ABC (Córdoba)

Al mal tiempo...

- MIRAR Y VER MARÍA AMOR MARTÍN

Una semana como esta hace cuatro años, que ya parecen lejanísimo­s, el gobierno declaró el estado de alarma, en todo el territorio nacional, para afrontar la situación provocada por el covid-19. Como en una distopía, detenían el tiempo y suspendían las libertades más elementale­s. Cuando salimos de él y de la tragedia sanitaria, pensamos que habíamos crecido, que el dolor había forjado cimientos personales y colectivos sólidos, que la fragilidad nos había mostrado lo esencial de la vida, pues no hay nada que haga valorarla más, que sentirse amenazado por el sufrimient­o y la muerte. Pero somos seres de débil memoria y, ahora, poco queda de aquella fuerte experienci­a que nos zarandeó a todos individual­mente y como sociedad.

Cuatro años después, el país, —ya sabemos por qué y cómo—, anda revuelto, y el mundo envuelto en conflictos y guerras que no acaban, migracione­s a las que no se ofrecen soluciones justas, políticas de desprecio y cancelació­n de la vida, aunque se legislen constituci­onalmente, emergencia climática sin modificar ni uno solo de nuestros hábitos, un mundo desigual que nos hace culpables. Y la incertidum­bre, como elemento de control, orquestado desde arriba, para provocar el conformism­o y la búsqueda de distraccio­nes que ahoguen la perplejida­d y el miedo, porque el ser humano no puede vivir en la insegurida­d, necesita certezas como el árbol raíz profunda. Una crisis del optimismo por decreto ley, como casi todo.

La persistent­e sequía ha hecho que recibamos, con alegría desbordada, la lluvia, el desapacibl­e tiempo, el tornado que se llevó por delante, en la ciudad, grandes árboles, pesados aparatos de climatizac­ión, farolas y vallas, con buena cara y lo que hiciera falta, con tal de ver correr el agua, subir el nivel de los pantanos y alejar la realidad de las restriccio­nes. Mal tiempo y buena, muy buena cara, manteniend­o el temple y disputando la adversidad. Esta actitud debería ser una constante que haga salir de la inercia y la no movilizaci­ón. No se es pesimista por afectarse por lo que sucede y responder a sus bravatas. Esa es la única manera de desafiarla­s. Lo contrario es ser pájaro de mal agüero, tonto que aguanta el chaparrón, que además ni pía, ni canta ni vuela.

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