ABC (Córdoba)

Hormigas en el universo

- LUCÍA CABANELAS

Unos se van donde Cristo perdió el mechero y otros, como Camila de Cornualles, eligen venirse a cazar a España para recuperars­e del agotamient­o laboral. Claro que es normal y hasta muy humano, porque ser reina es un trabajo muy duro pero aún lo es más saberse, pese a la corona, una pequeña hormiga en el universo.

Nos mueven las emociones, por mucho que caigamos una y otra vez en los artificios, brillantes, sí, pero vacuos. Nos dejamos engañar con los altos vuelos y el CGI que todo lo puede, por el truco, pero lo que necesitamo­s saber no es si explotará bonito o no lo hará, sino ver cómo el conejo sale y respira.

De misterios indescifra­bles hay mucho en ‘El problema de los 3 cuerpos’, la nueva serie de los creadores de ‘Juego de tronos’ que se estrena la semana que viene en Netflix. Hay mucha física, ingeniería y hasta una nada inminente amenaza. Pero también una mujer movida por la necesidad de honrar la memoria de su padre, un amor tan incondicio­nal que nunca pasa del quizás y la incómoda certeza de que los números resuelven, pero no hacen que el corazón sane.

La ciencia sin humanidad solo es ciencia, una cosa metálica. Códigos binario de cero y unos, pero sin alma.

Todas las grandes series y películas de ciencia ficción tienen más allá de algoritmos o genéticas historias humanas muy cálidas. ‘Interestel­lar’, además de agujeros de gusano y viajes espaciales, es la historia de un padre y una hija; ‘The Last of Us’, más allá de una serie de zombis posapocalí­ptica, es un ensayo sobre la humanidad, sobre la soledad y la desesperad­a búsqueda para curarla. Y ‘Estación Once’, bueno, no es otra cosa que la necesidad de contarnos para no olvidar.

Eso precisamen­te hace ‘Nos vemos en otra vida’, la última maravilla de los hermanos Sánchez-Cabezudo. Entras, te ríes con el desparpajo del chaval protagonis­ta, y de repente te sacude, te revuelve, te pone en tu sitio. Y recuerdas todo. Sin explosione­s, sin sangre; sin política. Solo unos testimonio­s, desnudos, del dolor invisible, inmortal, de perder a alguien que ya no volverá; de entender que, pese a todo, la vida sigue, aunque unos terrorista­s intentaran, aquel 11M, justo todo lo contrario.

Si a pesar del deterioro de la especie humana todavía nos contamos para sanar, quizás, solo quizás, aún quede esperanza.

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