ABC (Córdoba)

LOS ELON MUSK ESPAÑOLES

Desde hace una década, el sector del conocido como ‘nuevo espacio’ ha explosiona­do en nuestro país: cerca de un centenar de empresas de reciente creación tienen su mirada puesta en las estrellas, pero los pies en territorio nacional

- Por PATRICIA BIOSCA

Miguel A. Vázquez y Vicente Díaz, ambos doctores en Física, desarrolla­ban su carrera en el sector de las energías renovables. Pero, cosas del destino, en un momento de inflexión decidieron dejar de recabar energía solar desde la Tierra para hacerlo desde el espacio. Y así es como nació en 2013 la compañía DHV, que ambos fundaron junto con Francisco Rubiño. Desde entonces, esta empresa con sede en Málaga ha participad­o en proyectos tan importante­s como Hispaleo, que desarrolla, fabrica y certifica paneles fotovoltai­cos para satélites que operan en la órbita terrestre baja; o Nemos, una misión espacial europea en la que también trabaja la compañía bilbaína Satlantis (experta en imágenes satelitale­s), para proporcion­ar vigilancia casi en tiempo real del litoral marítimo y de las zonas portuarias.

Como esta historia podemos encontrar casi un centenar más: son el llamado ‘nuevo espacio’ español. Visionario­s que decidieron apostar por lo que hay más allá de nuestras fronteras, no ya como país, sino como planeta. Y desde España, donde la facturació­n y la inversión en este área está a años luz de lo que se genera no solo en gigantes como Estados Unidos o China, sino en países cercanos, como Italia o Francia. Como dato: según datos de la Asociación de Empresas Tecnológic­as de Defensa, Seguridad, Aeronáutic­a y Espacio (Tedae), nuestro país facturó en el sector espacio 1.065 millones de euros en 2022, setenta veces menos que lo que generó ese mismo año la compañía Boeing, principal empresa fabricante y proveedora aeronáutic­a mundial. La lucha de David contra Goliat, pero ahora con el espacio como escenario y la tecnología ‘made in Spain’ como honda.

Sin embargo, la unión hace la fuerza. Y todas estas compañías, surgidas la mayoría en la última década, intentan sacar pecho de su potencial en los diferentes encuentros del sector. «Pero nos dimos cuenta de que no teníamos una feria propia en la que poder juntarnos y mostrarnos al mundo entero», cuentan Miguel Vázquez y Vicente Díaz, de DHV. «Así que decidimos crear el Small Satellites & Services Internatio­nal Forum (SSSF)». La idea era que la sede de este encuentro anual internacio­nal fuese cambiando por toda la geografía española. Pero el éxito de la primera celebració­n en Málaga provocó que el encuentro se fijase definitiva­mente en la capital de la Costa del Sol, que durante tres días se convierte en el epicentro de la galaxia empresaria­l espacial. «A la gente le gustó el sitio y ya llevamos cinco años

aquí», comentan los responsabl­es de DHV, quienes ya son los organizado­res ‘vitalicio’ del encuentro. Lo cuentan desde un cóctel distendido en el que los representa­ntes de las principale­s compañías relacionad­as con el mundo del espacio, tanto patrias como extranjera­s, charlan en busca de nuevas sinergias y oportunida­des.

En el encuentro participan ingenieros de la NASA, como el malagueño Carlos García-Galán, quien transmite el mensaje de que ya no hay que ir a EE.UU. para trabajar en el sector y que los profesiona­les españoles están muy bien valorados en el extranjero. También representa­ntes de la Agencia Espacial Europea (ESA), como José Gavira, jefe de la División de Mecatrónic­a y Óptica en Agencia Espacial Europea, quien cuenta cómo la Luna es el nuevo ‘lejano oeste’ a conquistar. Representa­ntes de grandes empresas, como Airbus, cuentan también sus experienci­as.

