La huida del hombre que mató a Abraham Lincoln
Anthony Boyle protagoniza ‘Manhunt’ (Apple TV+), sobre el magnicidio que cometió el actor John Wilkes Booth
Matar a un gran líder es como en los tiempos primitivos comerse el corazón del enemigo para quedarse su poder. Un anónimo acaba con un personaje histórico y automáticamente le traspasa parte de su popularidad. Se vuelve célebre. Les une algo horrible, pero irrompible. El estadounidense John Wilkes Booth era un actor de teatro con cierto bagaje, también un simpatizante de los Estados Confederados. No era ni siquiera el primero de su nombre –existió otro John Wilkes más de cien años antes, un periodista y político radical británico–, pero desde luego no fue nadie de verdad hasta que mató a Abraham Lincoln.
Anthony Boyle no tuvo que matar a nadie para meterse en la piel del autor del magnicidio. Si al irlandés no le hubieran expulsado cuando tenía 16 años es probable que nunca hubiera acabado aprendiendo a montar a caballo, bebiendo whisky y dejándose bigote para convertirse en un homicida en ‘Manhunt: La caza del asesino’, la nueva serie que Apple TV+ estrenó ayer, justo cuando terminó de emitir ‘Maestros del aire’, en la que Boyle da vida a otro personaje real, Crosby, pero «radicalmente opuesto». Lo único en común, confiesa, es su aspecto: «Tengo una cara que parece que no puede comprender internet. Solo encajo como alguien del pasado, de época. Pero me gusta, que sean personajes históricos y reales hace que me importen más».
‘Manhunt’, creada por Monica Beletsky (‘Fargo’, ‘The Leftovers’), resucita la conspiración que rodeó a la muerte del decimosexto presidente de EE.UU. y se rinde a la huida de Booth, que desapareció del mapa con un tobillo roto tras disparar en la nunca a Abraham Lincoln y se escondió durante doce días en una granja de Virginia, donde peleó hasta morir como si estuviera en OK Corral. O no. Porque la versión no oficial, abanderada por un abogado texano, dice que escapó, que vivió hasta los 65 años y luego se suicidó con veneno. Según esta teoría, además, mandó momificar su cuerpo. Verdad o no, un magnicidio hace famoso al asesino pero inmortal al asesinado, y ya se sabe, cuando la leyenda se convierte en realidad, hay que publicar la leyenda. «Cuando alguien es tan famoso, siempre hay conjeturas. La gente habla de Michael Jackson, de Tupac... Se convierten en leyendas. Tal vez Booth salió y tuvo hijos. Nunca lo sabremos. O sí, puede que sea la segunda temporada», dice Boyle, bromeando.
Al actor, que despegó tras interpretar a Scorpius Malfoy en la obra de teatro de Harry Potter, le pareció interesante dar vida a «alguien que estaba maldito y era un verdadero narcisista y asquerosamente racista», pero también porque le apetecía dejarse llevar por «la oscuridad» de los asesinos que, apunta, es también «la de todos nosotros». «Matar a alguien... es una cosa tan extrema. Es como el acto final de tomar la vida de alguien», añade.
Una cuestión política
El plan de Booth era inclinar la Guerra de Secesión hacia la causa confederada, que iba perdiendo. Ideó matar a Lincoln, al vicepresidente Andrew Johnson y al secretario de Estado William H. Seward. Johnson se libró, Seward, crítico, se recuperó y Lincoln agonizó hasta el día siguiente. Cuando Booth le disparó, en el teatro, dijo en latín: «Sic semper tyrannis» («Así siempre les ocurre a los tiranos»). «Confundía realidad y ficción, tenía problemas mentales, pero en la época se pensaba que simplemente era excéntrico», señala Boyle. Pero también, aduce, fue una cuestión política: «Hay buenos y malos políticos. Para muchos, la política solo es un juego, es poder. Los griegos desterraban a los políticos menos queridos cada año. Así tenían un incentivo para trabajar por la gente y hacerlo mejor. Quizás si nuestros gobiernos aprendieran de eso serían mejores», concluye.