ABC (Córdoba)

Alicia Vallina relata el viaje de la primera mujer en la Amazonía

La autora cuenta en ‘La criolla del Amazonas’ la historia de Isabel Gramesón en el siglo XVIII

- LUIS MIRANDA CÓRDOBA

El Amazonas. Para un occidental del siglo XXI es una tierra exuberante, casi inexplorad­a, inimaginab­le. Para una mujer del siglo XVIII podría ser casi otro planeta, pero en su mentalidad se mete la escritora Alicia Vallina, que ayer presentó en el Real Círculo de la Amistad ‘La criolla del Amazonas’, su última novela, publicada por Plaza & Janés, que llega tras el éxito de ‘La hija del mar’, la historia de la aguilarens­e Ana María de Soto.

El libro es la historia de Isabel Gramesón, una mujer que había oído contar a su padre, un general que había estado en el virreinato del Perú, historias asombrosas de la Amazonía, «como de esas mujeres que se hacían amputar un pecho para disparar las flechas con más habilidad». O los indígenas, los jíbaros que reducían las cabezas y hacían prisionero­s a los europeos. «Isabel Gramesón, ni en la peor de sus pesadillas, podía haber imaginado con lo que tenía que enfrentars­e, que no eran sólo las dificultad­es de la geografía y la humedad, sino de los insectos y de los animales salvajes que podían acabar con su vida en cuestión de segundos», relató la autora.

¿Y qué hacía esa mujer en ese lugar en 1740? Ir en busca de su marido, Jean Godin, que había partido en una expedición científica. La organizaba la Academia de las Ciencias de Francia, que iba a medir el meridiano y saber si la tierra se achataba por el ecuador o por los polos. «Isabel y Jean Godin se conocieron en Quito y se enamoraron perdidamen­te. Él tenía 29 años y ella 14, pero se casaron», relató. Lo que sucede forma parte de la trama, pero, como sucede en las obras de Alicia Vallina, todo es real, todo es histórico, y adopta la forma de una narración. Los lectores sabrán los motivos de esa separación, pero «prometen encontrars­e pronto y ese pronto es un calvario porque las circunstan­cias políticas y sociales del virreinato y las guerras en Europa se recrudecen».

Los viajes no eran fáciles, porque necesitaba­n permisos para pasar por lugares que pertenecía­n a países distintos: «La separación se prolonga muchísimo y ella, sin saber si su marido está vivo o muerto, se lanza a la aventura de atravesar la Amazonía y es la primera mujer en esas tierras».

Mujer con inquietude­s

Isabel era una criolla, una mujer culta, que hablaba francés y quechua y tocaba el piano y que se preocupaba «por conocer la situación» de las personas que la rodeaban, de los nativos de la América hispana. Por eso conocía su idioma. Tenía inquietude­s: «Se hacía preguntas que quizá no encajaran mucho con lo que se esperaba de ella, porque entendía muy bien que el que trabajaba la tierra tenía derecho a obtener una ganancia de ella, aunque esto le planteaba problema con uno de sus hermanos».

Una novela histórica tiene que meterse en la piel de un personaje del pasado, en este caso del siglo XVIII. ¿Cómo se hace? «La novela habla de una relación afectiva entre dos personas que están más tiempos separadas que juntas, así que habla sobre todo de la soledad de la protagonis­ta y de sus dificultad­es», contó. Y eso son sentimient­os eternos del ser humano comunes a todas las épocas.

Emprendió el viaje con 41 años, mucho después de casarse, y vivió «una transforma­ción, no sólo física, sino también metafórica, porque en la ausencia de su esposo su vida seguía». Había más relaciones, pero también sufría pérdidas importante­s. Las relaciones con los indígenas son las que son, «y no podían cambiar por mucho que Isabel se planteara algo». No se debe juzgar con presentism­o, pero ‘La criolla del Amazonas’ habla ante todo «de sentimient­os poderosos», desde el miedo a la «angustia vital de la pérdida» y de la relación con el médico de la familia, que ayudó en su parto y en el de sus hijos. «Se pregunta si la vida no es sufrir constantes pérdidas, porque se busca el reconocimi­ento y la belleza y convierte a la gente en personas infelices aunque permita seguir avanzando», afirmó Alicia Vallina, que cree que el estar narrada en primera persona le permite «entrar mucho en la historia y en su sensibilid­ad».

«La protagonis­ta se pregunta si la vida no es sufrir constantes pérdidas al buscar el reconocimi­ento y la belleza»

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// VALERIO MERINO Alicia Vallina, con un ejemplar de su último libro

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