Espacio para todos

Por allí está también el mallorquín Rafel Jordá, uno de los fundadores de Open Cosmos, quien horas antes ha contado al público asistente cómo decidió empezar su propio negocio bajo la premisa de «simplifica­r el acceso al espacio utilizando pequeños satélites». Su propuesta es desarrolla­r pequeñas sondas, tanto comerciale­s como científica­s, lanzarlas y operarlas en el espacio, todo ello desde dos bases: España y Reino Unido. Ellos también se encargan de recabar los datos y ofrecérsel­os ya ‘masticados’ a los clientes. La idea no está funcionand­o mal: han lanzado al espacio 8 satélites, están fabricando otros 18 y tienen planeado abrir otras dos fábricas en Barcelona y Oporto (Portugal).

Otro de los asistentes es Xavier Llairó, uno de los fundadores de Pangea Aerospace. Su trabajo es crear motores tipo ‘aerospike’, el ‘santo grial’ de las naves reutilizab­les que, de mostrarse viables (ahora mismo son demasiado complejos y costosos), harían que los cohetes fueran mucho más eficientes, gastando menos combustibl­e y pudiendo lanzar más carga por menos dinero. «El concepto es antiguo y se persigue desde hace décadas. Incluso la NASA y SpaceX han puesto sus ojos en este tipo de motores», cuenta. Aunque ahora están centrados en los propulsore­s, en su hoja de ruta no hace mucho también estaban los cohetes íntegros, en una alianza con otras empresas españolas como ITP Aero (Vizcaya), UARX (Pontevedra), Aenium (Valladolid) o el gigante español GMV. Con este proyecto se postularon como candidatos al Per

te aeroespaci­al, un concurso público del Gobierno con fondos europeos para el desarrollo de un lanzador comercial de pequeños satélites.

Sin embargo, y aunque las apuestas estaban muy altas, finalmente perdieron frente al Miura 5, el cohete que la compañía con base en Elche PLD Space quiere probar en 2025 desde la Guayana Francesa. «Vamos en tiempo, incluso recortando algunos meses», dice a ABC Ezequiel Sánchez, presidente ejecutivo de PLD Space unos minutos antes de su ponencia en el SSSF donde contará el caso de éxito del Miura 1, que fue lanzado el pasado mes de octubre desde la base de El Arenosillo, en Huelva. Hasta entonces, el camino de PLD Space no fue precisamen­te de rosas: negativas de la industria y una crisis a todos los niveles que hizo tambalear el futuro de una empresa que ahora está en boca de todos, incluso en los programas del ‘prime time’ televisivo. «Nuestra principal innovación fue salirnos del sistema tradiciona­l de financiaci­ón –señala Sánchez–. Ahí era clave que la comunicaci­ón fuera diferente y que involucrás­emos a toda la sociedad. Fue casi una forma de subsistenc­ia».

Porque a pesar de que ya convivimos con las épicas presentaci­ones de las empresas espaciales norteameri­canas, parece que en Europa en general y en España en particular la comunicaci­ón del sector sigue siendo una asignatura pendiente y lo de PLD Space una ‘rara avis’. «No se entiende porque no se comunica y, a su vez, no se comunica porque no se creía que esto fuese importante», señala Eva Villaver, directora de la Oficina de Espacio y Sociedad, el organismo de la Agencia Espacial Española que se encargará, de hecho, de divulgar todo este tipo de temas. «Poner el foco en la comunicaci­ón es importante porque debemos contar al ciudadano qué se hace con su dinero. Debemos contar que todos estos proyectos espaciales tienen repercusió­n en la agricultur­a, en los incendios, en el gasto hídrico, en cómo evoluciona­n los gases de efecto invernader­o… Hay que hacer comprender que cuando vuelves a tu casa con el GPS es gracias a que los satélites están allí dándonos cobertura, por ejemplo».

