ABC (Córdoba)

¿Sabe usted quién es Reynders? ¿Y Monnet? ¿Y Schuman?

Si el comisario de Justicia rasca un acuerdo PSOE-PP hará la mayor campaña pro-UE, pero profundiza­rá en nuestro complejo democrátic­o

- JUAN FERNÁNDEZ-MIRANDA

Haga un ejercicio. Salga usted a la calle y pregunte el nombre de uno de los fundadores de la Unión Europea. Solo uno. Estoy seguro de que la inmensa mayoría de la gente no tendría ni idea: es más, algún cultureta responderá que Monnet es un pintor y Schuman un pianista, y no le faltará razón. Mismo ejercicio, pero con los de Estados Unidos: seguro que unos cuantos le recitan el monte Rushmore, que representa a cuatro presidente­s de distintas épocas empezando por el primero, George Washington. Y de los fundadores, alguno dirá que Hamilton es un piloto de Fórmula 1, pero a quién no le suenan Jefferson o Benjamin Franklin. Esta anécdota revela la importanci­a del cine en la difusión de las culturas nacionales, y pone de manifiesto que en Europa no solo carecemos de una política exterior y una política de defensa común: también nos falta un poquito de cultura histórica común. Parece mentira, pero en nuestra cultura popular la historia de la Vieja Europa es más una suma de retales nacionales que el mayor proyecto civilizato­rio de la Humanidad. Y es una pena.

Alguien que conoce bien el Parlamento Europeo me contó que los procesos de ampliación europeos definen las carencias de los países que se han ido incorporan­do. Por ejemplo: en las ampliacion­es de los años ochenta los países que se incorporar­on a la Comunidad Económica Europea vivíamos con la obsesión de ser democrátic­os. España, Portugal, Grecia veníamos de dictaduras militares y queríamos que los vecinos del centro de Europa no nos miraran con esa indulgente superiorid­ad del fundador. En cambio, en las ampliacion­es del este, tras la caída del Muro de Berlín y del Telón de Acero, a los nuevos países miembros no les obsesionab­a tanto ser democrátic­os como ser capitalist­as. Lo de la casa con jardín. Hay que entenderlo: venían del comunismo.

De modo que antes de entrar en la Unión Europea, los españoles vivíamos obsesionad­os con la democracia, casi acomplejad­os. Y por eso aquí le concedemos a la UE una soberbia autoridad en temas de calidad democrátic­a. Por eso hoy el comisario europeo de Justicia, Didier Reynders, va a sentar por tercera vez a una misma mesa al ministro Bolaños y al diputado González Pons para buscar un acuerdo en materia de Poder Judicial. No se sabe qué saldrá de ahí, pero sí que los dos españoles no tienen previsto levantarse de la mesa, porque aquí no se entendería y nadie quiere cargar con ese mochuelo. Así que reescribie­ndo a Ortega, con perdón, España es el problema, Europa la obsesión.

Si Reynders consigue poner de acuerdo a Bolaños y a Pons regalará a la Unión Europea su mayor campaña de promoción en España, pero profundiza­rá en ese complejo patrio de haber llegado tarde a todo. Aunque sea mentira.

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