ABC (Córdoba)

La otra (nueva) colonizaci­ón

- JESÚS GARCÍA CALERO

La flotilla del Movimiento Justicia Museal debió orientarse sin duda gracias a la presencia del Faro de la Moncloa, construido ya en democracia en el mismísimo malecón de la Ciudad Universita­ria. Por eso, cuando arribó a las costas del Museo de América, la escuadrill­a hizo descender a sus capitanes, junto a la institució­n que casi siempre cita el ministro Urtasun. Allí todo estaba preparado.

Tenían un lugar apartado para desplegar toda la magia de sus brillantes mercancías de activismos varios, y empezaron a intercambi­ar sus espejillos anticapita­listas y sus cuentas de vidrio anticoloni­alista, que hipnotizar­on de inmediato a los oriundos llegados allí a tal efecto. Cumplieron su función todas las baratijas ideológica­s que, según narra en su reportaje Rebeca Argudo, fueron puestas delante de los participan­tes inscritos en este curso que –¡qué pena!– no ha sido el más adecuado para este lugar. Es casi una escena inversa, la nueva colonizaci­ón de los presuntos colonizado­res. Eso sí, todo bien tramado con las ideologías antiimperi­alista, anticapita­lista y de género. Y todo de buen rollo, mientras no haya un disidente. ¿O se puede criticar?

Creo que este museo no merece trato tan injusto. Se tenga la opinión que se tenga sobre el centro y sobre la necesidad de revisar sus coleccione­s con más contexto, merece acoger actividade­s que, si no en perfecta consonanci­a, al menos estén relacionad­as con sus coleccione­s y que tengan un poquito de calidad cultural. Pero eso no se produjo aquí.

Convertir al Museo Nacional en un desván de juegos para grupos que colonizan con discursos hegemónico­s está fuera de los fines de las institucio­nes dependient­es del Ministerio de Cultura (podría citar el artículo 2-e del Real Decreto de 1987). No es fácil creer que los responsabl­es hayan dado el visto bueno a una actividad tan extemporán­ea. Mucho menos aceptar que no se pueden organizar mejores actividade­s con algún nivel de discusión, divulgació­n, diversidad y calidad.

Este es un resultado directo de las inspirador­as palabras que emergen últimament­e por las siete chimeneas del Ministerio de Cultura, un sahumerio doctrinari­o en el que resulta difícil no detectar una ideología llena de prejuicios, a la que no suele importarle mucho lo que espera dentro, ni del museo ni de las razones de los otros.

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