ABC (Córdoba)

El día de la marmota

- ESBOZOS Y RASGUÑOS JAVIER AZNAR

Otra vez el Manchester City. Imposible no sentirse Bill Murray despertand­o por la mañana en Punxstawnw­ey. Uno esperaba que el sorteo en Nyon esta vez pudiera deparar algo distinto, algo novedoso. Pero de nuevo el Manchester City se le aparece al Madrid como la niña de la curva. Cruzarse con el equipo mancuniano tres temporadas seguidas debe ser sinónimo (para los dos clubes) de estar haciendo bien las cosas en Europa, supongo, aunque a lo mejor nos convendría empezar a conocer a otras personas, darnos un tiempo, un poco de espacio.

No es, desde luego, un rival ni agradable ni cómodo para unos cuartos de final. De Bruyne, por ejemplo, es el pelirrojo que más miedo me produce desde Chucky, el muñeco diabólico. En ‘La Eneida’ decían: «Temo a los griegos, incluso cuando traen regalos». Me ocurre algo parecido con Guardiola. No me fiaría de él ni aunque estuviera entrenando en el banquillo rival en un partido benéfico.

Hace poco leí que Oliver Kahn, mítico portero del Bayern, participó en un evento solidario con niños de 9 años. Por cada penalti que le metiesen los chicos, una cantidad de dinero se donaría a una organizaci­ón benéfica. No encajó ninguno. Paró todos. La Champions es así: cruel y despiadada.

Brahim. Ayer dio la lista De la Fuente y, para sorpresa de nadie, Brahim no estaba en ella. No hay que ser un genio, tan solo unir ciertos puntos, para darse cuenta de que Brahim no le decía demasiado al selecciona­dor. No le encantaba. No movió un dedo por él como sí se hizo con tantos otros. Con el selecciona­dor nacional pasa un poco lo que sucedía con Di Stéfano y aquel portero del Valencia al que entrenaba: «No te pido que atajes las que vayan dentro, pero por lo menos no te metas las que van fuera». A De la Fuente no le pedimos que convoque a jugadores imposibles cuando no puede ser, pero por lo menos le pedimos que la última selección que nos eliminó de un Mundial no nos quite a uno de los jugadores jóvenes más prometedor­es del actual líder de la Liga española.

Tampoco sorprende demasiado: jugar en el Madrid nunca tuvo demasiado prestigio en la Federación. Se contempla como algo sospechoso, perfiles algo acomodados, sin personalid­ad, algo ‘blandos’ como decía Clemente para no llevar a Míchel. El Barça siempre ha sabido vender mucho mejor su propio producto. La Masía es un sello de calidad que se valora en la Federación. A favor siempre de que convoquen a Cubarsí, Yamal, Ansu Fati, Gavi y a cualquier otro jugador talentoso aunque esté en edad de decir «alguien ha saboteado el ponche en la fiesta de graduación». Lo lastimoso es no tener la posibilida­d de disfrutar de un talento creativo y diferente como Brahim en la próxima Eurocopa por simple pasotismo.

El no-gol. Arda Guler estuvo a punto de marcar un golazo de medio campo que me recordó al zambombazo desde la misma distancia y ante el mismo rival que metió, en la 91-92, Gica Hagi. Hay algo de esa chispa y genio en este turco. Ciertos goles es casi mejor que no lleguen ni a entrar. Porque siempre que los volvemos a ver pensamos que cualquier día de estos puede entrar.

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// EP Arda Guler, durante el partido ante Osasuna

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