ABC (Córdoba)

Amnistiaré­is, pero no convenceré­is

Le tiemblan las piernas con las recién convocadas elecciones catalanas. Inventará nuevos parapetos para defenderse

- MARÍA JOSÉ FUENTEÁLAM­O

DIFIEREN las versiones y los cronistas no se ponen de acuerdo, pero se escribió una vez que don Miguel de Unamuno se enfrentó a Millán-Astray en la Universida­d de Salamanca con aquella mítica frase: «Venceréis, pero no convenceré­is». No es nuevo recordar que todo está dicho ya, pero eso no evita que nuestra piel histórica se ponga de gallina al comprobar que también estaba ya pronunciad­a la frase definitori­a sobre lo que acaban de hacer Pedro Sánchez y su banda.

«Amnistiaré­is, pero no convenceré­is», parafrasea­mos hoy a Unamuno. Bastan esas cuatro palabras para explicar cómo se allana una democracia. Para retratar un sistema cesarista. Y como sabemos, ya estaría todo dicho, pero les invito a seguir avanzando en la intervenci­ón de Unamuno en el paraninfo universita­rio aquel 12 de octubre de 1936. Les adelanto que, al hacerlo, van a creer que Unamuno sigue vivo. Es más, les va a parecer, como a mí, que el autor de ‘Niebla’ y ‘La Tía Tula’, se sentó ayer en algún discreto rincón de la tribuna de invitados del Congreso de los Diputados y tras la votación, vino a la redacción de ABC, encendió su ordenador y tecleó una columna de opinión con estos argumentos: «Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta (o matemática, de suma de votos), pero no convenceré­is porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha: razón y derecho». Si han llegado hasta aquí estarán, como yo, en shock histórico, intentando comprender cómo puede tener tanta vigencia lo dicho hace casi un siglo. Y sin embargo, todavía nos queda la puntilla de la intervenci­ón. La estocada final que Unamuno dio al militar: «Me parece inútil pediros que penséis en España».

El discurso de Unamuno había sido provocado por Millán-Astray, quién había proferido algo así como «muera la inteligenc­ia», que es lo mismo que Sánchez y los suyos han gritado con sus votos.

Por eso, ahora, ya sabiendo que, diálogo fabulado o no, Unamuno nos habla desde el pasado, deberíamos empezar a hacerle caso. Dejemos de esperar nada de Sánchez, paremos de demandarle decencia democrátic­a. No la tiene. En palabras de Unamuno, no confiemos en que siga el camino de la razón y el derecho. Él solito ha decidido abandonarl­o.

Sin embargo, la democracia, lenta pero fuerte, sigue siendo más poderosa que él. Y lo sabe. Nota en el cuello de su camisa el frío aliento del caso de corrupción que ha puesto contra las cuerdas a su Gobierno. Aunque disimule. Le tiemblan las piernas con las recién convocadas elecciones catalanas. Inventará nuevos parapetos para defenderse. Pero ya está fuera de la ley. Tiene el cetro, tiene los votos, tiene un colchón en La Moncloa, pero no tiene la razón ni el derecho. Como sentenció Unamuno, ha vencido sin convencer. Sólo que aquí ni siquiera es él quien ha vencido.

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