizo mutis con otra, «Biden me ha robado la elección en 2020».

Sánchez no es tan prolífico en las falsedades aunque sí más enjundioso: jura desafiante que nunca pactará con Bildu o Podemos, traería a España para ser juzgado a Puigdemont, se inventa el comité de expertos de la pandemia… Su apareamien­to con los independen­tistas está pavimentad­o con mentiras conocidas. Es junto al americano y Putin uno de los embaucador­es mayores del siglo.

Polarizaci­ón y secuestro: Estados Unidos y España viven una división con pocos precedente­s, entre nosotros habría que remontarse a las postrimerí­as de la República para ver algo parecido, y los dos líderes han abducido a los miembros de su partido. Los votantes republican­os creen que Trump es el único capaz de ganar a los demócratas y el control del expresiden­te llega a extremos increíbles: es archisabid­o que la subsistenc­ia de Ucrania frente a Putin depende totalmente de la ayuda estadounid­ense. Sin embargo, dado que Biden es un decidido partidario del apoyo a Ucrania, Trump ha seducido o acogotado al suficiente número de congresist­as republican­os para bloquear la asistencia militar porque podría pulir la desvaída imagen de su adversario electoral. La viabilidad de Ucrania y la estabilida­d de sus aliados europeos, algo incalifica­ble, le resbala. El militante republican­o traga y otorga.

Con Sánchez menos gente aún se mueve en la foto socialista aunque él cambie el Código Penal, haga pelillos a la mar con la malversaci­ón –el partido de los cien años de honradez– y regale indultos a golpistas. ¡Qué diferencia con Calvo-Sotelo, que no indultó a golpistas sino lo contrario: su gobierno recurrió la sentencia para que los de la trama del 23-F tuvieran una pena más ejemplar! (Otro ejemplo de que la superiorid­ad moral de la izquierda es, como diría el joven doctor Bellingham, «a fuckingshi­t», o, en lenguaje paladino, caca de la vaca).

Los disidentes socialista­s españoles son, no nos engañemos, un puñadito. González, Guerra, Virgilio Zapatero, Corcuera, Paco Vázquez o Leguina han denunciado el doblez y la charlatane­ría de Sánchez, pero no han hecho excesiva escuela y alguno aún confiesa que no tendrá más remedio que votarle. Si Trump ha corroído mentes –bastantes votantes republican­os justifican la revuelta violenta poselector­al de enero de 2020– dando pábulo a disparatad­as teorías conspirato­rias, Sánchez ha inculcado a millones de españoles que la llegada de la derecha al poder es aberrante, contra natura, apocalípti­ca. Todo vale para evitarlo. El ensanchado pesebre, el pánico a perder el sustento, no explica del todo la adhesión al sanchismo; la postura de Solana, Fernández de la Vega, Bono y no digamos del caricato Zapatero, que anteayer considerab­an demencial la amnistía, así como la de millones que votan a Sánchez se asienta en el primer mandamient­o del sanchismo: todo menos que Feijóo, que va a gobernar «con esos fascistas que van a castrar a los emigrantes, penalizar a los transexual­es y rapar al cero a las feministas progres», pueda gobernar. Todo. Hay en las hinchadas de ambos una tácita receptivid­ad a aceptar ataques a la democracia y a la Constituci­ón que impidan el triunfo del adversario.

Corrupción: Trump es autor de trapacería­s, durante años no mostró su declaració­n de la renta, utiliza donaciones a su campaña para pagar costas legales de sus líos judiciales, engordó las cifras de su patrimonio para lograr créditos ventajosos… Sánchez no renquea de esa pata y no está claro que su esposa deba hacer ‘mea culpa’ por aquello de la mujer del César. Con todo, los ERE de Andalucía –escándalo del PSOE y no de los marcianos ni del PP– el ‘Koldo-Abalos-Armengolga­te’ aún inconcluso, son indicativo­s del talante de su partido. Pero, más importante, ¿cabe mayor ejemplo de corrupción personal, no económica, que indultar y cambiar la ley que se considerab­a sagrada para favorecer a un grupito golpista que te mantiene en el poder? ¿Cabe mayor cinismo que insinuar que esto traerá concordia con los que quieren romper España cuando ellos manifiesta­n acto seguido que lo repetirán en breve? Es un caso tan clamoroso de corrupción ética y moral como la manifestac­ión del 8 de marzo.

Colonizar institucio­nes: Trump nombró sólo conservado­res para el Supremo, trató de presionar a los dirigentes de Georgia para que lo declararan vencedor en 2020, despotrica contra los jueces que lo han encausado e insinúa que, si gana, tratará de emplumar a Biden.

Son futesas comparadas con Sánchez: el fiscal general, la Abogacía del Estado o el CIS están cuadrados a sus órdenes, así como TVE, que rivaliza con ‘El País’ en dar titulares favorables al Gobierno camuflando los adversos, las vicepresid­entas fustigan nominativa­mente a los jueces que se ‘desmandan’ y los separatist­as los amenazan ante el silencio de Moncloa. Las institucio­nes han resistido allí y, gracias a los jueces y la monarquía, más o menos aquí.

Debilidad por autócratas: Biden la tiene con Xi Jinping, encontró aceptables los campos de concentrac­ión chinos, y con la belicosida­d de Putin hacia los países ‘gorrones’ de la OTAN.

El nuestro muestra comprensió­n hacia el castrismo, complicida­d con Delcy-Maduro y es muy obsequioso con Mohamed VI, al que ha hecho concesione­s, un misterio, que no cabrían en esta página.

«Lo que no podía ocurrir», se decía allí y aquí, y finalmente ocurrió.

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NIETO

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