ABC (Córdoba)

Sánchez se ata a Moncloa entre Ábalos y el prófugo

- EVIDENTEME­NTE, SÍ JUAN FERNÁNDEZ-MIRANDA

EJornada institucio­nal y simbólica: ya no es el PSOE, es el Congreso quien aprueba la amnistía. Puigdemont lo sabe y lo explotará

l magnífico Amilibia tiene un libro esencial en esto del articulism­o. ‘Atados a la columna’ (2005) presenta al mejor periodismo literario desde la Transición, de Umbral a Gistau, de Campmany a Martín Ferrand, por citar a los que ya no están. ¿Qué habrían escrito estos gigantes de la sesión en la que el independen­tismo catalán se autoamnist­ió en el Congreso?

La solemne cita comenzó ayer con la prensa pendiente de la columna, pero de una de mármol verde que impedía ver desde la tribuna el escaño de José Luis Ábalos, esa oveja negra del nuevo sanchismo que da tanto pie a la literatura y que reapareció en el hemiciclo atado al Grupo Mixto, allí arriba, en los escaños con techumbre, en el gallinero, donde no apuntan ni los planos generales de la tele. ¿Cómo le retrataría Umbral?

Quién pudiera hoy leer sus columnas sobre una sesión que consagró por ley que el ‘procés’ no agredió la Constituci­ón y que todo aquello no pasó. ¿Cómo obviar hoy que Pedro Sánchez sigue atado no a la columna, sino a La Moncloa y que lo está con la cuerda podre de los beneficiar­ios de la amnistía? ¿Cómo eludir que el gran protagonis­ta de la sesión no fue Ábalos, sino el prófugo de Waterloo? ¿Qué escribiría­n esos articulist­as de un pleno en el que la cita más elevada fue de John Lennon? ¡Y la pronunció Bildu, ese partido pacifista! ¿Y cómo nos contarían una jornada en la que la metáfora más elaborada fue «la flor de la esperanza» y la pronunció el PSOE? Que una cosa es cambiar de opinión y otra ser un cursi, Patxi López. ¿Cómo desenmarañ­arían esos gigantes del articulism­o una ley que es un eufemismo desde el título y que consagra, en definitiva, la desigualda­d entre españoles?

El interés del pleno del Congreso no estuvo ayer en el rifirrafe, en los argumentos, en la oratoria; estuvo en el simbolismo, en la institucio­nalización de la conversión socialista. Ya no es el PSOE, es el Congreso quien avala la amnistía, y eso es munición que Junts y

ERC no están dejando pasar. Por eso el Gobierno intentó meterle sordina, como si ausentar a 16 ministros restara trascenden­cia al atropello. No quería Sánchez grandes aplausos coordinado­s, no quería una imagen triunfalis­ta de un día que le llega en mal momento. Sánchez ha perdido el control de una legislatur­a que nunca arrancó y que vive amenazada por las elecciones catalanas y el escándalo Ábalos, que reapareció para votar sí a la amnistía pese al desprecio de un presidente del Gobierno que ayer también despreció a la Cámara Baja. Sólo llegó para votar y porque no le quedaba más remedio.

Por eso sólo cinco ministros del Gobierno, tres del PSOE y dos de Sumar permanecie­ron todo el pleno. Eran tan pocos, entre tanto escaño azul, que Bolaños, que ayer se ató para siempre a la amnistía, se movió dos escaños para acercarse a María Jesús Montero, a la que ayer se le desataron los presupuest­os. Unas veces se gana y otras se pierde, María Jesús, que sin presupuest­os la ministra de Hacienda no tiene mucho que hacer. Tal vez por eso anduvo habladora y despistada y no se le ocurrió nada mejor que dejar su bolso en el escaño vacío de Sánchez, como Soraya con Rajoy. Y cómo no preguntars­e qué escribiría Gistau con esta metáfora, ese complement­o como símbolo del final de un presidente. O de dos.

La sesión no la presidiero­n las estatuas de Isabel y Fernando que simbolizan en el hemiciclo la unidad cinco veces centenaria de Castilla y Aragón. No. Tampoco una Armengol a la que los diputados socialista­s aplaudiero­n al ritmo de Patxi López como si no le salpicaran los papeles de Ábalos, mientras las señorías de Vox coreaban «Koldo, Koldo». Ayer en el hemiciclo la Presidenci­a estuvo justo enfrente de los Reyes Católicos, en la tribuna de invitados: los reyes fueron Junqueras, presente, y Puigdemont, ausente. Bajo su mando, y en la sede de la soberanía nacional, el Gobierno se vinculó para siempre al independen­tismo como quien se ata no a una columna de Amilibia, sino a un prófugo de la Justicia. Todo por permanecer bien anudado al poder en La Moncloa. Aunque sólo sea unos minutos más, lo que tarda en marchitars­e la flor de la esperanza. Con perdón.

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