ABC (Córdoba)

Xavi y la inteligenc­ia cinestésic­a

El entrenador del Barça debe revisar sus actitudes, pero debe saber que las aptitudes que convirtier­on en el mejor con el balón ahora no le sirven

- JUAN FERNÁNDEZ-MIRANDA

Xavi Hernández es una bendición, un pozo de sabiduría, una permanente enseñanza. Es una especie de maestro, pero al revés, porque cada vez que abre la boca nos muestra lo que no hay que hacer. Y eso es otra forma de aprender, el ejemplo negativo.

El pasado domingo, en el partido contra el Atleti, Xavi fue expulsado después de recibir dos tarjetas amarillas casi seguidas por protestar cuando su equipo iba ganando. No sé qué dijo, pero él sí lo sabía y aún así se dirigió al cuarto árbitro preguntánd­ole «¿qué te he dicho?, ¿qué te he dicho?». Qué contumacia la suya. Es tan chuleta el Xavi que hasta parece de Madrid. El dato: ha sido expulsado las mismas veces en 132 partidos como entrenador que en 800 como futbolista. Esta temporada, dos rojas y 22 amarillas. Esa es su vitrina como ‘míster’.

Si hay algo que me alucina del fútbol es ver a jugadores que en el terreno de juego revelan una inteligenc­ia única y después, vestidos de civil, no saben manejarse. Es la prueba de que en la vida hay muchas formas de inteligenc­ia y las personas somos una combinació­n más o menos equilibrad­a de todas ellas. La inteligenc­ia que permitió a Xavi ser el mejor jugador español de la historia del fútbol es la que los expertos denominan la «corporal cinestésic­a»: «la capacidad de unir el cuerpo y la mente para lograr el perfeccion­amiento del desempeño físico». Parece una definición redactada para el mejor Xavi, el del 6 a la espalda, el que hacía bailar a diez jugadores a su alrededor y volvía locos a los once rivales. Como una tela de araña extendida en el terreno de juego y 21 jugadores danzando al son del medio centro.

Sin embargo, esa cualidad tan maravillos­a, y que lo elevó al Olimpo de los dioses del balón, no sirve para casi nada a la hora de desempeñar su labor. En el banquillo se necesitan otras cualidades, otras formas de inteligenc­ia, de las que Xavi, desgraciad­amente para él, adolece. Por eso es un entrenador del montón, victimista y soberbio, y un excelente compendio de todas las actitudes que construyen la falsa modestia.

En su defensa diré que tal vez le llegó pronto la oferta de entrenar al Barça, una propuesta que nunca debió aceptar y que Joan Laporta heredó por obligación cuando llegó de segundas a presidir can Barça, como ha contado Sostres. ¿Nadie advirtió a Xavi de que la decadencia de su equipo no había hecho más que empezar? ¿Nadie le explicó que es estadístic­amente imposible que vuelvan a salir de una misma cantera y a la vez Iniesta, Messi, Piqué, Pujol y Busquets, además de él? ¿Nadie le contó que aquello no iba a ser así siempre?

Hay pocas cosas más acertadas e inteligent­es en la vida que poner a cada uno en su sitio. Es una verdad irrefutabl­e como aquella otra que dice que una persona brillante se convierte en un auténtico desastre cuando supera su umbral de incompeten­cia. El sitio de Xavi estuvo al otro lado de la línea de cal. No quiero ser duro con él, pero debe hacérselo mirar. No es sólo cuestión de actitud, sino de aptitudes.

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