La ‘vieja’ guardia

No todas las empresas espaciales españolas son nuevas. En 2001, el veterano conglomera­do Elecnor creó su división tecnológic­a, Deimos, con la intención de ampliar sus fronteras. Más de dos décadas después, han estado involucrad­os en la mayoría de misiones de la ESA, en los campos de Ciencia y Exploració­n, Navegación por Satélite, Observació­n de la Tierra, Conciencia de la Situación Espacial y Lanzadores. La última, el pasado mes de diciembre, cuando Deimos, junto con Open Cosmos y D-Orbit, lanzaron el satélite Alisio-1, la primera sonda de las Islas Canarias para observació­n de la Tierra. Esta nave del tamaño de una caja de zapatos lleva un módulo de comunicaci­ones ópticas (la primera en su tipo en el espacio) y una cámara infrarroja Drago-2, un pequeño aunque sofisticad­o instrument­o creado por Iactec, una iniciativa del Instituto de Astrofísic­a de Canarias para fomentar la colaboraci­ón público-privada. «Hasta ahora, este tipo de cámaras necesitaba­n un complejo sistema de refrigerac­ión, lo que requería de energía y paneles solares. Nosotros hemos conseguido que funcione sin ellos y actualment­e es la cámara infrarroja más compacta del mercado», cuentan David Rodríguez Muñoz y José Alonso Burgal, ambos investigad­ores del Iactec Espacio. Tecnología que además cuenta con su propia patente, pero que aún está a expensas de ser explotada comercialm­ente, uno de los problemas del sector: están las ideas, pero tienen problemas para llegar a las empresas.

Pero si hablamos de ‘solera espacial española’, hay que nombrar a GMV. Creada en 1984, hoy en día es la primera compañía del sector en el país, la tercera contratist­a de la ESA, solo adelantada por Airbus y Beyond Gravity, los ‘pesos pesados’ en el ámbito espacial de nuestro continente. «Una de cada cuatro personas que trabaja en temas espaciales, lo hace en GMV. De hecho, este gigante es sexto por número de empleados en Europa», apunta Enrique Fraga, director general de los segmentos de observació­n de la Tierra, exploració­n, telecomuni­caciones, transporte espacial, ciencia y tráfico espacial en GMV. Para Fraga, el problema del sector espacial en general es la falta de talento: no porque no lo haya, sino porque el número de profesiona­les no cubre la demanda del sector. «Competimos por la gente y eso es un problema que pasa a nivel mundial», dice. En Europa, se agudiza. Pero en España es crítico porque, según cuenta Fraga, hay muchas empresas haciendo cosas muy parecidas, además del hándicap de los estrechos márgenes de beneficios debido a que, principalm­ente, se depende del sector público. Para él, la unión hace la fuerza: «Debemos juntarnos en pequeñas coalicione­s para poder competir a nivel mundial». Habla con conocimien­to de causa: en junio del pasado año, GMV compró Alen Space, una pequeña pero prometedor­a empresa gallega nacida de investigad­ores de la Universida­d de Vigo que consiguió en 2012 enviar el primer nanosatéli­te español, Xatcobeo.

Si se piensa en referentes, nombres como los de Elon Musk o Jeff Bezos acuden a nuestra cabeza. «El ecosistema de EE.UU. basado en multimillo­narios no es comparable con el Europeo: aquí, las grandes compañías, como Airbus o Thales ganan dinero de hacer aviones y de defensa, y el sector espacial es casi unidades de coste. Aunque SpaceX ha revolucion­ado el sector y está marcando los nuevos ritmos, no es un ejemplo a seguir. Nuestra única baza es aprender a competir a nuestra manera». Una manera ‘a la española’ que trata de hacerse su hueco espacial.

LA FALTA DE PERSONAL CUALIFICAD­O SUMADA A LOS ESTRECHOS MÁRGENES DE BENEFICIO Y LA EXIGUA INVERSIÓN PÚBLICA LASTRAN AL SECTOR ESPACIAL

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