Tú a mí no me hundes
Te viene un novio con un Maserati y dices que ahí no te subes, a no ser que tu novio sea un futbolista de cejas depiladas
La mujer del César, bah. Isabel Díaz Ayuso tiene que ser como la abuela de Omar Montes. Contaba que tuvo que vender el Ferrari porque a su abuela le costaba entrar y salir. A una política, a un político, le tiene que costar entrar y salir de un Maserati. Por pudor. Porque está feo. A ver, te viene un novio con un Maserati y dices que ahí no te subes. A no ser que el novio sea un futbolista de cejas depiladas, le haya tocado el Euromillón (pero no como la lotería a Fabra, de verdad) o sea rico de toda la vida. Michael Heseltine era un editor millonario antes de ser ministro de Margaret Thatcher. Algún ricachón del partido conservador dijo con sorna: «El problema con Michael es que tuvo que comprar todos sus muebles». En su caso sólo estaba mal visto tener dinero desde el punto de vista de los ricos de toda la vida.
Dios me libre de decir a Ayuso que un hombre no le conviene (a mí un hombre con tres hijos me parece tan deseable como un hombre de esos que hacen paellas). Prefiero decírselo a Edith Wharton, que está muerta. Pero ya lo sabía. Y no eran aquellos, pese al escrutinio de su clase social, estos tiempos de fisgoneo público. Lo importante es que Wharton era rica. Y no una política. Podía tener un marido bueno para nada. Además, se gastaba el dinero de ella. Hablando del escrutinio, anda que los Sussex (o como he leído por ahí, los Miserables de Montecito). Fuentes cercanas, sea eso lo que sea, y según ‘Page Six’: «Este [la foto de Catalina] es un error que Meghan Markle no cometería jamás… Tiene un ojo muy agudo y una atención monstruosa a los detalles». Que no sé yo si eso es elogio.
Cómo me gustaría que Ayuso cantara a su novio ‘Tú a mí no me hundes’ a lo Lucha Villa. Pero ha preferido cantársela a Pedro Sánchez: «Tú no me vas a hundir/Te juro por mi madre/No me vas a hundir/Tú crees que soy cobarde y no me vas a hundir/Te apuesto lo que quieras/Que tú a mí no me hundes». No sé si hay algo más allá de la escandalera política interesada, lo que sí sé es que Isabel Díaz Ayuso, como Belén Esteban, es mucho mejor cuando está enfadada.