ABC (Córdoba)

«Rusia normaliza la violencia sexual como arma de guerra»

▶La autora finlandesa explora en ‘Dos veces en el mismo río’ los tentáculos del imperialis­mo de Putin y denuncia los crímenes sexuales de las tropas rusas

- DAVID MORÁN BARCELONA

Explica Sofi Oksanen (Jyväskylä, 1977) en las primeras páginas de ‘Dos veces en el mismo río. La guerra de Putin contra las mujeres’ (Salamandra) que su tía abuela no nació muda, sino que perdió la voz al comienzo de la segunda ocupación soviética de Estonia, después de que la interrogar­an y torturaran, de que la violaran salvajemen­te, durante toda una noche. «Nunca volvió a decir nada más que ‘Sí, déjame’. Jamás se casó ni tuvo hijos, nunca tuvo una relación amorosa. Vivió con su madre hasta el final de sus días», escribe la autora finlandesa en un ensayo que sigue el rastro del imperialis­mo ruso, ilustra el tránsito del ‘Homo sovieticus’ al ‘Homo putinicus’ y denuncia el uso de la violencia sexual sistemátic­a como arma de guerra y pedrusco con el que tropezar una y otra vez.

«No es marginal, no es algo que esté sucediendo de vez en cuando: Rusia ha normalizad­o la violencia sexual como arma de guerra en Ucrania», asegura la autora de ‘Purga’ y ‘El parque de los perros’. En el fondo, añade, todo se resume en una palabra: impunidad. «Rusia nunca ha sido responsabi­lizada por los crímenes que ha cometido, y es precisamen­te por eso que los está cometiendo de nuevo. Y volverá a hacerlo. Es como si existiera una tradición para la impunidad de Rusia», lamenta Oksanen, nacida y criada en Finlandia pero con raíces familiares en aquella Unión Soviética en la que incluso una fotografía doméstica podía ser considerad­a algo peligroso y subversivo.

–Le sorprende la sorpresa de los países occidental­es ante lo ocurrido en Ucrania cuando, dice, es básicament­e una repetición de lo que ocurrió en Estonia en 1940.

–También en Lituania, Letonia y en otros países de Europa del Este. Para mí lo sorprenden­te es que en la Europa occidental en realidad no se conoce la historia de Europa del Este; no forma parte de nuestra comprensió­n de Europa.

–¿Y eso por qué?

–La Unión Soviética estuvo del lado ganador después de la Segunda Guerra Mundial, así que era fácil darte la mano con aquellos que creías que eran amigos. En aquel momento, centrarse más en los crímenes soviéticos habría ensombreci­do la victoria de los aliados. Además, durante el régimen de Putin el dinero ruso ha jugado un papel importante. La mayor parte del dinero ruso es dinero sucio, y los países occidental­es han sido muy acogedores; han sido refugios seguros para esas fortunas. Muchos políticos de países occidental­es han estado en el bolsillo de Rusia, y eso también ha tenido su impacto.

–«La violencia sexual traumatiza y destroza a familias y comunidade­s enteras, de ahí que sea un instrument­o de conquista tan popular y que Rusia sigue utilizándo­la», escribe. ¿Obedece entonces a una estrategia planificad­a?

–No creo que la academia militar rusa tenga lecciones del tipo ‘así es como hay que violar’, pero se está generando un ambiente que hace que este tipo de crímenes sean más fáciles de cometer. Se permiten. No son castigados y los oficiales rusos no los prohiben. Al contrario: se alienta a los soldados con eufemismos como ‘ve y disfruta, ve y diviértete’ y se fomentan los delitos sexuales. Luego están los centros de detención, donde se utiliza la violencia sexual como forma de tortura. Eso ocurre en el este de Ucrania desde 2014, y es algo más estructura­do: hay un lugar al que llevar a las víctimas, aplican descargas eléctricas en los genitales tanto a hombres como mujeres... Además, también hay que considerar crímenes sexuales cuando las mujeres se ven forzadas a intercambi­ar sexo por medicinas o comida.

–¿Es a esto a lo que se refiere cuando dice que «Rusia manipula hábilmente la misoginia latente de nuestras sociedades»?

–Así es. Los derechos de las mujeres se han visto disminuido­s y toda la sociedad rusa es, en realidad, muy violenta. Existe también una tradición de violencia en el ejército: los militares son violados y nadie es castigado. Así que si a un militar ruso se le permite violar a otro militar en el ejército, ¿cómo se espera que trate a los ucranianos? En el sistema penitencia­rio la violencia sexual también es muy común, y el ejército ruso está utilizando a hombres que condenados por violacione­s o delitos sexuales. Los amnistía para luchar. Es un mensaje a la sociedad y algo completame­nte devastador para las víctimas de esos convictos.

–En el libro asegura que se ha pasado del ‘Homo sovieticus’ al ‘Homo putinicus’.

–Si comparas la propaganda soviética con la del régimen actual, la primera tenía futuro; tenía un futuro brillante y hermoso, comunista, que se supone que estaba a la vuelta de la esquina. Lo único que ofrece Putin, en cambio, es la guerra eterna contra Occidente. Los niños están preparados para eso.

–También hace hincapié en que la violencia sexual no sólo afecta a las mujeres.

–La mayoría de los delitos sexuales contra los hombres se cometen cuando éstos son prisionero­s de guerra. Violacione­s, descargas eléctricas, genitales amputados, cuerdas estrangula­ndo los testículos... Todo esto ha pasado en los centros de detención desde 2014, pero es algo que se denuncia aún menos. De hecho, es probable que los hombres utilicen eufemismos y hablen de tortura y no de violencia sexual. Por eso es importante recordar a las víctimas masculinas.

–Se pregunta si Rusia está utilizando la violación como instrument­o de genocidio.

–Mi idea del genocidio es la misma que la de Lemkin: un proceso cuyo

Amnesia selectiva «Después de la Segunda Guerra Mundial, centrarse en los crímenes soviéticos habría ensombreci­do la victoria de los aliados»

‘Homo putinicus’ «Lo único que puede ofrecer Putin es la guerra eterna contra Occidente»

objetivo es disminuir los derechos de un determinad­o grupo de personas hasta que deje de existir. Y, según Lemkin, las balas son la última parada. Cuando hablamos de genocidio, debemos buscar los patrones y los eufemismos, porque siempre usan eufemismos. En Ucrania, por ejemplo, muchas de las víctimas de violencia sexual han declarado que los perpetrado­res les dijeron que las iban a violar hasta que ya no pudieran tener niños ucranianos. O que les quitarían las ganas de tener sexo con hombres ucranianos. En estas frases se puede ver que hay una intención genocida. También, si piensas en los políticos rusos, en muchas declaracio­nes repite esa intención cuando dicen que Ucrania no es una nación, que Ucrania no es un país o que no existe.

–¿Es verdad que Putin siempre aparece solo en las fotos de sus vacaciones para que nadie pueda ni siquiera imaginarse a una mujer al mando?

–Creo que los medios occidental­es dedican demasiado tiempo a preguntars­e qué estará pensando el agente del KGB, pero en realidad es irrelevant­e. No tiene sentido considerar­lo un individuo, porque lo único que hace es desempeñar un papel

–¿Un papel?

–Sí, el de presidente de Rusia, patriota ideal y modelo de masculinid­ad rusa a imitar. Eso por un lado. Pero también representa un estado en el que los órganos de seguridad tienen un peso muy importante. Él no estaría en el poder sin su apoyo . Es una estructura de poder muy compleja.

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// INÉS BAUCELLS La escritora Sofi Oksanen, ayer en Barcelona
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