Trump y el peligro de las relaciones internacionales
No quiero volver a repetir el desasosiego de cuatro años más de Trump en asteroides. Me cuesta creer que tenga adeptos que le ríen las gracias barriobajeras, cínicas y propias de un rufián sin sentido. Me cuesta creer que nadie le pueda poner en su sitio ( la cárcel) ante las burlas y los desafíos que salen de su boca. Adelantar un baño de sangre si no sale elegido es dar alas a sus seguidores para que tomen las armas (de fácil acceso en USA) y cometan una locura igual o peor que la toma del Capitolio, repugnante espectáculo de unos secesionistas de fin de semana. Anticipar la liberación de los que participaron en este acto contra la democracia el primer día en el poder, además de autodeclararse inmune e inexpugnable es mofarse de la justicia impartida por jueces dignos y sensatos a los que maltrata y vilipendia. Negar a los inmigrantes ilegales (palabra imprecisa y peyorativa que debe ser sustituida por indocumentados ya que ningún ser humano es ilegal) su condición de personas está en el mismo ruin nivel que cuando se presentó por primera vez calificando a los mexicanos de violadores y todos creíamos que era una broma hasta la madrugada aciaga donde derrotó a Hillary Clinton ante el estupor del electorado y la incredulidad de sus votantes. Ya sabemos que puede ganar, sería el gobierno más nefasto de la historia norteamericana y sabe el camino para destrozar una nación, convertir el sueño americano en una pesadilla, desestabilizar las relaciones internacionales y mandar cartas de amor a los dictadores más sátrapas. Todavía quedan ocho meses pero el circo ya ha comenzado y llama con sus trompetas. El espectáculo debe continuar y los demócratas necesitan reaccionar ya y buscar hasta debajo de los adoquines, en la playa, los votos necesarios para derrotarlo.