Lo que nos pasa
La gloria del PP, la flor de España, estuvo en Córdoba el fin de semana
LO que nos pasa es que sabemos lo que nos pasa y dejamos que nos pase. Por eso merecemos lo que nos pasa. Un pueblo que no lucha por su dignidad es un pueblo de esclavos. Esclavos bien comidos y bien bebidos, que viven quejándose y a eso lo llaman libertad de expresión. La resignación es el fundamento de la servidumbre voluntaria. «Que la vida se tome la pena de matarme, / ya que yo no me tomo la pena de vivir». Nos hemos convertido en la carne de cañón de todas las ideologías. Para imponerse a un pueblo así no hace falta una gran inteligencia. Es suficiente desfachatez y falta de escrúpulos. Adiós, mi España querida, con música de funeral. Los españoles hemos desperdiciado la Transición buscando líderes, jefes, guías de la caravana, porque tenemos poca confianza en nuestras capacidades como pueblo soberano. Líderes a quienes admirar y temer, en vez de habernos constituido como un pueblo vigoroso y orgulloso al que sus eventuales gobernantes admiren y teman.
Todos nuestros jefes han resultado decepcionantes. Inútiles y mendaces, unos más que otros. Líderes de cartón piedra, porque lo mejor que había en ellos lo ponía nuestra imaginación, nuestra necesidad de que alguien superior dirija nuestras vidas, como si nosotros fuéramos incapaces de dirigirlas. Que probablemente lo somos. Hemos admirado a gente que no es admirable, y hemos mantenido esa admiración incluso después de saber que estábamos ante una mala persona. Podemos aceptar que la libertad guíe al pueblo, como en el cuadro de Delacroix. Pero un presidente del Gobierno, pongamos que Pedro Sánchez, no es el guía del pueblo. Es un empleado del pueblo, al que el pueblo contrata para que las calles estén limpias, de barro y de delincuentes, y los hombres puedan morir acompañados después de haber sido dichosos. Es inmensa la cantidad de hombres dominados por la pasión de mandar, dice Gregorio Marañón en su biografía del Conde-Duque de Olivares.
Y añade, como si hubiera conocido personalmente a Pedro Sánchez, que el gran caudillo no acostumbra a ser un ejemplar humano excelso, y en su triunfo influyen circunstancias extrañas a su mediocre personalidad. La suerte influye en su triunfo más que en ninguna otra actividad humana. Eso explica que Sánchez valore en sus ministros y servidores únicamente su disponibilidad para humillarse, para hacer el ridículo. Por eso elige gente que esté moralmente por debajo de él, que no resulta fácil. La trama Koldo y la exaltación de la amnistía lo prueban. Un presidente del Gobierno como Pedro Sánchez es la consecuencia de un pueblo sin grandeza, sobre el que manda con desprecio y prepotencia. Se nos están acabando las fuerzas para quitarnos las cadenas, y caminamos, obedientes y rastreros, hacia las cloacas de la historia, que no nos absolverá. Tú lo quisiste, tú te lo ten.
La gloria del PP, la flor de España, estuvo en Córdoba el fin de semana pasado. Vinieron a pensar y a hacer declaraciones. Para que todo siga igual. Y por eso escribo este artículo de amor a España, que es una canción desesperada.